Cáncer, el mal de los presidentes latinoamericanos

La región sigue conmovida por la sucesión de problemas de salud de actuales y ex jefes de Estado. Hugo Chávez, Fernando Lugo y Lula da Silva lidian con tumores malignos. El de Cristina Kirchner es el último caso

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A diferencia de lo que sucede en los Estados Unidos, donde los gobernantes son más longevos que el común de la gente -según afirma un estudio Universidad de Illinois-, en América Latina el poder parece traer problemas de salud a que quien lo ejerce.

El 2011 comenzó auspiciosamente con la celebración de los presidentes de Paraguay, Fernando Lugo, y de Brasil, Dilma Rousseff, por haber superado cada uno un linfoma. Ambos políticos, a pesar de las sesiones de quimioterapia, mantuvieron su agenda y no se tomaron licencia para combatir la enfermedad.

El mandatario paraguayo cumplió con sus obligaciones de estadista, mientras que Rousseff no se apartó de su cargo como jefa de Gabinete de Lula da Silva.

En mayo, sin embargo, los medios brasileños regaron versiones sobre una recaída en la salud de la mandataria. Se dijo que padecía problemas inmunológicos causados por el tratamiento contra el cáncer, diabetes de tipo 2 y trastornos hormonales. Incluso se vinculó la neumonía que padeció poco después de asumir, el 1º de enero, con esas causas. El Gobierno siempre desmintió esos rumores y aseguró que la salud de Rousseff era óptima.

A mitad de año, Venezuela y todo el continente quedaron estupefactos ante una noticia insospechada: Hugo Chávez estaba grave. La enfermedad del mandatario venezolano ocupó las primeras planas de los diarios de todo el mundo. En una visita a La Habana, donde se reuniría con Fidel y Raúl Castro, fue sometido a un control médico tras una descompensación y se le detectó un tumor maligno, el cual fue extirpado.

El gobierno venezolano extendió el mayor tiempo posible el hermetismo sobre el mal que padecía el bolivariano hasta que él mismo puso fin a las múltiples versiones. Lo hizo en cadena nacional, el 30 de junio, desde Cuba, aunque sin precisar el tipo de cáncer que le hallaron.

El tratamiento de quimioterapia lo mantuvo alejado de Caracas, pero no del poder. Desde la isla y en medio de críticas opositoras, gobernó a fuerza de decretos, y sus reuniones de gabinete tomaron la forma de comunicaciones telefónicas con la emisora oficialista Telesur.

La falta de claridad y transparencia sobre la salud de Chávez llevó a tejer nuevas hipótesis sobre la gravedad de la enfermedad, la expectativa de vida del mandatario y sobre si se había curado o no.

Aún sin superar la conmoción causada por el cáncer del presidente venezolano, los latinoamericanos recibieron un segundo shock. Uno de los líderes más carismáticos de la región, el brasileño Lula da Silva, fue diagnosticado con cáncer laríngeo. El 29 de octubre, el ex jefe de Estado se realizó un chequeo médico: tenía un tumor alojado en la garganta.

Horas después, las autoridades del hospital Sirio-Libanés de San Pablo -donde también fueron tratados Fernando Lugo y Dilma Rousseff- ofrecieron los detalles del cuadro patológico y del tratamiento que seguiría el popular ex gobernante.

Desde entonces, las imágenes sobre el avance en las etapas del tratamiento han sido difundidas por el propio dirigente del PT (Partido de los Trabajadores).

El martes 13 de diciembre, el ex presidente recibió el alta médica tras someterse a su tercera y última sesión de quimioterapia. Los médicos aseguraron que el tumor disminuyó un 75 por ciento.

Durante el año, el foco de la atención también recayó sobre la salud de otros dos presidentes: el nicaragüense Daniel Ortega y el haitiano Michel Martelly.

Una seguidilla de viajes con supuestos fines de control médico abrió rumores sobre enfermedades graves que ambos padecerían.

En el segundo semestre, Ortega visitó La Habana en varias oportunidades. Luego de que se conociera que su aliado, Hugo Chávez, se trataba allí de un cáncer, varios analistas sugirieron que el gobernante centroamericano recibía tratamiento por un cuadro similar.

Martelly, en tanto, se trasladó dos veces en menos de un mes a los Estados Unidos para ser atendido por especialistas, aunque la Presidencia siempre evitó especificar las razones de esas consultas.

Los jefes de Estado de Bolivia, Evo Morales, y de Ecuador, Rafael Correa, sufren esporádicamente de malestares causados por las operaciones de rodilla a las que debieron someterse el año pasado.

Mientras que en Cuba se guarda como "secreto de Estado" el mal que alejó a Fidel Castro del poder y que llevó, en 2006, a su hermano Raúl a reemplazarlo en la jefatura del Estado, el Gobierno del Brasil optó por la transparencia, tanto en el caso de Dilma Rouseff como en el de Lula, y el de Paraguay hizo lo mismo ante el linfoma de Lugo.

El estricto silencio oficial, tradicional en los regímenes estalinistas como el cubano, fue adoptado también por Chávez, quien hasta hoy jamás especificó siquiera qué tipo de tumor enfrentó.

Lula da Silva, en cambio, asumió una postura transparente, más característica del espíritu democrático. Hizo público su padecimiento horas después de que le fuera diagnosticado y ha ido compartiendo el avance de su tratamiento a través de imágenes y videos en un intento por mostrase humano y transmitir fuerzas a otros enfermos.

En la última semana de 2011 se conoció el último caso: la presidente argentina Cristina Kirchner fue diagnosticasda con un "carcinoma papilar en lóbulo derecho de la tiroides". El tumor, si bien necesita ser extirpado, no ha generado metástasis. Esto le permite someterse a una cirugía reparadora que, según los pronósticos de los especialistas, tiene una alta probabilidad de resultar exitosa y no dejarle secuela alguna.

Al igual que en el caso de Lula, Kirchner -que había reasumido la presidencia el 10 de diciembre tras ser reelegida con más del 50% de los votos- no ocultó su padecimiento y en el comunicado oficial emitido el martes 27 se dieron detalles de su enfermedad, además de poner en claro su agenda médica: cirugía el 4 de enero de 2012, reposo de tres días en la clínica y licencia hasta el día 24.

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