Piti Fernández: "El país tiene 50 millones de habitantes pero nos vienen a ver 23 mil, es bastante poco"

El líder de "Las Pastillas del Abuelo" lanza su proyecto en paralelo: un disco propio basado en poemas de su abuelo. "El árbol genealógico tira, pero a veces los precios a pagar son enormes", dice

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Piti Fernández es la voz de Las Pastillas del Abuelo, grupo que tomó trascendencia en el rock por fusionar candombe, chacarera, country y jazz. Sus letras son reflexivas y cada vez atraen a más adolescentes. Si bien continua en ese proceso, para Fernández llegó el turno de lanzarse como solista con su primer disco, Conmigo mismo.

Este proyecto personal -en paralelo a Las Pastillas…– se basó un libro de poemas editado por Francisco Betancor, abuelo de Piti, hace unos cincuenta años. Y en cada canción se recrean vivencias de distintos integrantes de la familia, lo que le permitió al cantante hacer un revisionismo de su árbol genealógico que lo lleva a una conexión musical intimista e introspectiva, combinando el rock con el folk.

Así es como Piti se anima a encarar un nuevo desafío donde no sólo vuelve a sorprender con historias que invitan a la reflexión, sino que habla en primera persona, dejando la puerta abierta para descubrir un poco más su propio mundo.

—¿"Conmigo Mismo" está inspirado en poemas que te dejó tu abuelo?

—Son cinco poemas de mi abuelo, como "Esperándome conmigo mismo", "Le tengo miedo al silencio", "Flores blancas, flores silvestres". Son perlitas que nos dejó en un libro. Yo ya había ido a buscar algo ahí cuando estaba falto de inspiración pero nunca había agarrado las poesías completas. Y con mi primo que, también es guionista, las reformulamos un poquito, nos pusimos en sus zapatos para ver qué más hubiera querido decir que no estaba en esa poesía, y las hicimos canción. Me gusta inspeccionar un poco mi árbol genealógico, y el hacerlo canción cierra hermosamente.

—¿Cual es la historia de la canción "Esperándome"?

—Es un inédito de "Pastillas del Abuelo". No está en ningún disco pero la tocamos en alguna formación, sólo que esta vez lo traje a colación porque justamente es la imagen de mi abuelo depositando las cenizas de mi abuela en las olas, y diciéndose que quizás mi abuela esté esperándolo, contemplándolo en ese momento, ayudándolo también a pasar ese momento. Y es una linda pintura.

—¿Qué te dejó tu abuelo?

—El arte y el poder escribir. No sé si la misma lírica: él era un poquito más melancólico. Yo tengo mi melancolía pero trato de meterle luz, y un poco de fe y esperanza. Mi abuelo directo que ya hacía poesía, se había generado un libro de 50 copias. Es alucinante pensar que hoy hay miles del mismo libro, replicado.

—¿Y algo que hayas aprendido gracias a él?

—Era un tipo alegre o por lo menos sabía darse de estar triste y ser alegre con los niños. Él nos contaba unos cuentos que yo después lo seguí con mi familia con los nuevos sobrinos que fueron saliendo. Yo era "Ojo de Águila", mi primo era "Pluma de Pro, Diego "El invencible", Juan Pablo "El valiente". Ahora somos todos superhéroes de los cuentos de mi abuelo. Y yo después lo seguí con ellos. Él era un tipo alegre en ese momento. El mundo de fantasía aparecía cuando estaba el abuelo.

—¿Estamos condenados por los genes?

—Y… el árbol genealógico tira para que vos veas que sos parte de ese árbol. Pero a veces los precios a pagar son enormes, como una enfermedad hereditaria o cosas así. Es muy loco.

—¿Tus letras son un espejo de tu vida?

—Algunas sí y algunas no. Algunas también son poesías de Beto Sueiro, un compositor con quien me llevo muy bien componiendo y que metió tres temas acá: una canción de mi viejo, una de mi vieja y otra de mi hija. Algunas son vivencias. En "Pastillas del Abuelo" lo mismo, sobre todo las que hablan de personajes: son personajes que me cruzo por la calle o íntimos amigos.

—Y la que más te identifica, ¿cuál sería?

