Ricardo Enrique Bochini, nacido en Zárate un 25 de enero de 1954, fue el ídolo de un tal Diego Armando Maradona y bastaría esa presentación para dar cuenta de la dimensión de jugador que llegó a ser el eterno '10' de Independiente. Liviano, sin gran media distancia ni pique largo ni cabezazo ni mucho gol -salvo en las difíciles-, el 'Bocha' fue uno de los mejores futbolistas argentinos de todos los tiempos. Apenas gritaba los goles y nunca declaró para la tribuna. Único en su especie, inimitable, como Nicolino Locche en el boxeo, este monstruo gambeteaba para adelante y daba asistencias propias de un mago.
Tenía toda la cancha en la cabeza (ojos en la nuca era una frase muy usada para describirlo) y la punta del pie más larga que recuerde la humanidad. Se retiró en 1991 y aún hoy los relatores califican de 'bochinescos' a los pases exquisitos. Ganó todo y más con el 'Rojo' y fue campeón en México '86, aunque su escasa participación nunca le permitió disfrutar este título. Sería interminable el relato de sus hazañas, así que una sola servirá para pintarlo de cuerpo entero. En el Olímpico de Roma, Independiente se jugaba ante la Juventus la Copa Intercontinental de 1973, faltaban menos de diez minutos de un partido ampliamente dominado por el local, que hasta un penal había desperdiciado. Después de una doble pared con Bertoni, quedó cara a cara con el gran Dino Zoff: definió de 'cuchara' y salió con el bracito arriba como no dándole demasiada importancia. Tenía 19 años.
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