"Desde el principio tuve la certeza de que Juan Pablo II era un santo"

A pocos días de su canonización, quien fue vocero del Papa polaco durante más de 20 años lo recordó en una entrevista para Radio Vaticano. "Su figura se articula a partir de tres verbos, rezar, trabajar y sonreír", dijo

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El español Joaquín Navarro Valls, periodista y médico, trabajó junto a Karol Wojtyla durante más de 20 años, como director de la Sala de Prensa de la Santa Sede. Ahora se prepara para vivir la ceremonia de canonización de Juan Pablo II y en charla con Radio Vaticano evoca la personalidad del futuro santo.

"Recuerdo nuestro primer encuentro con la intuición, porque todavía no era una evidencia, de que se abría una nueva página de la historia del Pontificado –dijo Navarro Valls-. Juan Pablo II, tan joven como Papa, con ese carácter incisivo, con esa apertura, esa alegría, ese espíritu de propuestas que tenía. Yo no podía más que pensar en una nueva página de la historia del Pontificado. Y hoy, con el tiempo, esta intuición ha sido confirmada y se ha multiplicado durante toda una generación. Fue un punto de referencia con el cual confrontarse, no sólo para la historia de la Iglesia, sino para la historia de la humanidad a todo nivel, desde los intelectuales hasta la gente común".

Consultado acerca de si en algún momento tuvo la sensación de estar junto a un santo, Navarro Valls, dijo que sí, que fue casi inmediato: "Desde los primeros tiempos, cuando estaba cerca de él, cuando trabajaba con él, y desde las primeras veces que lo vi sencillamente rezar; en esos momentos tuve rápidamente la certeza de que este hombre era un santo. Tenía una intimidad con Dios que era tan evidente que se correspondía con esa característica de la santidad según los criterios de la Iglesia Católica".

Para Navarro Valls, es pertinente llamar "gran comunicador" a Juan Pablo II. Pero sugirió evitar pensar que lo era sólo porque comunicaba bien en el plano formal. "Cuando la gente dice 'tiene razón', no lo dice para aprobar una bella voz o su magnífica expresividad; ¡se le da la razón a una persona que dice la verdad! Y en él me parece que lo bello, lo bueno y lo verdadero aparecían en su comunicación como cosas unidas entre sí, que entendíamos la calidad de la comunicación por el contenido de lo que estaba comunicando. Dicho de otro modo, comunicaba Dios, volvía amable la virtud, hacía propuestas que podían llenar la existencia. Pienso que allí residía la virtud de su comunicación y no sólo en el aspecto puramente formal".

En cuanto a su legado en materia de comunicación social, Navarro Valls señala que, mientras que muchas personas "parecen tener una claridad extraordinaria para decir lo que no hay que hacer y quien no hay que ser, pero no parecen tener esa misma facilidad para definir y comunicar lo que debemos ser o hacia dónde caminar si queremos ser mejores" –una ética que deja ambigüedad en el espíritu-, Juan Pablo II "¡era totalmente diferente!".

"Eso –agrega- ha quedado como una forma de evangelizar, de comunicar la verdad cristiana. Esta afirmación de la verdad cristiana debe ser propositiva. Por ejemplo, Juan Pablo II hablaba más de la belleza del amor humano que de los riesgos de una sexualidad caprichosa. No hablaba casi nunca del egoísmo sino de lo maravilloso que sería un mundo hecho con generosidad. Esta forma de comunicar proponiendo la verdad cristiana genera entusiasmo y atrae, y pienso que es en ese aspecto que su forma de comunicar queda como ejemplo. Eso es lo que nos ha enseñado Juan Pablo II".

En ocasión de la presentación de un libro que recoge testimonios sobre el papa Wojtyla –entre ellos el de Navarro Valls- Junto a Juan Pablo II. Los amigos & los colaboradores cuentan, el ex vocero del papa polaco dijo que su figura se articula a partir de tres verbos: "rezar, trabajar y sonreír".

Según él, lo más destacable del carácter de Wojtyla es que "era un hombre alegre" y reflejaba en lo cotidiano "una teología de la alegría". Y agregó que la imagen que con "más elocuencia" representa su identidad es la de "la oración".

"Ver rezar a Juan Pablo III era como asomarse a la infinidad en la que él entraba y que permitía intuir hacia dónde iba su espíritu", señaló y agregó que aunque Juan Pablo II "nunca hablaba de su vida interior", un día hablando de la Misa afirmó que era "la necesidad más profunda" de su alma.