Ernesto Clarens, el hombre sin rostro: los secretos del financista de la "década ganada"

En los últimos diez años pasó de ser un simple broker a uno de los operadores más poderosos del kirchnerismo. En esta nota, su relación con el matrimonio Kirchner, los negocios con Lázaro Báez y su extraño perfil bajo

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 Nicolás Stulberg 162
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Camina despacio. Se mezcla en el medio de la multitud que cruza la avenida Corrientes. Es un martes del mes de marzo de 2014. Está tranquilo. Ya pasaron los tiempos en que suplicaba la protección de los medios. Aún así el anonimato le da poder. Vigencia. Su cara es desconocida y su nombre y apellido solo despierta incertidumbre.

Ernesto Clarens tiene 63 años, una historia forjada en el microcentro porteño y cimentada en el sur patagónico. La historia tiene coincidencias y el destino tiene travesuras. En los ochenta, Clarens instaló sus primeras oficinas como operador bursátil, bajo la máscara de Finmark, en el mismo edificio que funcionaba la sucursal Buenos Aires del Banco de Santa Cruz, pieza clave de la estructura estatal de la provincia patagónica por aquel entonces. El tiempo pasó y la entidad financiera santacruceña colapsó. En la pelea por la privatización y la sudestada política que soplaba en Río Gallegos, Clarens conoció a un pujante gerente del Banco de Santa Cruz: Lázaro Báez. Luego de un par de cenas y charlas, el financista se convirtió en un consejero fundamental del proceso de privatización que, luego de más de un año y medio de idas y vueltas, marchas y contramarchas, quedó en manos del grupo Eskenazi. Ese proceso fue complejo y estuvo plagado de irregularidades que llevaron al entonces procurador de la provincia, Eduardo Sosa, a iniciar a una investigación. La iniciativa no prosperó y Sosa fue expulsado de su cargo por mandato de Néstor Kirchner. En esos tiempos todo era extraño. Por su llegada directa al despacho del gobernador, Báez se transformó en el jefe del banco en las sombras y, por pedido de Kirchner, se encargó de que en el medio de cheques voladores, sea la constructora Gotti, la predilecta de los Kirchner para la obra pública, la única que cobrara sus certificados de obra. Los gestos de Báez con Gotti como operador del vaciamiento del banco le sirvieron para que, una vez desembarcado el grupo Eskenazi, llegue a la constructora como enlace entre el Estado y la empresa. Clarens ya no era el mismo: ahora tenía el teléfono directo de un gobernador y de su principal operador.

Buscando crecer en el negocio, Clarens entabló relaciones con banqueros de Tierra del Fuego y les propuso un negocio: establecer una financiera en un lugar donde ese tipo de cosas no existían. Así nació Credisol, una suerte de cueva financiera que, gracias a los contactos con Kirchner, consiguió transformarse en la única firma autorizada para la entrega de créditos a empleados públicos de la provincia de Santa Cruz. El negocio era redondo. Por contactos, apareció en Credisol para trabajar para Clarens, Mario Gerardo Finkelberg, quien fuese director y vicepresidente del Banco de Tierra del Fuego. Finkelberg estuvo investigado por presunta participación en estafas al banco y vaciamiento. Junto a Finkelberg llegaron también al sur Clara Esther Lamberti, cuñada de Clarens, y Eduardo Roca, socio del financista. Quizás, la relación entre Finkelberg y los Clarens no es casual: en 2003 Graciela Ocaña denunció al Banco de Tierra del Fuego por lavado de dinero en la simulación de compra y venta de dólares. Cuando explotó la investigación, Máximo Kirchner, el hijo de Néstor y Cristina, retiró 10 plazos fijos a su nombre por más de un millón de pesos que estaban radicados en ese banco. Los tentáculos del poder lo cubrían todo.

El triángulo Clarens-Báez-Kirchner empezó a crecer. Así Clarens se transformó en el eje central entre el Gobierno de Santa Cruz y la obra pública. ¿Por qué? Por sus relaciones, era el único que tenía la espalda necesaria para poder tomar certificados de obra pública, entregar dinero, cobrar su interés y recibir luego el ingreso estatal. La rueda se aceitó y los negocios empezaron a aflorar.

Nueve días antes de la asunción de Néstor Kirchner, Lázaro Báez creó Austral Construcciones junto a Sergio Gotti y Guido Blondeau. Un año antes, Blondeau llegó a Invernes, una financiera que Clarens tenía inactiva y que la volvió a poner en ejercicio para hacerse cargo de la constructora Gotti como gerenciadora. Además de Blondeau, Clarens puso como gerente de Invernes a Felix Di Perna, su mejor amigo. Así, el financista tenía sus lazos extendidos en el control de todos los terrenos de Báez. Tanto Austral como Invernes utilizan la misma sede social: Carabelas 241.

Di Perna conoció a su amigo cuando ambos iniciaron las aventuras de operadores de bolsa en Finmark. Hoy son vecinos en el country Ayres de Pilar e incluso juegan juntos en el equipo de veteranos del country, donde Clarens es el capitán. No es casual que el equipo use la camiseta de Vélez, la otra pasión del financista K. Di Perna también cobró un sueldo de Credisol y Austral Construcciones y es socio de Clarens y Roca en Patagonia Financial Services, otra de las empresas del hincha de Vélez. Todo se une.

