Los habitantes de la pequeña ciudad siria de Madaya nunca creyeron que su vida cambiaría tan rotundamente en pocos años. Sin embargo, a partir del comienzo de la guerra civil, la situación se volvió dramática no sólo para ellos, sino también para el resto de los sirios.
Aislada, la hambruna atormenta a sus habitantes hasta límites impensados. Perros, gatos, pastos y basura sirven como alimento improvisado para atravesar la hambruna que somete a adultos y niños por igual. Recién ayer jueves el régimen de Bashar al Assad permitió que las Naciones Unidas arribaran al lugar con ayuda humanitaria. Sin embargo, las secuelas permanecerán por mucho tiempo.
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