Falta de respeto, un mal de estos tiempos

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Así como las casas se construyen sobre bases firmes, de igual modo se cimientan las bases familiares y las sociales. Éstas últimas radican en la manera en que se crean los lazos con el otro, visto como un par, en una relación que requiere principalmente respeto.

      

"El respeto es una de las bases que consiste en valorar a los demás, considerar y reconocer la dignidad de cada persona como tal; es el reconocimiento de los derechos, que son innatos a todos los seres humanos. Es, por lo tanto, la esencia de las relaciones humanas y de la vida en comunidad", dijo a este medio la licenciada Florencia Torzillo Álvarez (MN 30624), Coordinadora General de INEPA –Instituto de Psicología Argentino–.

El respeto es, por lo tanto, un derecho y también una obligación. Es un derecho porque todos podemos y debemos exigir un trato de los demás acorde con nuestra dignidad como personas. Y también es una obligación, ya que nosotros también debemos actuar de la misma manera con los demás.

Entonces, ¿por qué una persona es capaz de faltarle al respeto a otra y sin sentir tan solo un poco de culpa al hacerlo? "Porque hay algunas actitudes, en ocasiones muy enraizadas en el ser humano, que hacen que éste no trate con el debido respeto a los demás", señaló Torzillo, y definió como ejemplo de falta de respeto "el egocentrismo y la soberbia".

"Cuando alguien considera que todo va de girar en torno a sí mismo, es inevitable que tienda a despreciar a los demás y, por lo tanto, que no los trate con el respeto que merecen", agregó la psicóloga, y añadió a los ejemplos: "La intolerancia: nadie puede esperar que todo el mundo piense y actúe como uno mismo. Muchas personas no aceptan al que es diferente por el simple hecho de serlo y, en ocasiones, lo tratan de una manera despectiva. La ausencia de valores: hace que las personas basen todas sus actuaciones en conseguir unos objetivos materiales y en satisfacer sus propios deseos o caprichos sin respetar a los otros. Las carencias educacionales: hacen que muchas personas no sepan guardar las normas básicas de convivencia".

También refiere que ello suele ocurrir por "orgullo y soberbia, y todas las razones antes mencionadas. Alguien puede pensar que posee una dignidad superior a la que realmente le corresponde. En consecuencia, esta persona algo susceptible exigirá un trato y un respeto excesivos, faltando al respeto a quien le parezca que se lo merece. Por esto la culpa no existe en estas personas".

Que el irrespetuoso actúe de esa manera es "culpa" del núcleo familiar porque éste "es el centro mas pequeño de la sociedad y gran parte de nuestras dificultades comienzan ahí, en la familia. Si los padres no disciplinan a sus hijos, éstos se vuelven irrespetuosos, en menor o mayor medida".

O sea que si esos hijos tienen una formación sólida con principios morales y éticos en donde el respeto a los demás sea el principio entre ellos –si en el núcleo familiar se escuchan y poseen una buena comunicación (no se descalifican, ni se hieren, no se insultan ni se humillan)– "se aprende a tener respeto hacia el otro y eso después se lleva a cualquier relación fuera del ambito familiar".

Amor y respeto, inexistente uno sin el otro

 
      
      

"Sin respeto no hay amor. Si una pareja–-como ejemplo– se falta al respeto, por mucho amor que se tenga, ese amor se perderá. Cuando se llega a la falta de respeto, el amor puede hacer poco. Una vez que se ha llegado a eso, es difícil volver atrás. Es importante establecer relaciones fundadas en el respeto y desde ya también en el amor", aseveró Torzillo Álvarez, y añadió: "La soberbia es una actitud que se opone al respeto que todo hombre merece, ésta es definida como 'el tipo de ambición por la que exigimos a los demás que se menosprecien al compararse con nosotros´. La soberbia está relacionada con el afán de humillación, aunque no siempre sea así".

La persona soberbia, para lograr el respeto que tanto añora, utiliza métodos que son contraproducentes, que llevan a la pérdida de todo respeto. "La soberbia es la aliada a la falta de respeto de la humanidad", afirmó.

En estos carriles, es hasta lógico concluir que en una sociedad donde la falta de respeto al otro está a la orden del día, ésta nunca logre ser una sociedad justa. Porque el respeto "debe ser tenido en cuenta en todas las relaciones que establecemos con las personas que nos rodean. Si solo respetamos a quien nos respeta, aceptamos las ideas de quien acepta las nuestras, toleramos a quien nos tolera, nos ponemos en la situación que la falta de respeto produce y podemos volvernos intolerantes. Ponemos límites a algo que no debe tenerlos, pero por sobre todo estaríamos justificando constantemente todo –cada conducta y cada falta de respeto– según lo que el otro nos haga o diga".

¿Y por casa cómo andamos?

Es en el hogar donde se crean los primeros rasgos de la persona y el modo como el niño sea criado definirá qué clase de adulto será. La primera etapa de crianza –socialización primaria– es exclusiva del contacto del niño con sus padres y entorno familiar, y es ahí donde aprehende para el resto de su vida.

¿Cómo educarlos e inculcarles a niños y adolescentes el respeto al prójimo? "En principio, siendo modelos en nuestras vidas, porque no podemos pedir a las futuras generaciones lo que a nosotros nos cuesta hacer. También trasmitiendo la importancia de tratar a los demás con respeto, de esta forma el mundo sería un lugar mucho mejor para vivir. Donde hay respeto reina un ambiente cordial. Tratar a los demás con respeto es seguir una simple regla: Tratar a los demás como te gustaría que te trataran".

Finalmente Torzillo Álvarez aconseja: "Eduquemos a las futuras generaciones en el respeto. Enseñémosles que nadie está en posesión de la verdad absoluta. Que cada animal, cada planta, cada objeto y cada ser humano merecen el respeto debido. Que nadie es más que nadie, ni menos que nadie. Que nuestras ideas no son mejores ni peores, simplemente son las nuestras. Que nuestra religión no es mejor ni peor, simplemente son nuestras creencias. Que nuestro color no es símbolo de nada importante, solo una reacción de la melanina en nuestra piel. Que nuestro sexo no hace que seamos ciudadanos de primera o de segunda. Y sobre todo, enseñémosles a respetar a quien no piense así. La falta de respeto engendra odio y el odio, violencia. Y ya hay bastante de eso en el mundo".