Pocas expectativas en el inicio de cumbre Río+20

El entusiasmo palidece en comparación con histórica Cumbre de la Tierra de 1992. La crisis europea y la desaceleración global distraen la atención. El abismo persiste entre las metas de países ricos y en desarrollo

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El ánimo para la cumbre sobre el desarrollo global que se celebra esta semana en Brasil con la presencia de casi 120 jefes de Estado no podría ser más diferente al visto hace dos décadas, cuando los principales líderes mundiales se reunieron en Río de Janeiro para la histórica Cumbre de la Tierra.

Desde ese entonces, las preocupaciones sobre el cambio climático y la deforestación han dejado de ser lejanas para capturar finalmente la atención del mundo. Esto derivó, en los últimos años, en la firma de un tratado global sobre biodiversidad y en la toma de decisiones que allanaron el camino para la suscripción del Protocolo de Kioto.

Sin embargo, ahora el interés de los líderes globales está puesto en otro lado. En vez de en las energías limpias, la seguridad alimenticia y los océanos -entre otros temas agendados para la cumbre-, el foco de las autoridades políticas está puesto en la endeudada Europa, en las turbulencias en Oriente Medio y en la campaña presidencial de los Estados Unidos.

Aunque se prevé que más de 50.000 personas lleguen a Río de Janeiro para participar en este evento conocido como Río+20, que comienza el miércoles, se esperan pocos resultados concretos. En el mejor de los casos, los funcionarios podrían hacer más claras las llamadas "metas para un desarrollo sustentable", un conjunto de objetivos económicos, ambientales y sociales cuyos defensores creen que podrían llevar al mundo hacia el camino del desarrollo.

Las perspectivas son tan débiles que el principal negociador de Brasil advirtió en la antesala del encuentro que la cumbre corría el riesgo de quedar rehén de otras prioridades. "Estamos aquí para pensar en el largo plazo, no sobre crisis que podrían ser superadas en uno o dos años", dijo Luiz Alberto Figueiredo, un subsecretario de la Cancillería brasileña.

Pese a los intentos de Figueiredo por destacar la importancia de la cumbre, oficialmente llamada Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sustentable, las expectativas siempre han sido bajas. El presidente Barack Obama dijo hace ya meses que no asistiría, mientras que los líderes de Alemania y Gran Bretaña tampoco serán de la partida. Lo más probable es que muchos de los líderes que sí asistan concentren su atención en los temas económicos globales que se discutirán este lunes y martes en el encuentro del Grupo de los 20 en México.

Pese a todo, algunos rechazan la idea de que la cumbre de Río no vaya a arrojar resultados. El ex presidente estadounidense Bill Clinton, durante una conferencia telefónica sobre temas ambientales, calificó a Río+20 como una importante "conferencia de trabajo". "Todo el mundo ha hecho los discursos que podía hacer", dijo Clinton el lunes y señaló que las delegaciones de los Estados Unidos y Europa serían productivas pese a la ausencia de los principales jefes de Estado. Su esposa, la secretaria de Estado Hillary Clinton, liderará la delegación estadounidense.



Foco en desarrollo, no en medioambiente

Brasil, una voz importante en el debate ambiental mundial al albergar la mayor selva del mundo, busca moderar las esperanzas de los ecologistas que buscan repetir la cumbre de 1992.

Tras haber crecido a tasas fuertes en los últimos años, Brasil y otras potencias emergentes se niegan a poner las metas sobre el medioambiente por delante de sus necesidades de desarrollo. "La cumbre no puede ser solamente sobre el medioambiente. Tiene que ser sobre desarrollo", dijo Antonio Patriota, ministro de Relaciones Exteriores de Brasil.

Los ambientalistas advierten que el planeta está peor ahora que en 1992. En medio de un constante derretimiento de los polos, de emisiones récord de gases de efecto invernadero y de una población mundial que alcanzará al menos los 9.000 millones de habitantes para 2050, las actuales políticas han hecho poco por suavizar las demandas de los humanos sobre el ecosistema global, sostienen.

Una diferencia clave con la cumbre de 1992 es que ese encuentro fue la culminación de años de trabajo sobre negociaciones para forjar algunas de las primeras reglas internacionales sobre medioambiente de la historia. Esta vez, en cambio, es el comienzo de un proceso para establecer las denominadas "metas para un desarrollo sustentable".

Una vez establecidas, las metas se sumarían a otra serie de objetivos, conocidos como "los objetivos del milenio", que los miembros de Naciones Unidas prometieron cumplir al menos en 2015. Estas metas incluyen erradicar el hambre y la pobreza extrema, mejorar el acceso a la educación y reducir la mortalidad infantil.

Las negociaciones de la ONU están activando lentamente un proceso que requiere encontrar puntos en común entre los 139 países miembros y estrechar las enormes diferencias en las prioridades del mundo rico y en desarrollo. "Los objetivos específicos difieren globalmente, entre y dentro de las sociedades", escribió el economista Jeffrey Sachs en un reciente ensayo.

Las delegaciones que preparan la declaración final de encuentro no han logrado, en los últimos días, acercar las posiciones. Después de que los planes para elaborar un borrador para el fin de semana fracasaran, las delegaciones están luchando ahora por tener algo listo para cuando sus líderes lleguen a Río a mediados de semana.

Río prepara, mientras, la logística del encuentro, el cual generará trastornos de tránsito para sus residentes. Entre los asistentes a la cumbre se encuentran el presidente ruso, Vladimir Putin, el primer ministro chino, Wen Jiabao, y el presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad.