El cruce de Mariano Acosta donde ocurrió el fatal accidente del Sarmiento: un lugar abandonado a la suerte

La sensación que genera estar parado en el cruce donde el lunes una formación del tren Sarmiento pasó por encima de un colectivo, con la consecuencia de dos muertes y 14 heridos, es que todo depende (no tan) extrañamente de la suerte. Que no haya ocurrido antes, en este mismo lugar, y que no vuelva a suceder algo similar en el futuro, queda bajo la tiranía del azar.

Aunque nada sucede porque sí. Siglos atrás, el filósofo alemán Gottold Lessing escribió que la palabra casualidad es una blasfemia. "Estamos en manos de Dios", comenta a Infobae el guarda del turno tarde, mientras agita la bandera verde y espera que venga el tren desde Once. Ya bajó las dos barreras con la fuerza de su brazo izquierdo y una fila de autos y colectivos se forma detrás, con la ansiedad cotidiana de los rehenes del tránsito, absolutamente ajenos a lo que había pasado allí apenas unas horas antes, aunque todavía queden rastros: trozos de la carrocería del colectivo, vidrios, ropa y una mancha de sangre estampada en uno de los listones de la vía.

Increíblemente, a los pies de la tercera década del siglo XXI, en este paso a nivel de la calle Carlos Gardel, en Mariano Acosta, partido bonaerense de Merlo, el movimiento mecánico de la barrera depende exclusivamente de una persona.

-¿Si le agarrara un ACV, o un ataque de convulsiones?

–Estamos en manos de Dios-, repite con una sonrisa piadosa y esquiva a Infobae el empleado de Trenes Argentinos, a quien la empresa a cargo del ferrocarril Sarmiento le prohibió hacer declaraciones a la prensa.

El hombre tiene unos 60 años y, a pesar de su experiencia, es la única garantía para que en esta zona del conurbano, las vías del cruce de la calle Carlos Gardel y la ruta 40 bajen o suban. En cada turno, en cada paso a nivel, la vida de conductores, peatones y pasajeros depende en gran medida de un guardabarrera.

Se presume que el lunes por la madrugada Angel De Paola, de 64 años, se quedó dormido y que tal vez no escuchó el llamado al celular que le hizo su compañero de la barrera anterior en el trayecto Merlo-Lobos. El guardabarrera del turno noche estaba dentro de su casilla, un lugar pequeño con un baño, una mesa, un teléfono, las banderas verdes y rojas, una hoja con los horarios escritos clavada en una pared y poco más cuando lo sacudió el estruendo: el tren impactó en la cola de un interno de la línea 503, que giró 360°, arrasó todo lo que tenía alrededor y quedó enroscado en el alambrado perimetral del cruce. El colectivero y la pasajera Andrea Heredia (34 años, enfermera, madre de dos hijos) murieron por el golpe.

Por el lugar de la tragedia este martes pasó el cortejo fúnebre con los restos de Heredia. El coche que llevaba el féretro frenó sobre las vías y familiares y amigos se bajaron de los autos y lo rodearon en un abrazo simbólico, entre llantos y sollozos que preguntaban por qué. "¡Maldito paso nivel!", gritó una mujer, con su frente apoyada en el vidrio que la separaba del cuerpo ya sin vida de la víctima.

Como la tragedia ocurrió menos de 48 horas antes, el cruce este martes estaba "custodiado" por cinco empleados de seguridad privada que contrató Trenes Argentinos. En realidad, miraban sus teléfonos celulares y charlaban entre ellos.

Cirilo trabajó entre 1982 y 1994 en esa casilla. Vive a unas cuadras. "Hasta hace 14 años no había barreras. Tenías que cruzar con las orejas paradas. Pero ahora muy distinto no es. No puede ser que todavía dependan de una persona", se lamenta.

En la última década y media el tránsito aumentó. Ahora, el paso de autos, motos, bicicletas y colectivos es permanente. Pero la señalización es pésima. Cuatro carteles alertan con el verbo "MIRE". Pero la calle, doblemano, es tan angosta que, no caben dos colectivos a la vez. Y esa coincidencia sucede permanentemente. Por eso el cordón de la vereda de la esquina por donde doblan los ómnibus para cruzar la vía está comido. Si no se suben a la vereda los colectivos no tienen ángulo para doblar.

En el medio, pasa gente en bicicleta. Del otro lado de la vía, sobre la ruta 40 (ex ruta 200, también conocida como avenida Balbín), hay un semáforo. Cuando éste se pone en rojo para los que vienen cruzando la vía por Gardel a veces ocurre que se forma una fila que llega justamente hasta el camino del tren. Tal cual se ve en el video que tomó el tren al momento de arrollar el colectivo. "El semáforo está mal puesto ahí. Debería estar antes. Tampoco hay líneas que marquen dónde deben frenar los autos. El municipio las pintó una vez y nunca más", dice Cirilo.

Los que cruzan a pie, muchas veces eligen hacerlo por cualquier lado menos por ahí. Por seguridad o por falta de educación vial, padres con sus chicos, mujeres embarazadas, ancianos, todos atraviesan la vía por cualquier lado, "beneficiados" por la falta de un alambrado que separe la zona de peligro de la calle. Los pasajeros que se bajan de los colectivos sobre Balbín, o las mamás con sus chicos que salen del jardín maternal que está justo frente al cruce, caminan por arriba de las vías. El puente peatonal más próximo está en el kilómetro 35, a 20 cuadras de este cruce de la muerte. "Que no muera más gente es una cuestión de suerte", repite Cirilo. O de negligencia.

Fotos: Adrián Escandar