Quiénes son los legisladores que se opusieron a debatir una nueva ley contra los "trapitos"

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Viernes. El reloj marcaba las 23:12. Luego de dar vueltas durante casi 15 minutos, vio el hueco, puso balizas y estacionó su 206 rojo. No fue fácil: el espacio disponible lo obligó a realizar varias maniobras para cumplir con el objetivo. El esfuerzo le hizo recordar aquellas tardes de verano en las que iba con su abuelo a la pista de Villa Lugano a aprender a estacionar. Luego, en el examen lo obligaron a cumplir la prueba en tres maniobras, pero esta vez necesitó muchas más.

Antes de llegar allí, tuvo que esquivar una larga fila de autos estacionados en doble fila sobre la avenida Niceto Vega y a un grupo de jóvenes que bailaba sobre la calle Humboldt. En el camino no había efectivos de ninguna fuerza policial que lo guiaran.

Bajó del auto y lo encararon rápido. "Amigo, son 35 pesos", escuchó. "¿Cómo?", contestó. "Sí, son 35 pesos, pero quedate tranquilo que nos quedamos acá hasta las 5", le repitieron. Amagó con irse sin pagar: "Si cuando me voy estás por acá, te dejo una propina". Vio cómo su interlocutor se llevó los dedos a la boca y lanzó un alcohólico chiflido. Los "amigos" ahora eran 4. Su novia le pidió que se calme. Finalmente abrió la billetera y pagó. "Agradecé que no te lo rompemos todo", escuchó cuando se iba, todavía nervioso.

La historia es real y su protagonista se llama Pablo. Pasó el fin de semana pasado en el barrio de Palermo. Seguramente no fue la única. Semanas atrás, en esa misma zona, un joven se negó a abrir la billetera y recibió una golpiza feroz. Terminó internado y el caso tuvo repercusión en varios medios de comunicación.

El fenómeno no es nuevo. Hay varias bandas mafiosas que tienen distintos barrios de la Capital bajo su control. Eligen las zonas de mayor afluencia nocturna. El objetivo es facturar cada vez más. Algo similar sucede durante las tardes en estadios de fútbol y en otros ámbitos donde se desarrollan espectáculos masivos.

Pablo se alegró cuando leyó que la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires iba a discutir una ley para ponerle fin a estos "aprietes". Pero esta mañana se levantó y vio en los diarios que ni siquiera discutieron la norma. Detrás de esa decisión hubo 21 manos alzadas de quienes por ahora creen que no es necesario pensar un nuevo marco legal para regular la actividad de los "trapitos". "La ley es mala", "no es necesaria", "esconde otra realidad", alegan.

Los 21 legisladores que votaron en contra de tratar sobre tablas el proyecto son: Gabriela Alegre, Jorge Aragón, Pablo Bergel, Alejandro Bodart, José Campagnoli, Gabriela Cerruti, Pablo Ferreyra, Edgardo Form, Gabriel Fuks, Virginia González Gass, Dante Gullo, Aníbal Ibarra, María Rosa Muiños, Fernando Muñoz, Claudia Neira, Claudio Palmeyro, Paula Penacca, Lorena Pokoik, María Rachid, Marcelo Ramal y Gustavo Vera.

El despacho 6000/00 tuvo 37 votos positivos, un número alto para cualquier otra ley pero que en este caso no alcanzó por una cuestión burocrática. Así ya pasaron varias sesiones en las que la Legislatura decide mirar para otro lado.

Pablo dice que no entiende mucho sobre política y leyes. Piensa que quizás los diputados que se opusieron tienen argumentos válidos para votar en contra. Lo que no puede comprender es que sea tan difícil encontrar una solución para algo que está a la vista de todos. "Y si no me creen -desafía- intenten estacionar esta noche en Palermo".