Los 10 países del mundo en los que menos gente va a votar

La abstención electoral ha crecido en las últimas décadas en gran parte del planeta. Causas de un fenómeno que amenaza la sostenibilidad de la democracia

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Si se toman como referencia las últimas elecciones presidenciales, Chile es el país en el que menos ciudadanos ejercen su derecho a votar, entre las naciones con democracias estables. El 58% del padrón electoral decidió abstenerse en los comicios realizados en noviembre de 2013, en los que ganó Michelle Bachelet.

No es fácil tener una medida precisa del grado de participación en las elecciones a lo largo del mundo, ya que, desde el punto de vista formal, casi todos los países se rigen por un sistema democrático, pero en muchos se trata de una mera fachada.

Por ejemplo, el que tendría el menor nivel de abstención electoral sería Laos, donde votó el 99,7% del padrón en las elecciones parlamentarias de 2011. Sin embargo, se trata de sufragios ficticios, porque hay una sola fuerza política habilitada, el Partido Popular Revolucionario de Laos. Además, el presidente no es elegido por el pueblo, sino que lo designa el Comité Central del partido, como ocurre en China.

Para hacer una comparación justa, Infobae consultó la base de datos del Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA por su nombre en inglés), pero consideró solamente a naciones con al menos un millón de habitantes y una democracia realmente funcional. ¿Cómo definir algo tan complejo? Una manera es tomar como variable el puntaje en el ranking de libertad política que realiza Freedom House, que también es utilizado como referencia por IDEA.

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Laos, un caso extremo, tiene un puntaje de 7 sobre 7, lo que supone el menor nivel posible de libertades políticas. Infobae consideró los países ubicados entre 1 y 3.

Así, el segundo en el que menos gente va a votar es Eslovenia, donde la abstención ascendió al 57,6% en las últimas elecciones para cargos ejecutivos nacionales. Luego aparecen Mali (54,2%), Serbia (53,7%), Portugal (53,5%), Lesoto (53,4%), Lituania (52,6%), Colombia (52,1%), Bulgaria (51,8%) y Suiza (50,9%). Se puede comprobar que se trata de un fenómeno global porque hay representantes de regiones tan distintas como Sudamérica, Europa y África.

Otro problema de estas comparaciones es que en algunos sistemas el voto es obligatorio y en otros es voluntario. La distinción no es menor. De hecho, en los diez que se destacan el sufragio es voluntario.

Cuando el voto es compulsivo, los niveles de abstención son claramente menores

Cuando el voto es compulsivo, los niveles de abstención son claramente menores. En el tope están México, Grecia y Paraguay, con 36,9; 36,1 y 32 por ciento, respectivamente.

¿Cuáles son los países con mayor concurrencia a las urnas? Australia encabeza el ranking con un nivel de ausentismo de sólo 6,8% del padrón. En segundo lugar está Bolivia, con 8,1 por ciento. En ambos, el voto es obligatorio. Pero en Sierra Leona, que aparece tercero con 9%, es voluntario.

Luego aparecen Bélgica (10,6%), Uruguay (11,4%), Dinamarca (12,3%), Suecia (14,2%), Benín (15,2%), Botsuana (15,3%) y Perú (17,5%).


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Un fenómeno que crece en el mundo

"Desde hace décadas se viene hablando de una crisis de la representación política, que tiene como señales un alto grado de desafección por parte de los ciudadanos hacia los partidos. Dicha desafección tiende a estar asociada a que la democracia no ha cumplido en aquellos temas que buscarían mejorar su bienestar", dice Fredy Barrero, vicedecano de la Escuela de Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Sergio Arboleda, Colombia, en diálogo con Infobae.

"Aunado a lo anterior -continúa-, los grandes escándalos de corrupción en los que se han visto envueltos los políticos dejan entrever que sus intereses tienden a estar más concentrados en un lucro personal, que en generar respuestas a las situaciones socialmente problemáticas".

