Alarma en La Plata por el estado de los geriátricos: "Algunos parecían depósitos de viejos"

Un informe de una universidad británica sobre las residencias para ancianos en la capital bonaerense desnudó el lamentable estado de los establecimientos. Abandono, falta de estímulo y escasez de personal fueron algunos de los síntomas que retrataron la magnitud del problema

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"Algunos de los geriátricos parecían depósitos de viejos". Así de tajante fue el resumen de una de las personas que el año pasado participó de una investigación que tenía el objetivo de develar si se respetaban los derechos de los adultos mayores en la ciudad de La Plata. La descripción de lo que vio es digno de una película de terror: lugares oscuros, fríos, con nada de verde, habitaciones donde conviven hasta 15 personas —muchas de ellas dopadas y obligados a usar pañales pese a que llegaron valiéndose por si mismas— sin personal de la salud disponible las 24 horas, sin actividades y sin nada más que hacer que dejar que las largas horas pasen… Y esta descripción, quizás, apenas se acerque a la cruda realidad que padecen los ancianos en aquellos lugares que deberían ser espacios de ayuda y contención en la última etapa de sus vidas.

El informe 

En el 2016 se realizó una investigación sobre la calidad de vida en los geriátricos, en el seno de los informes que desarrolla Peter Lloyd Sherlock, investigador de la Universidad de East Anglia y uno de los referentes británicos en temas de tercera edad. Por una cuestión de vínculos con la ONG Red Mayor, eligió realizarlo en La Plata y develó un trasfondo aterrador. El campo de estudio comprendió a 30 asilos (de un total de 60, legales) y develó que existe al menos el doble de lugares sin habilitación cuyo estado es aún mas lamentable. Infobae dialogó con dos mujeres (una de ellas prefirió reservar su identidad, por lo que será denominada como señora A) que participaron del relevo y contaron la triste experiencia.

"Visitamos los lugares con la consigna de tener que internar a un familiar y mi argumento fue que mi hermana, que estaba lúcida, pero con dificultad de movimiento, necesitaba el espacio y que debido a esas complicaciones era yo la que estaba mirando los geriátricos", explicó la señora A su rol y continuó: "Una vez adentro (llegaba a ellos con una entrevista pactada) observaba si tenían a la vista el cuadro de los derechos de los adultos mayores, el de la habilitación, si era municipal, etcétera. ¡Los ojos tenían que ser veinticinco!… Mientras tanto íbamos consignando las necesidades del familiar". La visita duraba más o menos según la predisposición de cada persona que los recibía: algunos sólo contestaban detrás de un escritorio, otros mostraban las instalaciones y se mostraban dispuestos a mostrar las instalaciones "lo que nos facilitaba ver qué pasaba con los pacientes internados". Como modalidad de estudio se distribuyeron las zonas, a la señora A le tocó la zona norte de La Plata (City Bell y Villa Elisa) donde pensó que habría mejores lugares. "Visité dos geriátricos de renombre y me desencantaron", señaló y describió lo que encontró: "Vi personas que estaban como sentadas, mirando la nada; no había actividades compartidas, no había habitaciones individuales como la provincia indica, sino colectivas… A lo sumo había habitaciones dobles y  uno solo ofrecía dos habitaciones individuales, pero los demás eran para dos  y hasta 15 personas en un salón".

“Vi personas que estaban como sentadas, mirando la nada…”, dijo una de las personas que participó de un relevo de geriátricos en La Plata. (iStock)
“Vi personas que estaban como sentadas, mirando la nada…”, dijo una de las personas que participó de un relevo de geriátricos en La Plata. (iStock)
En ningún geriátrico se pide el consentimiento del adulto mayor para ser internado. Basta la firma de cualquier familiar y que demuestre que lo puede pagar

