
Contra todo pronóstico, Racing sacó adelante un partido que parecía imposible y consiguió quedarse con el clásico de Avellaneda ante Independiente. Cuando tenía dos jugadores menos por las expulsiones de Gabriel Arias y Leandro Sigali, la Academia marcó el gol que le dio el triunfo ante su acérrimo rival y festejó ante su público en el Cilindro.
Más allá de la heroica actuación del equipo dirigido por Sebastián Beccacece, el encuentro contó con varias acciones de tensión y color por parte de los protagonistas. A los 23 minutos del complemento, el capitán Lisandro López abandonó la cancha bajo una lluvia de aplausos y extenuado por el sacrificio que debió hacer. Cuando el cartel luminoso del cuarto árbitro mostró el número ’15′, Licha le cedió la cinta a Iván Pillud no sin antes pasar por al lado del árbitro Patricio Loustau y dedicarle unas palabras. “Nos mataste”, le repitió el delantero al árbitro debido a las dos tarjetas rojas que les había enseñado a los jugadores de la Academia.
A los 41 minutos, Marcelo Díaz convirtió el agónico gol para los locales y provocó la emoción de todo el estadio. Uno de los festejos más desaforados fue el de Diego Milito desde uno de los palcos. La cámara enfocó al manager que no se pudo contener ante la conquista del volante chileno y lo celebró de manera desenfrenada. “¡Gol! La puta que los parió”, fue el grito del Príncipe mientras golpeó con fuerza la ventana del lugar en el que se encontraba.
Debido a las continuas peleas entre los jugadores en el campo y la interrupción constante de juego, Loustau decidió adicionar cinco minutos más -y luego otros cuatro-, por lo que los futbolistas de Racing empezaron a hacer tiempo y enfriar el encuentro. Fue ahí que la transmisión oficial pudo enseñar como Javier García, el arquero que ingresó en lugar del expulsado Arias y que fue vital para la victoria con tres atajadas claves para su equipo, le pidió a los alcanza pelotas que ocultaran las pelotas. “Escondé las pelotas”, le exigió el portero a uno de los juveniles que estaba detrás de los carteles de publicidad.
Apenas restaban unos segundos de juego, ambos equipos contaban con nueve jugadores en el campo y los seis cambios ya había sido realizados cuando Nery Domínguez debió dejar el campo por una dolencia en su hombro izquierdo. El jugador pidió volver a ingresar y así lo hizo pero con un detalle: decidió hacer un agujero en su camiseta para colocar su dedo pulgar y así sostener su brazo para amortiguar el dolor. Una imagen conocida en el fútbol argentino, cuando José Tata Brown hizo lo mismo en la final del mundo ante Alemania en 1986. Fue así que, pese a la lesión, el zaguero del equipo local consiguió terminar el partido y no dejar con otro futbolista menos a su equipo.
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