La intimidad de Pablo Schoklender en la cárcel

El menor de los hermanos acusados en la causa “Sueños Compartidos” dio detalles de los 19 días que pasó en la cárcel. Sus rutinas, lecturas, y el regalo que dejó a su pabellón

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Pablo Schoklender supo de su última detención horas antes de que se produjera. Se lo dijo su abogado mientras cenaban. El anuncio se cumplió más rápido de lo que esperaba; ni siquiera tuvo tiempo para esperar los resultados de los billetes de lotería que compró mientras hablaban. ¿Los números que eligió? El 17 –la desgracia–, el 44 –la cárcel– y el 13 –la yeta–.

El hombre contó a la revista Noticias cómo fueron sus días en el penal de Ezeiza al que fue destinado tras la orden que dictó el juez Norberto Oyarbide. Y aunque confiaba en que la Cámara Federal le otorgaría la excarcelación –como finalmente sucedió–, lo desvelaba que un giro inesperado en la causa prolongara su estadía tras las rejas.

"Con Oyarbide nunca se sabe. Es tan imprevisible como arbitrario", dijo a esa publicación. "La causa está basada en falsedades", insistió.

Por motivos de "discreción y seguridad", el menor de los Schoklender logró ser recluido en el pabellón de extranjeros. Según dijo, temía que algún interno lo escuchara decir algo "comprometedor". También consiguió que cumplieran otro de sus pedidos: no estar con su hermano Sergio, con quien está peleado.

En su relato, Pablo dijo que se bañaba todos los días. También lavaba y planchaba su ropa. Contaba con sábanas que le llevó su novia y se ejercitaba en su celda levantando bidones de agua.

"No es una cuestión de confort, sino de no perder la identidad", se justificó. Y añadió: "Estaba privado de mi libertad; no de mi dignidad. No quise dejar de ser quien soy por estar preso".

      

Durante esos casi 20 días, leyó las más de 1.500 hojas que tiene la causa (además de García Márquez y la biografía de Jorge Lanata que hizo Luis Majul). Siguió cada detalle en contacto con su pareja y su defensor. Hasta escuchó con atención los programas de radio con información judicial, y fue por ese medio que se enteró que posiblemente dejaría el lugar el 4 de marzo.

En ese pabellón, el extranjero era él, y también Alejandro Gotkin, el contador de la empresa Meldorek, también involucrado en la investigación por el supuesto desvío de fondos públicos que la Fundación Madres de Plaza de Mayo debía destinar a viviendas. Sus compañeros provenían mayormente de países de la ex República Soviética.

Entre las actividades que hizo Schoklender para pasar el tiempo estuvo el ping pong. Según dijo, su buen juego le permitió hacerse de un título de "campeón internacional amateur", tras vencer a sus compañeros.

Atento a las costumbres de la cárcel, el día que salió en libertad Schoklender regaló al pabellón el reproductor de DVD que le había llevado su novia.