Según consta en el libro de actas de Austral Construcciones al que tuvo acceso Infobae, Invernes cobró certificados de obra pública tanto de Gotti como Austral y se manejaba con una libertad descomunal en el entramado de empresas. Ese era el negocio de Clarens. Ya con Invernes controlando Gotti, la constructora que pasó directamente a formar parte del pool de empresas de Báez protagonizó la mayor estafa al fisco con la utilización de facturas truchas por más de 500 millones de pesos. En 2008 la Unidad de Información Financiera (UIF) recibió un Reporte de Operaciones Sospechosas (ROS) por giros de 53 millones de pesos de Invernes a favor de Austral Construcciones. Nunca se investigó ese dinero. El ROS mostraba un depósito en efectivo de Invernes por $11.770.000. El tablero de alertas también encendió otra luz: una transferencia de $42.821.000 desde la constructora Gotti a Invernes. Es decir, de Clarens a Clarens.

En 2007, el empresario venezolano Guido Alejandro Antonini Wilson intentó ingresar al país 800 mil doláres en efectivo por pedido del entonces titular del Órgano de Control de Concesiones Viales (OCCOVI), Claudio Uberti. Según consta en los expedientes judiciales, horas después de la incautación de los dólares, Uberti se comunicó tres veces con Graciela Ancarani, secretaria de Clarens quien trabajó con el financista por más de diez años, tanto en Finmark como en Invernes, según consta en sus registros patronales. En el momento de los llamados de Uberti, Ancarani trabajaba en Consultoría Integral de Obras Civiles SA, empresa de Eduardo Roca, el socio de Clarens y dueño de una sugestiva sociedad: Cabaña San Néstor. En 2007, Roca creó el fideicomiso Edificio Northville SA, que se constituyó para la creación de un country en Pilar. Tres años después de su creación el ente fiduciario quedó en manos de Julio Mendoza, presidente de Austral Construcciones; Fernando Butti, ex mano derecha de Báez, y de Martín Báez, hijo del empresario santacruceño.

Con prestancia y la perfección de un cirujano, Clarens supo cultivar su relación con el poder: Clarens formó Excel Servicios Aéreos, una empresa que gerencia y dispone de los aviones de varios empresarios.

Con su crecimiento, Clarens llevó sus empresas a sus hijas: María Eugenia y Natalia y a su esposa Ana María San Giorgio. Con su hija María Eugenia creó la sociedad Pampa Sports y a Natalia la nombró vicepresidenta de Thaler Agencia de Cambio, una sociedad que operaba en Santa Cruz y Tierra del Fuego como pantalla de una cueva financiera. San Giorgio aparece como directora titular. La empresa fue creada por Finkelberg, el hombre del Banco de Tierra del Fuego y empleado de Clarens. Thaler se instaló en Río Gallegos y rápidamente se la vinculó con Báez. Según un informe del Banco Central, entre 2010 y 2011, la agencia de cambio de Clarens tuvo más de 300 millones de pesos en concepto de ingresos operativos. En el medio de la profundización de los cepos de la AFIP, Thaler cerró intempestivamente sus puertas. En Pampa Sports, Clarens se involucró en el negocio de los jugadores de fútbol. "Brindamos soluciones integrales a deportistas, marcas, e inversores de diversas disciplinas, siendo nuestro rubro principal los jugadores de fútbol", sostiene la empresa que está radicada en el mismo edificio que Patagonia Financial Services, otra financiera del pool de empresas de Clarens.

El amigo del poder fue extendiendo su territorio, y junto a sus hijas montó Manfes International, LLC, y Pampa Realty Investments LLC en Miami, siempre con la impunidad del anonimato como principal escudo.

Por una investigación de la AFIP, Lázaro se vio obligado a explicar el origen de varios millones de pesos. Según una nota del diario La Nación, Báez declaró que ese dinero ingresó a la Argentina mediante valijas traídas por Adrián Calvo López. ¿Quién es? Uno de los directivos de Invernes. ¿Para que se usó ese dinero? Entre otras cosas, siempre según la declaración de Báez, para la compra de un terreno en el country Ayres de Pilar. Las casualidades existen: mismo lugar donde vive Clarens.

"Clarens fue varias veces a la Quinta de Olivos a visitar a Néstor. Lo conocíamos desde la época de la gobernación", le contó a Infobae un ex secretario presidencial. La relación y los negociados continuaron. Credisol compró como "gasto forzado" habitaciones del hotel Alto Calafate, propiedad de los Kirchner, gerenciado por las empresas de Báez. Habitaciones que nunca se utilizaron.

Pese a las cientos de irregularidades en el entramado millonario y societario, Clarens apenas es investigado por la Justicia. A veces, el anonimato genera olvido, otras la impunidad del poder ser. Por ahora, Clarens sabe de la segunda más que de la primera, aunque el olvido no es algo que lo disgustaría.