En la mayor parte de los países la abstención electoral ha crecido en las últimas décadas. Por ejemplo, en Estados Unidos pasó de apenas 4,2% en los comicios presidenciales de 1964, a 32,1% en los de 2012.

En Canadá ocurrió algo similar: ascendió de 24,1% en 1965 a 38,9% en 2011. Incluso en la joven democracia Rusia se produjo un rápido desencanto. En las primeras elecciones libres de su historia, en 1991, el ausentismo fue de 25,3%, pero en 2015 creció a 34,7. Asia no está ajena a este proceso: en Japón la abstención subió de 28,9% en 1963 a 47,3% en 2014.

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"Existen muchos factores que explican el aumento de la abstención, cuyo impacto varía de país a país, y también de acuerdo a las coyunturas. Pesa un cierto desencanto con los resultados de la democracia, con el desempeño de los partidos y la actuación de las autoridades. También se observa un desinterés juvenil, que probablemente excede la habitual menor participación de los segmentos jóvenes y que anticipa probablemente generaciones menos participativas que las que asistieron a la reconquista de la democracia", explica Salvador Romero, director del Centro de Asesoría y Promoción Electoral del Instituto Interamericano de Derechos Humanos, consultado por Infobae.

América Latina tampoco está al margen. Chile es el ejemplo extremo: de 13,2% en 1964 a 58% en 2013. Hay que aclarar que el verdadero salto se produjo en las últimas elecciones, ya que en las anteriores (2010) la abstención había sido del 13,1%, es decir, el mismo nivel que en 1964.

"Hay un desinterés juvenil que anticipa generaciones menos participativas"

La causa es una reforma electoral sancionada en 2010, que cambió el sistema de registro voluntario al padrón y voto obligatorio, por uno de inscripción automática y sufragio optativo, como el que rige en la mayor parte de Europa y en Estados Unidos.

"Si bien en Chile la participación llegó al 90% en las primeras elecciones libres, eso obedeció a la decisión de los chilenos por consolidar la democracia y evitar una posible regresión autoritaria. Los chilenos salieron a votar porque había algo en juego. Esa participación se fue deprimiendo con el tiempo, y antes de la implementación del voto voluntario llegó al 60%", cuenta a Infobae el politólogo Mauricio Morales, profesor de la Universidad Diego Portales, de Chile.

Pero lo de Chile no es excepcional. En Costa Rica, pasó de 18,6% en 1966 a 44,4% en 2014. En Brasil, de 11,9% en 1989 a 21,1% en 2014. En Argentina y en México la tendencia fue la misma, aunque más atenuada: en el primero, de 14,4% en 1963 a 20,6% en 2011; y en el segundo, de 30,7% en 1964 a 36,9% en 2012.

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En Europa es también un problema muy marcado. La abstención trepó en España de 23% en 1977 a 31,1% en 2011. En Reino Unido, de 24% en 1964 a 34,2% en 2010. En Alemania, de 13,2% a 28,5% entre 1965 y 2014. Y en Italia, de 7,1% a 24,8% entre 1963 y 2013.

"Hay tres razones de este fenómeno. La primera, y esto aplica fundamentalmente para las democracias industrializadas avanzadas, corresponde al avance económico y al progreso personal de los votantes. Cuando las personas sienten que los partidos políticos no son agencias centrales para producir bienestar, y que ese bienestar se alcanza mediante el esfuerzo personal, entonces dejan de ser canales exclusivos de intermediación entre el votante y las áreas de poder", dice Morales.

"La segunda razón tiene que ver, especialmente en América Latina, con los problemas de estatalidad de muchas democracias, especialmente las democracias andinas. Acá los partidos no sólo sufren de un profundo desprestigio, sino que además hay una alta volatilidad. Son vistos como responsables de las crisis y, por lo mismo, la política tiende más hacia el personalismo que a la institucionalización", agrega.

