Tras el acercamiento con Estados Unidos, ¿cambia Cuba su sistema económico?

La nueva etapa de la dictadura castrista, marcada por la reconciliación con el gobierno norteamericano, podría traer aparejada una mayor apertura de la "actualización" del socialismo real que impulsa Raúl Castro

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 EFE 163
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La larga marcha de Raúl Castro para reemplazar el modelo "que ya no nos sirve ni a nosotros" como dijo años atrás Fidel, ha tenido un punto de inflexión decisivo en la normalización de las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos. ¿Sorpresa? No demasiada, si se consideran los antecedentes de las reformas económicas y políticas emprendidas por Raúl Castro desde su asunción a la presidencia con el aval explícito de su hermano. La mayor, las más importante: la actualización de la reforma agraria, ícono de la revolución y determinante en la ruptura con USA y del propio frente interno de la coalición revolucionaria de 1957-59 que reunió a los insurgentes con la burguesía cubana que instaló en la presidencia (Urrutia) uno de sus representantes emblemáticos.


La inicial reforma agraria cubana siguió puntualmente el modelo soviético: expropiación de la tierra sin compensaciones, estatización y explotación compartida eventualmente con cooperativas pero dependientes de la planificación central. El fracaso soviético no fue solamente económico: hubo diez millones de muertos, de hambre o masacrados por el estalinismo. En Cuba la reforma de 1960 condenó a la isla a la falta de alimentos y a mantener durante cuarenta años una cartilla de racionamiento de productos básicos. Nada pudieron los incentivos morales contra la ineficiencia, la falta de capitales y tecnologías, además de los factores culturales como negligencias y desinterés. Solo un viejo ingeniero agrónomo francés, René Dumont se atrevió a anticiparlo entonces en Cuba.


El sociólogo norteamericano Brarrington Moore Jr. demostró de modo muy convincente la estrecha correlación entre las estructuras agrarias y la vigencia de los regímenes democráticos. La primera manifestación: la gran revolución inglesa agraria del siglo XVII que impulsó la democracia parlamentaria y el peso de la misma en el fascismo y el estalinismo como ejemplo negativo. La hipótesis se puede probar estudiando la irracionalidad de las estructuras agraria de América Latina, su fracaso económico, su inequidad social, el sustento de oligarquías estériles y su resistencia a la democracia durante el siglo XIX, que originaran todas las revoluciones sociales del siglo veinte y fueron desmontadas el siglo pasado por distintas reformas agrarias, como condición de posibilidad del desarrollo en la mayor parte de los países de la región.


A diferencia de China, en Cuba no se restableció ahora la propiedad privada sino que se estableció el sistema que Bernardino Rivadavia dispuso en los años veinte del siglo pasado para nuestro país: la enfiteusis (abandonada luego por Rosas). El Estado nacionalizó las tierras que antes, en 1960, había estatizado; son ahora concedidas en usufructo por 99 años. Y en consecuencia habilitó el funcionamiento del mercado, de sus productos y de la apropiación de sus beneficios. La instalación de esta sistema es la noticia estratégica.


En China se habilitó no solamente el mercado sino también se modificó a Constitución y se rehabilito la propiedad privada. La diferencia puede parecer trivial, pero es relevante. No la trataré aquí por su complejidad. Como tampoco demostraré que mercado y capitalismo no conforman fenómenos sociales idénticos pero avanzo en mi hipótesis: Cuba no está regresando por el momento al capitalismo ni China tampoco agota su comprensión en un "capitalismo de Estado".


Mi hipótesis es más sencilla y nada holística: Cuba viene de expandir significativamente el espacio del mercado en relación al Estado y a establecer mejores condiciones en el uso de la ciudadaní (habilitando, por ejemplo, pasaportes en condiciones más o menos usuales). Sigue siendo una economía estatal centralizada y un régimen políticamente autoritario. El mercado no es un fenómeno exclusivamente económico. La revolución de Raúl Castro no es en torno a la propiedad privada sino a la ampliación de su espacio, la aceptación de su lógica (el costo-beneficio) y de su cultura siempre en disputa con los valores de la sociedad civil.


 AP 163
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La evolución de Cuba debe analizarse a partir de esta doble transformación estructural del sector agrario (recordando acaso que la revolución se hizo en nombre de los campesinos en 1959) y de la instalación del mercado. Ambos son una condición de posibilidad para lograr la abolición de la carta de racionamiento -una vergüenza nacional que los cubanos disimulan como heroísmo en la resistencia al bloqueo norteamericano- ante la carencia de alimentos.


Raúl Castro ha denunciado también el exceso de empleados estatales- a los que no ha vacilado en calificar como vagos e inútiles- y anunciado una reforma¿improbable? de la administración pública del Estado, el necesario complemento de un imprescindible final del "período especial". Pero dos decisiones propiamente políticas tomadas hace unos veinte años por Fidel Castro aceleraron el actual encuentro con USA: en primer lugar, Cuba abandonó, desde el asesinato del Che Guevara en Bolivia, la promoción, el amparo, acompañamiento de los grupos insurreccionales armados en América Latina; además, y por esos mismos años, Cuba tuvo una política extremadamente firme en relación al narcotráfico. Aun apoyando a las FARC en Colombia, evitó compartir la contaminación de éstas con el narcotráfico, y empujó a Hugo Chávez a cerrar la frontera venezolana a las FARC. Y están ahora involucradas en la finalización de la guerra que se libra desde hace medio siglo en Colombia. Más aún: no habrá solución pacífica definitiva en Colombia sin Cuba involucrada.


Ambas decisiones están directamente vinculadas a la seguridad de los Estados Unidos y han constituido sin duda precondiciones muy favorables para el acuerdo. Cuba será además un aliado necesario para contener la crisis venezolana que se incuba en el interior de la revolución bolivariana. En este medio siglo pasado Cuba, entre éxitos y fracasos adquirió un peso político internacional innegable (en relación a su población, territorio y PBI), dentro y fuera de América Latina.


¿Cuba sigue el camino de China o Vietnam? Las distancias geopolíticas, económicas, culturales son demasiado grandes para establecer analogías. Instalar el mercado en la actividad económica y mantener un régimen autoritario en política no parece suficiente para homologar experiencias. Simbólicamente la reanudación de relaciones cubano norteamericanos puede significar el fin de la guerra fría en un continente que la padeció medio siglo, que impidió no solamente el desarrollo económico sino el desarrollo político, generando una cultura de intolerancia, sectarismos y dogmatismos.


Cuba sigue siendo en la foto de hoy una economía de Estado- dependiente y un régimen político vertical. Pero su dinámica anuncia el tránsito lento hacia una convergencia con el orden global en formación, la vigencia de derechos y ciudadanías universales.

Es un buen punto de partida para la izquierda latinoamericana que puede comenzar a debatir aquello que los comunistas italianos hicieron después de la caída del muro de Berlín: imaginar un destino compartido entre la libertad y la igualdad, entre el crecimiento económico y la democracia, entre los derechos humanos y la seguridad de los ciudadanos. También en Cuba, en los años previos a la entrada de Fidel en La Habana, latía en los revolucionarios un sueño parecido.

El autor es profesor emérito de la Universidad de Córdoba. Ex director de la Biblioteca Nacional y ex rector de la UBA y de la UNC.