Prosiguió: "Cuando pedí ver las habitaciones simplemente abrían las puertas sin golpear, sin respetar la intimidad de la persona. En una de las recorridas llegué a las 2 de la tarde y cuando abrieron la puerta vi una habitación oscura, inmediatamente hice la lectura de que quienes estaban adentro estaban dopados. No vi en ninguno de los geriátricos actividades de rehabilitación ni había una sala para ese fin. Todos los que visité eran para personas con problemas de movilidad, pero no con problemas cognitivos como las personas con Alzheimer". La señora A explicó que una de las consignas que tenía era preguntar si era necesario el consentimiento de la persona a internar si ésta estaba lúcida. La totalidad de los responsables de los 30 geriátricos dijeron que no, solo bastaba la firma de un familiar que demuestre que podía correr con los gastos. "¡Decían que no era necesario! ¡El derecho humano de decidir por su vida y su destino hasta que pierda la lucidez no lo contemplaba en ninguno de los seis geriátricos que vi, ni en los superiores ni en los clandestinos! 'Con su firma alcanza', me decían. No consideraban la voluntad de la persona… A eso apuntaba el trabajo: evaluar los derechos a elegir, a decidir, a circular, a ser visitado, a ser atendido".

En promedio, los geriátricos descritos cobran $20 mil. Hay otros que llegan a cobrar 40 mil pesos mensuales

Otro dato aterrador: pese a que algunos lugares se describen en sus páginas web como de categoría cinco estrellas, en realidad no lo son y tampoco cumplen con los requisitos básicos con los que deberían contar los espacios donde conviven adultos mayores: ninguno tenía médicos las 24 horas, en solo uno había enfermos. "Cuando pregunté si había médico respondieron: 'Sí, viene cuando es necesario'… en un lugar donde los segundos cuentan", lamentó la señora A. Es más, reinaba la multiplicidad de tareas: las mucamas que aseaban el lugar también bañaban y cambiaban a las personas, les daban de comer y en ocasiones les cambiaban los pañales. El estudio final detalló: "Cuando una persona es admitida, quizá tiene problemas para ir al baño, pero aún logra hacerlo con algo de ayuda. Pero luego se les obliga a usar pañales y pierde esa capacidad". El dopaje era abundante y nadie controlaba con qué criterio se los medicaba. La higiene en algunos asilos estaba ausente. "Parada en la vereda de un geriátrico se sentía mucho olor a pis y eso significaba que no les estaban cambiando los pañales", aseguró A.

Respecto a los precios, oscilan entre 15 y 40 mil pesos por mes. El segundo geriátrico analizado tenia grandes diferencias edilicias con el resto, pero no era del todo adecuado. "Según me dijo la secretaria de ese lugar, el médico de la institución (no el de PAMI) va todos los días por la mañana y los controla uno por uno y si hay algo a observar se comunica con un familiar. No vi al médico, pero me resultó creíble", detalló la señora A sobre el único lugar que evaluó como el más apto. Además, notó que en un asilo había lugares destinados para hacer ejercicios en desuso: "El salón estaba cerrado con una llave que tuvieron que buscar; lo abrieron, entré y me congelé… Eso quiere decir que ese salón está solo para la inspección, había algunos aparatejos, pero se notaba que no los usaban. Se ve que no hay tiempo para agarrar a cada persona y hacerla mover o para que ande en bicicleta si puede, porque hay gente que se desplaza… Claro, debería haber siempre un enfermero al lado, pero no lo hay. Están solos, solos porque esos lugares son depósitos para los viejos".

Al momento de las conclusiones, la señora A recordó: "Dije que si yo tendría que estar sola en mi casa con una persona cada 8 horas, prefería estar en un lugar con mis pares, jugando al ajedrez, escuchando música, riéndonos… pero eso no existe en La Plata". Conmovida por la realidad que enfrentó, y de la que espera sirva para cambiar de lleno todo, confesó: "Le pedí a mis hijos que por favor nunca la dejen en un lugar así".

"Los dejan como esperando la muerte"

Foto ilustrativa.
Foto ilustrativa.

