"El Padre Jorge": detalles exclusivos de la película sobre el papa Francisco

Protagonizada por Darío Grandinetti, esta coproducción argentino-española relata la vida de Bergoglio antes de ser Papa: con una buena reconstrucción de época y esmero en los detalles, pero con algunas flagrantes omisiones

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El Padre Jorge, primer lagometraje sobre Francisco, se estrenará en la Argentina en septiembre, pero esta semana hubo una exhibición privada de la copia –casi- definitiva, a la que asistió Infobae.

Un comienzo bien porteño y una ambientación muy lograda del Buenos Aires de los años 50, los de la adolescencia y juventud de Bergoglio, para contar el despertar de la vocación sacerdotal y la influencia de su abuela Rosa, a la que él mismo se ha referido tantas veces, son algunos de los activos de esta producción de Pampa Film, con guión y dirección de Beda Docampo Feijoó.

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La película, que se anuncia como inspirada en el libro de la periodista Elizabetta Piqué (Francisco, vida y revolución), refleja con bastante fidelidad los aspectos ya conocidos de la vida de Bergoglio y los que se fueron revelando luego de la sorpresa de su designación.

Aunque se atiene a lo real, apela a un personaje ficticio –una periodista española (Silvia Abascal)- para enhebrar el relato.

La película es correcta, bienintencionada y logra una buena síntesis de la vida del "Padre Jorge" hasta su llegada a la silla de Pedro. Por momentos, los recursos de guión son algo obvios, haciendo demasiado explícito el afán de incluir todos los elementos de la vida de Bergoglio -hasta su costumbre de tomar colectivo- y los tópicos –ya mundialmente famosos- de sus homilías: pecado sí, corrupción no, periferias existenciales, etcétera.

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Hay además cierta simplificación en un relato que no supera lo descriptivo. Las contradicciones que atraviesan una institución como la Iglesia Católica y que llegan a puntos culminantes en los cónclaves están resumidas en una lucha entre conservadores y progresistas, lo que no refleja la complejidad de lo que estaba en juego, tanto en 2005 como en 2013, ni de la propia personalidad de Jorge Bergoglio, difícil de encasillar rápidamente en esa dicotomía.

La historia es detallada y no olvida nada: las villas, el compromiso con los pobres, los sacerdotes amenazados por el narco, el lavado de pies a los más humildes, el diálogo interreligioso, la humildad, la austeridad, sus gestiones por los jesuitas secuestrados, los amigos a los que ayudó a escapar de la represión, su misericordia con los pecadores y hasta su gusto por el film La fiesta de Babette...

Pero este detallismo hace resaltar una omisión injustificable: el conflicto con el poder político, las descalificaciones de que fue objeto por parte de Néstor Kirchner y la deserción de sus Te Deum, tanto por parte del ex presidente fallecido como de su esposa y sucesora, Cristina Fernández.

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Nada de esto aparece en Padre Jorge, que sí menciona "una campaña sucia" previa al cónclave, atribuida a un personaje sin nombre (aunque el aludido es Horacio Verbitsky), y una supuesta molestia de "poderosos" (sin nombre) que le envían un mensaje para que afloje sus críticas a la corrupción.

Una simplificación total, considerando que las críticas de Bergoglio que molestaron al poder no estaban referidas a la corrupción –aunque obviamente el Cardenal la condenaba en este y en todos los gobiernos- sino a rasgos inconfundibles del kirchnerismo –y por eso Kirchner se puso el sayo-, como por ejemplo "la intemperancia y la violencia (que) nacen de la inseguridad en sí mismo", "la reivindicación rencorosa (que) es cáscara de almas que llenan su vacío triste", o la referencia a quien, "como no se soporta a sí mismo, necesita atemorizar a los demás". Molestaron también sus críticas al "hábito de polarizar y excluir" y a las "pretensiones voraces de poder, la imposición de lo propio como absoluto y la denostación del que opina diferente" y al "exhibicionismo y los anuncios estridentes de los gobernantes". Además de las invocaciones a renunciar "a la mezquindad y el resentimiento de los internismos estériles, de los enfrentamientos sin fin" y a terminar con la "crispación social". Todas estas frases están contenidas en las homilías de 2004 en adelante.

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Es un desafío complicado, sin duda, llevar al cine a un personaje tan contemporáneo, cuya imagen es mundialmente conocida. Quizá la elección de un desconocido –como es el caso del Bergoglio joven, a cargo de Gabriel Gallicchio- hubiese sido más acertada que la de un Darío Grandinetti que no se caracteriza por la excesiva ductilidad. Su composición carece de las dos expresiones características del cardenal Arzobispado de Buenos Aires: pálido y serio por lo general, entre tímido y afable en la conversación.

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Correcta actuación de la española Silvia Abascal, y muy creíbles y profesionales intervenciones de Laura Novoa, Leonor Manso y Jorge Marrale.

La realización es correcta y la película tiene el aditamento de subrayar la porteñidad y argentinidad del Papa que hoy pertenece al mundo. A diferencia de Juan Pablo II, a quien casi siempre la prensa mundial llama "el Papa polaco", Bergoglio pasó muy rápidamente a ser solo "Francisco", de modo que es positivo que un film que seguramente será visto por espectadores de muchos países, recuerde las raíces geográficas y culturales de este pontífice.

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