Gerardo Rozín elige los platos de los políticos: ¿qué le cocinaría a Mauricio Macri, Cristina Kirchner y Lilita Carrió?

El conductor de "Morfi, todos a la mesa" aceptó la propuesta de Teleshow y elaboró un menú para los principales referentes de la política. Además, habló de sus comienzos en la televisión, de su vida amorosa y de la paternidad

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A los quince años ya trabajaba en el Canal 3 de su Rosario natal. Apasionado por el periodismo y la comunicación, pasó por todos los rubros: productor, periodista y conductor. Su boleto a la fama llegó de la mano de Nicolás Repetto, quien lo impulsó a que estuviera por primera vez delante de cámara. Desde ese entonce nunca paró. Gerardo Rozín (47) es un soñador que logró cumplir casi todos sus objetivos en la vida.

La pregunta animal, Hora Clave, el programa de Mariano Grondona del que formó parte, y Gracias por venir fueron ciclos que marcaron su vida. Ya consolidado en la pantalla, hoy comparte todos las mañanas con los argentinos desde Morfi, todos a la mesa. Desde Telefe, Rozín se muestra como un conductor innovador y multifacético, fusionando cocina, entrevistas, música y humor. La fórmula de su programa funcionó: buen rating, buenas críticas y tres premios. Como postre, acaba de sacar un libro con las mejores recetas populares "pero cancheras", las técnicas básicas y profesionales, las claves para saber comprar y los secretos gourmet.

—¿A qué le atribuis el éxito de "Morfi"?

—"Morfi" llegó en un momento donde parecía que no se podía hacer algo distinto a la mañana. Había buenos programas de cocina y un poco de todo, pero esta mezcla un poco festiva que "Morfi" plantea no existía. Más allá de mí, entiendo que el programa es inteligente y aborda con humor cuestiones que a esa hora están bien. Por otro lado, fueron muy buenos los cocineros. Es un programa de cocina que tiene show, mucho show. Hacemos musicales, algo que es difícil de ver en ese horario.

—¿La magia del programa está en la cocina?

—Para mí sí. La cocina, desde el punto de vista de los platos, y también desde un lugar aglutinante, o sea, las charlas más entrañables que tenemos con nuestros padres son en la cocina o en el auto. Me parece que es así. La cocina tiene esa mística.

—¿Cuál dirías que es la diferencia entre la mesa de "Morfi" y la mesa de Mirtha Legrand?

—Primero, que Mirtha es Mirtha. Y segundo, que nosotros no tenemos la misma búsqueda. Ella se sienta a la mesa a buscar títulos periodísticos y nosotros nos sentamos a comer lo que nosotros mismos cocinamos. La comida es como el premio después de la construcción del plato y del clima. En general, las entrevistas que se hacían en la mesa eran más intimistas o festivas, pero también en relación a eso que cocinamos.

—¿Una mujer te conquistaría por la cocina?

—Sí… Bueno, no solamente. Me he fijado en otras cosas, no te quiero mentir, pero sí es una buena manera de comenzar una conversación. Ya sea en plan seducción, en plan amistad o en plan trabajo. Arrancás comiendo rico y la cosa va…

—Si tuvieras que prepararle una receta a Mauricio Macri. ¿Qué le prepararías?

—Yo tuve la posibilidad de servirle a Macri. Comí con Macri por una circunstancia muy particular: Julio Bárbaro era mi suegro y lo invitó a comer. Julio cocina extraordinariamente bien y tiene una casa muy chiquita, entonces nos pidió el living y compartimos esa comida. Sé que frito no come. ¿Y qué le serviría? Se me ocurre que está muy pendiente de cómo impacta la imagen. Livianito…

—¿Algo light?

—Una cosa livianita. Yo lo encararía por el lado de un ceviche rico para, de paso, proponerle algún plato de este lado del mundo para que disfrute.

Se me ocurre que Macri está muy pendiente de cómo impacta la imagen. Le haría una cosa livianita

—¿A Cristina Fernández de Kirchner?

—Se me ocurre que es una señora que debe hacerte saber qué es lo que quiere comer.

—¿No le pedirías nada?

-Preferiría preguntarle…

—¿A Lilita Carrió?

—Le serviría una cosa más porteña: un bife de chorizo importante o una buena pasta.

Cristina es una señora que debe hacerte saber qué es lo que quiere comer. Preferiría preguntarle…

—¿A Sergio Massa, algo particular?

—El problema de Massa es que es fanático de Arjona: me hace pensar que debe comer la carne recontra seca. Respeto el gusto de todo el mundo, musical y gastronómico, pero si decís Arjona, decís carne hecha una suela. Supongo que le serviría una pastita para no entrar en conversaciones que no llevan a ningún lado. No gastaría un pedazo de carne en él porque no lo valoraría. Yo lo serviría a punto y entraríamos en discusión. Una pasta.

—¿A Florencio Randazzo?

—Le serviría un pescadito sin sal.

—¿Por qué sin sal?

—Para que practique un poco, así le pone un poquito de sal al asunto porque le estaría faltando… Un pescadito sin sal, así le puede poner. Nada muy picante.

Massa debe comer la carne recontra seca: no gastaría un pedazo de carne en él porque no lo valoraría. Yo lo serviría a punto y entraríamos en discusión

—¿Como te definís?