—Una que es muy reflexiva, y me encanta. Creo que ahí hay un montón de cosas, sobre todo después de haber estudiado un poco de PNL (Programacion Neurolinguistica) y coaching. Se llama "Hasta acá nos ayudó Dios". Tiene una estrofa dedicada al lenguaje gestual y corporal.

—¿Te sirvió estudiar PNL?

—Sí, para comprender también que a veces algunas conductas pueden ser programadas, reprogramadas y a veces somos víctimas de eso. Y a veces somos afortunados al entender la programación neurolingüística y cómo el lenguaje programa las neuronas.

—¿También estudiaste Letras?

—Sí, pero poquito. No pude con el régimen educativo, no me llevé bien con la facultad. Preferí leer por mi cuenta y olvidarme también de las cosas que quería olvidarme en el momento que lo quería hacer, y acordarme de otras cosas.

—¿La estructura no va con vos?

—Tal vez tenga que hacerme cargo de algunas limitaciones. Soy un tipo que lee mucho, pero también me olvido mucho de la información en sí. No sé en qué fecha se cruzaron los Andes pero sí me preocupa saber qué carajo estaba pensando San Martín en ese momento o qué parte del cuerpo le dolía. Me imagino cosas que van para otros lados. Eso no sé si se lleva muy bien en la facultad, si se ponen a pensar mucho en lo que sentían las personas en ese momento.

—¿Qué buscás transmitir?

—Espero que sea genuino toda la belleza que pasa entre la gente que vibra conmigo. A veces me pongo un poco a ver un visión macro de todo el Universo y de repente me encuentro con que este país tiene 50 millones de habitantes, y a nosotros nos vienen a ver 23 mil: es bastante poco. Supongo que hay 40 millones que no conocen a "Las Pastillas del Abuelo". Dos millones son los amigos que tenemos en Facebook, otros tres millones con quienes debe andar todo bien, y otros siete millones que nos odian. No sé. Una cosa así. Con tan poco, con ese puñado de gente, hacemos cosas tan hermosas que lo único que queda es disfrutar. Es suficiente.

—¿Y la "Diosa de la transformación", esa canción que era para tu mamá? ¿Se enteró?

—Sí. Le encanta. Ahora hay una situación… El tiempo pasa y las cuerdas vocales me están jugando una mala pasada: no llego a unos agudos de esa canción. Entonces me dice que tengo que ir a clase porque tengo que seguir cantando su tema. Es un temazo, la verdad. Yo lo disfruto muchísimo. En Ferro lo cantó la gente prácticamente, y se vino el estadio abajo. Es un momento muy lindo que yo pasó con ellos, y ella también.

—¿Supiste desde chico que te querías dedicar a la música?

—Siempre escuché mucha música. Mi vieja me subió al escenario rápido: con seis añitos o siete ya parodiaba un poco a Piazzolla, "Una balada para un loco". Pero cantar o rockear fue en un cumpleaños de 12 años de mi primo que le regalaron una guitarra y yo pude tocar una canción. Se me hizo fácil y fui formando la melodía con un dedo y dije: "Esto es evidentemente fácil". Ahí empecé a tocar.

—¿Qué es lo que mantiene unidos a "Las Pastillas del Abuelo"?

—En parte supongo es este oxígeno para todos porque los pibes están en muchos emprendimientos. Nos permite a todos estar bien atentos y bien presentes, disfrutar el momento y el ahora como "Pastilla del Abuelo" porque sabemos que después hay otras ramas. En el momento que hay que estar, hay que estar a full.

—¿Te siguen generando nervios estar arriba del escenario?

—Sí. Ni hablar. Sobre todo ahora que tengo una guitarra colgada y debo empezar a rendir en esa búsqueda que supe abarcar muchísimo de adolescente cuando estudiaba y tenía que repasar escalas. Después se me fue un poquito el oficio porque agarré el micrófono y con la otra mano empecé a decir cosas. Me olvidé de los acordes de las canciones que yo mismo creaba para dárselas a los pibes y que ellos las desarrollen. Volver a agarrar la guitarra es volver agarrar el oficio, y supongo que los primeros shows serán para eso, para evitar después el tembleque de piernas.

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