"El kirchnerismo ha estado más cerca de la barbarie que de la civilización en muchas cosas"

Lo afirmó el escritor Hernán Iglesias Illa, quien charló con Infobae acerca de su más reciente libro, American Sarmiento, sobre el periplo norteamericano del prócer. Habló de su disputa con los nacionalistas, su vida en Nueva York, y  la "fatiga" de la crónica latinoamericana

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Natalia Bohdan
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No es cosa de todos los días que se publique un libro acerca de Domingo Faustino Sarmiento, prócer marmóreo por excelencia de la Argentina, que contenga referencias al conductor de late-night Conan O'Brien y que en sus páginas se entremezcle la historia de su vida con una irreverente crónica de viajes que es también ensayo político, soliloquio íntimo y novela epistolar.

El responsable de esta rareza es Hernán Iglesias Illa, uno de los mayores referentes del periodismo narrativo de América Latina de los últimos años, quien acaba de editar American Sarmiento (Sudamericana), en donde replica el viaje que realizó el ex presidente y gran educador argentino por los Estados Unidos en 1847, resultando en un libro ambicioso, convulso, erudito y extrañamente personal.

En diálogo con Infobae, Iglesias, recién llegado al país desde la ciudad de Nueva York, su hogar desde hace diez años, habló sobre la vigencia del debate instalado por Sarmiento, cuestionó el nacionalismo kirchnerista, y puso en duda la veracidad de las orgías sarmientinas.

-Quería empezar preguntándote por el título del libro. Cuando lo leí, inmediatamente pensé en American Psycho de Bret Easton Ellis y me pareció que era una asociación absurda. Sin embargo, a medida que lo fui leyendo, con su protagonista enamorado del capitalismo, historias de orgías, de Nueva York, me pareció que la referencia no era tan disparatada...

-La relación del título con American Psycho es sobre todo fonética, con respecto al contenido está menos claro, aunque a mí me parece un detalle fundamental en el que no muchos han reparado. De todas formas, los gringos tienen esa costumbre de titular "American" a muchas cosas, así que mi libro es más bien parte de esa tradición y no un homenaje a Easton Ellis.

-Sarmiento ha sido una de las figuras históricas más atacadas y ninguneadas por el kirchnerismo. ¿Elegir escribir sobre él puede considerarse como una toma de posición política?

-Un poco sí. Me parecía que Sarmiento venía siendo maltratado y criticado exageradamente estos años. Los argumentos en su contra eran flojos y se lo atacaba siempre por las mismas cosas. Sarmiento escribió 15 mil páginas y las frases por las que lo critican son cuatro o cinco, me parecía muy poco sofisticado. Igual no era mi intención reivindicarlo. Este es otro tipo de libro, otro tipo de tarea. Yo me enfoqué en una cuestión muy concreta, que fueron sus viajes.

-¿Admirabas a Sarmiento o te era indiferente?

-Sí, admiraba a Sarmiento, pero sabía bastante poco de él y no había leído demasiado su obra. Era una admiración escolar más bien la mía.

-¿Y qué cosas descubriste acerca de él haciendo el libro que te sorprendieron?

-Bueno, me sorprendió encontrarme con un escritor, con un tipo de 35 años que viaja por el mundo y anota lo que le gusta, lo que no le gusta, que está abierto a reírse un poco de sí mismo, a sorprenderse, a entusiasmarse...

-En el libro hacés mención a sus orgías europeas. ¿Eso te sorprendió o ya lo sabías?

-El tema de los gastos en el diario de viajes se sabe hace 30 o 40 años, así que estaba al tanto. Igual mi tesis en el libro es que no eran realmente orgías lo que él anotaba. Yo creo que eran grandes fiestas, tal vez con sexo pero no necesariamente. O quizás eran visitas a burdeles, pero visitar burdeles no implica participar de orgías. Es algo que la gente hace por una urgencia más física que espiritual. No creo que a Sarmiento le gustaran mucho las orgías, a pesar de lo que se dice. Por ejemplo, cuando leés el capítulo en el que está en Venecia, donde registra dos orgías, él está deprimido, está de mal humor, odia la ciudad...

-Era un flâneur.

-Era muy flâneur. No le gustaba llamarse romántico pero todos sus contemporáneos lo eran, todos los poetas lo eran. Uno puede renegar mucho de la época, pero definitivamente tiene un efecto en uno.

 -En el libro destacás que a Sarmiento le gustaba escribir solo. Vos que te mudaste hace diez años a Nueva York, ¿te sentiste identificado con este Sarmiento escritor y ciudadano del mundo?

-En ese aspecto, sí. Para mí mudarme a Nueva York es análogo a cuando escritores se mudan a la playa o a un pueblito de La Pampa para tener más tiempo para escribir y menos vida social. Mi pueblito, insólitamente, es Nueva York. Estoy rodeado de millones de personas, pero no conozco tantas. Así que en ese sentido, sí hay una identificación con ese Sarmiento que viajó solo y encontró tiempo para vivir y para escribir.

-Vos decís en American Sarmiento que te fuiste de Argentina para no hacer más colas, pero me imagino hubo una mejor razón para mudarte a Nueva York. ¿Cuál fue el motivo?

-El motivo más importante fue estar con mi mujer, no fue un exilio. Irme a vivir afuera no es una opinión sobre la Argentina o un comentario sobre mi carrera o como me sentía en el país ni nada, simplemente ocurrió que mi mujer vivía en Nueva York. Igual antes ya me había ido a vivir a España, así que hay un espíritu inquieto, no me disgusta vivir afuera o cambiar de lugar de residencia claramente.