—Me siento un productor de televisión, orgullosamente. Me gusta el producto que hacemos. Me gusta que seamos coherentes con lo que queríamos hacer. Por supuesto, adaptándonos a la coyuntura pero sin corrernos mucho de lo que queríamos hacer. La verdad que tengo la suerte de tener un montón de gente muy talentosa y me puedo dar el lujo de ser productor. ¿Qué quiere decir? Hago el dibujito y entre el ingeniero civil, el albañil y el que ilumina, la casita sale. Me da mucho orgullo.

—¿Cómo te sienta la conducción?

—Cada vez mejor. El hecho de poder jugar con el humor al aire me da libertad. Este programa que hacemos nos deja este espacio para divertirnos más, para hacerlo más en joda, y eso me parece que me agrega una herramienta.

—¿Es difícil unir el periodismo con el humor?

—No, es lo más fácil del mundo. Lo que se necesita es libertad. Me crié viendo gente que hacía periodismo con humor. Soy de la generación que durante la adolescencia leyó la revista "Humor" y vio "La noticia rebelde". Necesitás convicción y libertad.

—¿Te imaginabas de chico estar delante de una cámara o tener un programa propio?

—En radio sí, porque hice radio desde muy chico, pero no en tevé. Fue una decisión de Nicolás Repetto que me cambió la vida y me agregó otra posibilidad. También el tipo de programa que yo produzco es un tipo de programa que me necesita como conductor. Están pensados un poco a medida.

En el amor siempre me fue muy por encima de mis posibilidades

—¿Cómo ves hoy el oficio del conductor, pero también del periodista? 

—No hablo de los colegas como yo. Decidí hace mucho tiempo ser cocinero y no crítico gastronómico. Yo hago mi programa y al que le gusta, le gusta y al que no, tiene otro para mirar. Cada vez tenés más opciones. No estás obligado. Me parece que en ese sentido hay cosas como una crítica fácil sobre los colegas, en la que por supuesto yo también a veces caigo, que me parece horrible. La gente que tiene la posibilidad de proponer algo, de construir un programa de televisión, se debe concentrar en eso que está haciendo. Dale lo mejor que puedas al que viene a comer a tu restaurante y dejá que el resto pueda comer también que algo bueno tendrán, sino, no tendrían gente. Trato de evitar eso porque cuando lo veo me irrita. ¿Qué necesidad? Hablá de vos, de lo que hacés… Es una conducta súper nuestra, muy argentina, que a mí me molesta un poco.

—¿Qué notás en la tele hoy?

—Veo que siempre está a punto de caerse, y siempre a punto de sobrevivir. Siempre aparece un programa nuevo que la rompe, o una idea nueva que mejora las cosas. Todo el mundo puede encontrar lo que está buscando. Es muy difícil que de todas las propuestas que tenés, no enganches una para tu nicho. Es más difícil la televisión abierta porque necesitás agarrar mucha gente, y en el afán de agarrar, las propuestas son menos pretenciosas. Está pasando poco. Si la comparo con otras industrias de la Argentina, y creo que la industria de la tele hace mejores cosas que muchas otras industrias que yo encuentro como consumidor.

Con los hijos hay que saber cuándo hablar, cuándo callarse, cuándo poner un límite

—Beto Casella suele decir que una vez que un programa hace dos cifras de rating, el conductor se separa de su pareja: nadie soporta dos cifras de rating. ¿Estás de acuerdo? ¿Te pasó?

—No lo había pensado así… Si Beto lo dice, debe ser así. Yo tiendo a pensar parecido en esas cosas con Beto, y cuando no, me preocupo porque debo estar equivocado. La verdad es que en los últimos 20 años entiendo que ha sobrevivido sólo uno, vi las estadísticas hace poquito: son muy pocos los matrimonios que sobreviven al paso del tiempo. Se me ocurre que lo del rating puede ser, pero pasa entre los carpinteros, entre los otorrinolaringólogos… Es muy difícil. Es muy difícil que salga bien y poca gente tiene esa fortuna.

—¿Cómo te fue en el amor a lo largo de tu vida?

—Siempre muy por encima de mis posibilidades. Estoy bien ahora, estoy bien.

—Y cómo papá, ¿cómo te definís?

—Un poco mejor porque me ocupo fuertemente de mejorar. No es que en el asunto del amor no me ocupe, sino que el asunto del amor es entre gente grande y vos te ocupás de lo tuyo y esperás que tu pareja haga lo propio. Cuando sos papá es desparejo el asunto porque vos tenés muchas más responsabilidades que el otro. La pareja es mitad y mitad. Es muy despareja la situación con los hijos. Yo no tengo hijos mayores de edad todavía, tengo un hijo de 17, pero se me ocurre que cuando tenga 20 cambiaré de perspectiva. En eso hay que estar atentos: hay que saber cuándo hablar, cuándo callarse, cuándo poner un límite, porque la responsabilidad es tuya.

—¿Tenés alguna asignatura pendiente?

—Sí. Hace mucho tiempo me robaron un guión y una idea de programa de ficción. Esa es mi asignatura pendiente: poder producir una ficción. Tengo algo escrito que me gusta y espero que el tiempo me dé la posibilidad de hacerlo y tener revancha.