Los escalofriantes túneles secretos de la Primera Guerra Mundial

Miles de soldados los utilizaban en Francia para desplazarse sin que se enterara el enemigo. Allí dejaron grabados recuerdos y mensajes que hoy salen a la luz

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A un siglo del comienzo del primer conflicto bélico que abarcó a la mayor parte del mundo y que llevó el poder de muerte a una escala nunca antes vista, su recuerdo sigue intacto.

Entre otras novedades, la Gran Guerra de 1914-1918 trajo los bombardeos sobre poblaciones civiles como práctica sistemática. Frente a esa amenaza incesante, en muchos casos, la única alternativa era esconderse bajo tierra.

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El fotógrafo Jeff Gusky, de National Geographic, recorrió algunos túneles utilizados en Francia durante los años del conflicto. A pesar del paso del tiempo, permanecen inmaculados y conservan el testimonio de los miles de soldados que pasaron por ellos.

"La entrada es un agujero húmedo en la tierra apenas más grande que una madriguera, oculto por una maleza espinosa, en un recóndito bosque del nordeste de Francia. Juntos nos adentramos en la oscuridad", relató Evan Hadingham, escritor de la revista, que acompañó al fotógrafo en la experiencia.

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"Después de algunos cientos de metros, el túnel termina en un pequeño cubículo tallado sobre la piedra, que recuerda a una cabina telefónica", agregó.

Entre las cosas que se pueden ver talladas se destacan los mensajes de la 26° división Yankee, perteneciente al Ejército de los Estados Unidos, que estuvo allí durante seis semanas en 1918. Entre nombres, fechas, símbolos religiosos y patrióticos, y demás imágenes, se pueden identificar más de 500 grabados que aún permanecen allí.

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Metros más allá hay instalaciones que muestran cómo era la vida de los soldados durante su estadía. Por ejemplo, hay bancos y mesas, y sobre ellos, objetos que pertenecieron a los combatientes, como botellas y cantimploras.

En total, se trata de un complejo de unas 40 hectáreas, compuesto por cientos de pequeños pasadizos que se conectan con infinidad de salas de distinto tamaño. En ellas puede encontrarse desde camas hasta equipamiento militar, como cascos, botas y cinturones.

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Pocas cosas sobresalen tanto como la capilla subterránea, que incluye la figura de un soldado francés rezando. La identidad del artista que la talló permanece desconocida.

Las condiciones de vida en los túneles estaban lejos de ser las mejores. La humedad hacía que muchos sufrieran enfermedades pulmonares, y las ratas, los piojos y las pulgas abundaban en ese ambiente hacinado.

Pero cualquiera de esas eran

pequeñas amenazas

frente al riesgo que suponía

que los enemigos descubrieran la existencia de ese mundo bajo tierra y pusieran bombas para enterrar vivos
a todos sus ocupantes

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