Todas las regiones tienen sus contraejemplos. Uno es India, la mayor democracia del planeta por la cantidad de electores, donde el número de ausentes en los comicios cayó de 39% en 1967 a 33,6% en 2014. En Uruguay, descendió de 25,7% en 1966 a 11,4% en 2014. En Ecuador, de 22,5% en 1968 a 18,9% en 2013. El ejemplo europeo es Suecia, donde pasó de 16,1% a 14,2% entre 1964 y 2014.


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Los riesgos de una democracia con pocos votantes

"En países con democracias avanzadas y consolidadas -dice Morales-, la baja participación podría no ser un peligro necesariamente. De hecho, variará en función de la competencia percibida por parte de los votantes entre las alternativas disponibles. En democracias menos desarrolladas, la baja participación puede abrir espacio a candidaturas independientes o, incluso, populistas".

"Dado el descontento de la ciudadanía con sus partidos, estos candidatos bien podrían basar sus campañas aprovechando el malestar ciudadano y dirigiendo un discurso antipartido. Ellos se sentirán depositario de la legitimidad política, pudiendo ejercer un bypass hacia el congreso y generando constituciones ad hoc que, entre otras cosas, podrían establecer un sistema de reelección indefinida. En algún minuto, esa democracia perderá fuerza, mostrando algunos signos de autoritarismo, lo que puede terminar con un golpe de estado, una guerra civil o, en el mejor de los casos, un juicio político al presidente", agrega.

"esa democracia perderá fuerza, mostrando algunos signos de autoritarismo"

Para prevenir estas amenazas a la estabilidad democrática en los países institucionalmente débiles se podrían implementar distintas medidas para estimular la participación. Estas pueden ser necesarias incluso en los que el sufragio es compulsivo.

"En los países con régimen de voto obligatorio sin sanciones -continúa Morales-, el funcionamiento es muy similar al de un régimen de voto voluntario. Por tanto, es imperativo colocar sanciones no sólo pecuniarias, sino que también administrativas. En los países que usan el voto voluntario, en tanto, debe existir una cuota mínima de incentivos y facilidades. Por ejemplo, el transporte público gratuito, mayor puntaje para las fichas de protección social que impliquen acceso a viviendas u otra clase de beneficios".

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Otro componente que no debe faltar es la educación de la ciudadanía, que puede ser fundamental donde la cultura política no está bien afianzada. "La participación está más asociada a otras variables que la obligatoriedad: el interés de la elección en la ciudadanía, la cultura política del país, el contexto de polarización o apaciguamiento, etc. Más que en la dupla obligatoriedad - sanción, es preferible hacer énfasis en la educación ciudadana, destacar la importancia de la participación y del compromiso con la democracia", dice Romero.

En el mismo sentido se manifiesta Barrero. "La abstención es un fenómeno que se debe combatir desde la cultura política. Esto es trabajar con los futuros ciudadanos desde las aulas de los colegios, fomentando no sólo espacios de participación política electoral, sino también promoviendo estrategias de responsabilidad (accountability) por parte de los electores", dice.

"Institucionalmente -continúa-, uno de los aspectos que se deben trabajar es el de la financiación de las campañas electorales, ya que el encarecimiento de la política, sumado a los riesgos del clientelismo, impide la participación política de ciudadanos que pueden cambiar el sistema político."

El interrogante es si la dirigencia política está realmente interesada en desarrollar una democracia más rica, con mayor participación ciudadana en términos cuantitativos y cualitativos.

"

No estoy muy seguro de que a los políticos les convenga un alza de la participación

-responde Morales. Mientras menos gente vote, menos incertidumbre. Dado que los que votan tienen preferencias ideológicas más o menos estables, la idea de abrir el padrón para que entre más gente no implica necesariamente beneficios para la clase política incumbente. Por tanto,

no harán muchos esfuerzos por estimular la participación

", concluye.