Lo afirmó el escritor Hernán Iglesias Illa, quien charló con Infobae acerca de su más reciente libro, American Sarmiento, sobre el periplo norteamericano del prócer. Habló de su disputa con los nacionalistas, su vida en Nueva York, y  la "fatiga" de la crónica latinoamericana

-¿Y qué análisis hacés de la Argentina en estos últimos diez años, que obviamente coinciden con las gestiones de Néstor y Cristina Kirchner al frente del país?

-Es difícil hacer un análisis. Mi opinión en general sobre los gobiernos kirchneristas es negativa, pero eso no quiere decir que mi opinión sobre Argentina lo sea, o que me parezca que haya una gran crisis cultural de valores, etc. Además es una situación rara la mía, venir de Nueva York, que te pregunten todos cómo ves las cosas, y la verdad es que esta es mi ciudad, esta es la ciudad que me gusta, donde están mis amigos y mi familia. Así que por más opinión negativa que yo pueda tener de un momento político determinado, acá la paso bien y soy feliz. Además el que viene de afuera y dice que esta todo mal, es una figura muy poco popular en la Argentina y preferiría no personificarla (risas).

-¿Te parece que en esta década nos hemos aproximado más a la civilización o a la barbarie?

-En muchas cosas el kirchnerismo ha estado más cerca de la barbarie, pero a propósito. No es que este gobierno o el movimiento cultural alineado con el gobierno derrapó hacia la barbarie contra su voluntad. Muchas de sus elecciones han sido defendiendo lo que llamamos barbarie, muchos de los intelectuales la han elegido. Pero si ocurrió, es porque se lo eligió. Todos los conflictos con el extranjero, por ejemplo. En el libro se le presta mucha atención a eso, la relación de Argentina con el mundo. Y la relación de esta década con el extranjero ha sido conflictiva y defensiva. Desde el cepo al dólar, el turismo, que el gobierno dificulte comprar dólares para el exterior cuando hay cuentas mucho mas grandes para solucionar, cuando se dificultó la importación de libros, todas esas cosas saltan muy rápido en Argentina.

-Y por qué te parece que varias figuras del kirchnerismo, ya sea el senador Aníbal Fernández o el secretario de Cultura, Jorge Coscia, por nombrar solo dos, han hecho blanco de sus críticas a Sarmiento? ¿Qué hay de revulsivo en él?

-Yo creo que esta pasión por el extranjero de Sarmiento en las personas más nacionalistas es lo que genera más rechazo, o una indignación más fuerte. De hecho, Sarmiento desde que volvió de su viaje a Estados Unidos propuso prácticamente todas soluciones norteamericanas para la Argentina. Fue así cuando era presidente, pero también antes cuando participó en la Constitución de 1853, y hasta antes de morir. Él creía que Argentina debía tomar prestadas soluciones de otros países, y otros creían que no. Y este debate increíblemente sigue vivo. Cuando políticos proponen que el Banco Central sea más o menos independiente, y que la inflación sea baja, de un dígito, y dicen que un montón de países razonables lo hacen. Y el gobierno, el peronismo, dice "eso no importa, nosotros tenemos que inventar nuestras propias reglas", aunque eso genere inflación. Ese debate de Sarmiento entre lo extranjero y lo nacional como propuesta de políticas públicas sigue vivo. Ojalá lo pudiéramos superar, pero todavía no lo logramos.

-Cuando arrancás el libro decís que querés que te salga "enérgico, rápido y despeinado", una expresión que utilizó el propio Sarmiento para referirse a sus viajes. ¿Lo lograste?

-Sí, creo que el libro es enérgico, despeinado y rápido, pero no tanto como el de Sarmiento, que se vanagloriaba de no leer lo que lo escribía, aunque yo creo que sí volvía a leer. El mío es un libro más normal, el que uno escribe y revisa, revisa, revisa, hasta que termina. Igual es menos controlado que los anteriores, que eran libros más compactos, que los pulía hasta llegar a lo que a mí me parecía su estado más perfecto. En este me permití dejar flecos, o cosas que por ahí no me convencían pero que tenían una cierta energía.

-Vos mencionaste tus anteriores libros. Tanto American Sarmiento, como Golden Boys y Miami comparten el tema de personas que se van al extranjero. ¿Qué es lo que te interesa de esa situación, que hasta la encarnás vos mismo en tu vida?

-No lo sé realmente. Me di cuenta ahora cuando salió el libro de Sarmiento que había una suerte de trilogía, una relación entre todo lo que había publicado. Un tema en común es que tratan de extranjeros en Estados Unidos, latinoamericanos más precisamente. Y otra cosa que me di cuenta es que los tres objetos de mis libros son enemigos del nacionalismo argentino: Wall Street, Miami, Sarmiento. A los nacionalistas les gusta pegarles y yo intento defenderlos.

-Para terminar quería preguntarte por el estado de la crónica en América Latina, que fue uno de los géneros que más repercusión tuvo en la última década. ¿Notás que hay cierta fatiga?

-Sí, creo que hay cierta fatiga en la crónica. Me parece que fue un movimiento que tuvo mucha energía y trajo mucha frescura al periodismo latinoamericano, hace 5 o 10 años, y ahora le está costando encontrar el rumbo. A mí me parece que una solución es que la crónica vuelva al periodismo, porque me parece que se acercó demasiado a la literatura. Se confundieron un poco las cosas, sobre todo en las revistas. Que el tema sea lo importante, no tanto su giro literario. A mí no me importa el tema de la primera persona o la tercera persona. Ahora hay un movimiento de criticar la primera persona, a mí me da igual. En parte esto es así porque no ha sido popular comercialmente, y es un rubro eminentemente popular. La crónica debería vender bien, y aunque algunos libros vendieron bien, a las revistas les ha costado sobrevivir.