Historia de la gordura

La obesidad se ha vuelto enfermedad e incluso epidemia. Pero no siempre tuvo mala prensa

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 Rembrandt Harmenszoon van Rijn 163
Rembrandt Harmenszoon van Rijn 163


El sobrepeso llegó incluso a ser apreciado, aunque con matices, según se tratase de hombres o mujeres. También los gordos tienen una historia…

La Edad Antigua no se preocupaba por la gordura


      

Sorpresa: son mujeres obesas las que inauguran la Historia. Los primeros rastros de sociedades humanas conciernen las "Venus" del Paleolítico superior, estatuillas femeninas con nalgas protuberantes (llamadas "Venus esteatopigias", del griego antiguo

steatos

, grasa, y pygê, nalga). Una de las más célebres es la

Venus de Willendorf

(Austria), con unos 25.000 años de edad.

Podemos suponer que en esos tiempos tan antiguos, los humanos tenían necesidad de una espesa envoltura de grasa para soportar un clima mucho más frío que el de hoy. Podemos también suponer que estas Venus no expresan la norma social sino la visión que tenían los hombres del Paleolítico de la Diosa Madre y de la fecundidad.

Demos un gran salto adelante. Henos aquí a orillas del Mediterráneo, bajo el dominio de Roma, a comienzos de nuestra era. Nada de mujeres obesas, piensen lo que piensen los Fellini. Pero, en el cortejo de Baco (Dionisio, en griego), le sátiro Silene, padre adoptivo del dios, es reconocible por su borrachera feliz y su vientre adiposo (obesidad androide).

¿Hay que deducir de ello que la obesidad en los varones romanos está asociada a la potencia, incluso a la desmesura? Algunos bustos tardíos de notables y emperadores romanos podrían llevar a pensarlo así. Pero, en ausencia de testimonios precisos, cuidémonos de concluirlo. Sólo podemos constatar que la cuestión del peso no se plantea entre los romanos.



La obesidad y la guerra



La época feudal, a partir de Carlomagno, pone de relieve tres categorías de población: el campesinado, el clero y los guerreros. Podemos pensar que los campesinos no tienen problemas de obesidad con su alimentación a base de repollo, leguminosas, habas, castañas… Poca carne y pescado; nada de azúcar.

Los curas de parroquia no están en absoluto mejor alimentados que su grey. En cuanto a los monjes, muy numerosos en ese tiempo, gozan en las grandes ocasiones de algunos agradables complementos (salazones, pescado ahumado, vino) así como de pan. Tienen un aprovisionamiento más regular. El sedentarismo y los trabajos de escritura les valen fácilmente el sobrepeso. De ahí la reputación, a veces merecida, de personajes epicúreos y hedonistas….

Los guerreros, señores y soberanos, gozan, ni qué decirlo, de los mejores platos: carne de caza, palomas, vinos,
etcétera. ¿Engordan? Nada es menos seguro. Los ejercicios físicos, la caza, los torneos y la guerra se los impiden…


Sin embargo, las crónicas señalan a algunos personajes cuya fuerte corpulencia degeneró en obesidad, conconsecuencias invalidantes…