Teresita es acompañante de adultos mayores desde hace 15 años y debido a su experiencia en el trabajo y por amor a los abuelos decidió participar del informe. Pese a su experiencia, lo que vio durante los 10 días en los que participó del proyecto fue devastador. "Lo peor de todo es el trato que se les da. Estoy acostumbrada a estar con gente mayor, pero en los lugares que visité los dejaban solos, como esperando la muerte". La mujer describió a este portal los seis lugares que le tocaron en recorrido, en algunos de ellos la atendieron en la puerta y no la dejaron entrar. La mayoría son casonas amplias donde muchos abuelos viven en malas condiciones. "En los que entré no vi acompañantes y corresponde que haya gente especializada las 24 horas porque cuando llegan ahí es porque necesitan cuidados, aunque también llegan porque los abandonan las familias", sostuvo.

En su caso tampoco vio geriátricos con habitaciones simples y lo que más tristeza le generó fue ver a todos los abuelos tristes, solos, mirando la nada o la televisión en lugares oscuros, sin luz eléctrica y menos natural. Después de contar los pormenores, similares a lo relatado por la señora A, Teresita aconsejó qué deben mirar cuando haya necesidad de que un adulto mayor vaya a un geriátrico: "Que haya gente suficiente para atenderlos, que haya gente capacitada y no personas que estén por el salario porque es un trabajo de mucha paciencia y amor, y hay abuelos con conflictos de familia y se nota, y hay que saber tratarlos".

Además, ejemplificó en qué simples actividades deberían tener estos espacios para que sus residentes se sientan estimulados: "Les pondría música, alguna actividad para hacer. Deben tener al menos vista a un jardín, a lo verde. Esos lugares no tienen que ser tan lúgubres… Hay cosas elementales y lo importante es que reciban estímulos, sino están como estatuas y eso es muy triste. En ninguno vi gente capacitada, la mujer que limpia también los tiene que cambiar y llevarles la comida… y si alguno no puede comer solo se queda sin comer", lamentó.

Geriátricos en cifras

En 2010, la Unión Argentina de Prestadores de Servicios Gerontológicos calculó que existen unas 6 mil residencias para adultos mayores en Argentina, en tanto que el Censo Nacional de Población de ese mismo relevó 3.696 de esos hogares en todo el país (INDEC, 2016). "La diferencia habla a las claras de la laguna de información confiable que existe sobre el tema, pero también debe tenerse en cuenta que el censo capta hogares geriátricos no declarados cuando un número superior al estimado probable vive en un mismo hogar", dijo a Infobae Silvia Gascón, directora del Centro de Envejecimiento Activo y Longevidad de la Universidad ISalud.

Respecto a La Plata, ciudad elegida para el estudio, en el 2015 había alrededor de 70 residencias privadas. Actualmente, se estima que la lista de espera para acceder a una cama en un asilo es cercana a 100 personas, muchas de las cuáles es probable que fallezcan antes de acceder a la institucionalización. En tanto, en la ciudad de Buenos Aires hay 592 residencias geriátricas con un total de 22.470 camas habilitadas, según surge del Registro de Establecimientos Residenciales para Personas Mayores, la mayoría de las cuales están al 95% de su capacidad.

La capital bonaerense fue seleccionada porque fue la sede de diversos proyectos desde 2002: se promovió la Red Mayor La Plata y el periódico Lazos de la Red mayor, impecable medio de comunicación sobre la realidad de la Tercera Edad. "En el 2006 fue seleccionada para formar parte del primer estudio sobre "Ciudades Amigables con las personas mayores" junto a otras 32 ciudades del mundo. Desde hace dos años se promueve el diseño de un servicio de base comunitaria para atención a personas dependientes en el Hospital de Gonnet, acciones que forman parte del Programa de Isalud", finalizó Gascón.

(iStock)
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"Todos los viejos llevan en los ojos un niño, y los niños a veces nos observan como ancianos profundos", Pablo Neruda.

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