Las cifras de pobreza en Argentina arrojan números totalmente distintos según el prisma desde el que se mire. Y no sólo en cantidad, sino también en su variación anual. La tasa de pobreza llegó al 24,5% en 2012, una suba del 1,6% con respecto al año anterior, según el informe anual del Barómetro de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA).
El número es 4,5 veces mayor al de las estadísticas oficiales, ya que el Indec estimó que la pobreza fue del 5,4% durante el año pasado. A contramano de la UCA, los datos del Instituto registraron una caída de la pobreza desde el 6,5% en 2011.
Pero las diferencias no terminan allí. La divergencia entre los datos públicos y privados es de hasta cinco veces si se considera la cota máxima de la canasta básica, con una pobreza que afecta al 26,9% de las personas. "Los cálculos sobre pobreza e indigencia alternativos se apoyan en valorizaciones no oficiales aunque conservadoras", aclaran.
Si bien la tasa de indigencia tuvo una caída anual del 6,2 al 5,8% en 2012, resulta tres veces mayor a la del Indec, que fue del 1,5 por ciento.
Con todo, los planes sociales hoy esconden el número de indigentes. "Sin los programas, la indigencia afectaría al 9% de la población", dijo Agustín Salvia, investigador jefe y coordinador del Observatorio de la Universidad. Así, uno de cada 10 argentinos estaría bajo la línea de indigencia.
Los programas de contraprestación laboral beneficiaron a un promedio de 504.000 personas con un presupuesto anual superior a $5.700 millones. La Asignación Universal por Hijo (AUH) cubre a 3,5 millones de niños, unas 1,8 millones familias receptoras de $511 mensuales a fines de 2012. Este presupuesto anual de $11.200 millones prácticamente duplica al que insume el conjunto de los planes con contraprestación laboral.
Un estudio de Federico Muñoz & Asociados estima que el impacto político de la asistencia social es más mito que realidad. "El medio millón de beneficiarios de planes de empleo financiados por el gobierno nacional apenas representa un 2% del universo total de votantes", aseguran.
El alcance poblacional es mucho mayor con la AUH, ya que "cerca del 10% del padrón electoral es –de alguna manera- beneficiario de la asignación, sea como padre o como joven facultado a votar". De todos modos, la consultora estima que "la universalidad del programa diluye su eficacia como herramienta clientelar".
Para Salvia, lo más preocupante del informe es que la situación sería aún más grave "sin sistemas de protección social". La Asignación Universal por Hijo (AUH) "no pudo reducir la problemática estructural para incluir a los sectores más bajos en una plataforma de desarrollo".
Antes de la intervención
La inflación en torno al 25% anual se presenta como uno de los mayores obstáculos porque "ataca a la salida de la pobreza". Los datos oficiales estiman que una persona hoy puede comer con 6 pesos por día. "Necesitamos un instituto de estadísticas que no esté al servicio de las necesidades partidarias, sino que analice el estado real de la situación socioeconómica", completó el sociólogo.
Además, tres de cada 10 hogares urbanos perciben que su ingreso total es insuficiente para satisfacer las necesidades de consumo. Y tan sólo el 15% de los hogares considera que tiene capacidad de ahorro, una caída del 2,2% con respecto a 2011. La capacidad se reduce al 4% de los hogares en los estratos muy bajos.
La UCA solía intercambiar información con el Indec hasta el 2006, e incluso se ayudaban mutuamente con los datos. "Todo cambió en 2007", dijo Salvia. Incluso antes de su publicación, la universidad presentaba el informe a la jefatura de Gabinete, pero aseguran que ya "no hay voluntad política para presentarlo".
El estudio privado realiza en 5.712 hogares e incluye a 19.000 personas que viven en áreas urbanas con más de 50.000 habitantes del Gran Buenos Aires, Córdoba, Rosario y Tucumán, entre otros. Los datos de pobreza e indigencia durante los tres primeros años del Bicentenario argentino (de 2010 a 2012) no contemplan las áreas rurales del país.
Aunque las desigualdades sociales se mantuvieron similares en los tres años analizados en la serie del Bicentenario, los hogares de jefes en empleos precarios o subempleados, con niños, del estrato social muy bajo y de villas o asentamientos precarios, presentaron "los valores más altos de déficit".