Macristinismo: las miserias que rodean el caso Santiago Maldonado

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(Nicolás Stulberg)

En la tarde del viernes, mientras decenas de miles de personas en todo el país pedían que se esclarezca la desaparición de Santiago Maldonado, Mauricio Macri posteó en las redes sociales su imagen en una heladería tucumana y contó, encantado, que había probado gustos exóticos. "Probé de remolacha, arroz con leche, mate cocido, y me encantó". Unos días antes, en un acto de campaña, su enemiga, la ex presidenta Cristina Kirchner, sostuvo en sus manos el retrato de Santiago Maldonado y afirmó que Maldonado fue víctima de una "desaparición forzada". Luego agregó: "No hay que echarle la culpa a la Gendarmería, porque es la misma que estaba hasta el 2015, sólo cambió el que le da las órdenes, así que a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César", agregó. Un día antes, Hebe de Bonafini lo había dicho de manera menos elíptica: "Macri mandó a matar a Santiago Maldonado".

Mauricio Macri y Cristina Kirchner son los líderes más importantes del país. La reacción de los dos frente a la desaparición de Maldonado es muy reveladora de cómo se comportan ante un drama que afecta a otras personas. A Macri no le importa. Apenas balbuceó unas palabras sobre el tema durante un reportaje, y nada más. El país está conmovido, pero para él no es asunto presidencial. Cristina, en cambio, es insuperable en su capacidad para tirarle muertos encima a sus enemigos. Macri mató a Maldonado. Lagomarsino mató a Nisman y está vinculado a Clarín. Ernestina Herrera de Noble le robó sus hijos a desaparecidos. No tengo pruebas pero no tengo dudas, siempre, cuando se trata de ensuciar a los otros.

La indiferencia de Macri es un clásico. La muerte de los otros no es su tema. Por eso, tartamudea cada vez que habla sobre la dictadura militar. No tiene idea de cuántos desaparecidos hubo, no se sabe qué opina sobre lo ocurrido en esa época y, cuando se sabe, todo es mucho peor. Estuvo de vacaciones en Villa la Angostura y ni se acercó a Bariloche o Esquel para conocer la situación. Se conmueve ante un "emprendedor" tucumano pero no ante un desaparecido. En la edición de Perfil de hoy, Jorge Fontevecchia recuerda que el actual Presidente se fue de vacaciones a Punta del Este en los días de la desaparición de Julio López.

Santiago está desaparecido, y no solo físicamente: ni los unos ni los otros están hablando de él

La sobreactuación de Cristina, por su parte, tuvo su respuesta el viernes cuando, también durante la marcha, participó de una misa por Santiago Maldonado. Lo ocurrido se conoce, pero tal vez convenga reproducirlo tal como lo contó la protagonista del hecho:

"Hoy en la Iglesia de la Merced, de Merlo, el obispo celebró una misa por la aparición con vida de Maldonado. Me sumé por el cuidado de la vida de todos. Estoy esperando que empiece la misa y veo un revuelo desde adelante donde yo estaba, un revuelo en el fondo del templo… Una señora me dice: ¡vino Cristina Kirchner! Cuando todos se sientan, ¡la veo! Pensé un segundo qué hacer… Camino hasta el banco donde estaba rezando la ex presidente… La miro fijo a los ojos y le digo… 'Soy la mamá de Tatiana Pontiroli fallecida en la tragedia de Once…' Me contesta: ya me dijo Gustavo (Menéndez)… Usted es una asesina, le dije, pide por la vida de Maldonado pero nunca se hizo cargo de la masacre que causó a 52 inocentes. Los guardaespaldas se me acercan y les digo que se queden tranquilos, que yo ya me iba, que la que tenía que rezar era la señora, no yo. Y entre lágrimas salí de la Iglesia".

Son dos tipos de crueldad distinta. Naturalmente, en tiempos de la grieta, habrá fanáticos de una crueldad, y de la otra.

El primero de agosto, hace casi un mes, fue denunciada la desaparición de Maldonado. Desde entonces, el Gobierno fracasó en dos aspectos claves: no encontró al desaparecido, ni pudo ofrecer una explicación creíble sobre lo que ocurrió con él. Mientras tanto, en tiempo récord, absolvía a Gendarmería, denunciaba la existencia de un grupo terrorista mapuche entrenado por terroristas extranjeros, y difundía que Santiago Maldonado operaba con ellos. Pero no ofrecía una sola prueba de todo esto. Al referirse a la década del setenta, además, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, pronunciaba una frase terrible: "Los demonios no eran tan demonios".

Al otro lado de la grieta, se elongaba para intentar demostrar, una vez más, que Macri es igual a Videla. Macri, basura, vos sos la dictadura, pero por otros métodos.

El gremio docente CTERA -un emblema clásico del progresismo argentino- impulsó actividades en las escuelas sobre el tema con un sesgo evidente: se comparaba lo que, aparentemente, le ocurrió a Santiago con lo sucedido durante la dictadura militar. La decisión de Ctera se espeja con los gestos de Cristina: en la comparación de Macri con la represión ilegal, y en el increíble proceso de selección de las víctimas. Otra vez, la mamá de un muerto en la tragedia de Once puso las cosas en su lugar. Fue la docente María Luján Rey, mamá de Lucas Menghini, quien les recordó que no habían organizado ninguna actividad para explicar la tragedia de Once. Ctera tiene esas cosas: arma una carpa docente frente al Congreso pero no en Santa Cruz.

Como contrapartida, el Gobierno impulsó una campaña de padres para rechazar que se hable del tema en las aulas. ¿No hubiera sido más humano, sensible, inteligente, sumarse a la iniciativa e imprimirle un sesgo propio? Si se trata de un tema que sacude al país, ¿cual sería el problema en que el Ministerio de Educación transmita contenidos alrededor de él? Ctera quiere que se enseñe que Macri es un dictador. El Gobierno no quiere que se diga nada sobre el tema. En el medio, Santiago está desaparecido, y no solo físicamente: ni los unos ni los otros están hablando de él.

El viernes, se realizó la marcha a Plaza de Mayo para pedir por la aparición con vida. Estuve allí. En esa plaza había muchos ausentes. Uno de ellos, el principal, claro, era Santiago Maldonado. Pero también estaban los muertos de los que no se habla en esa plaza, ni en plazas similares a esa. Y son muchos. Si se tapan algunos muertos pero se tapizan las paredes con los otros, y si justo los que se tapan son los muertos causados por aliados al así llamado "progresismo", pero se enarbola la imagen de los que sirven para acusar a los enemigos políticos, entonces resulta que se puede sospechar si lo que duele es la muerte o si estamos ante un fenómeno un poco más oscuro, por más buenos y coherentes que se sientan los que gritan "aparición con vida y castigo a los culpables".

Cuando uno se aleja un poquito de la grey progresista, la mira desde afuera, ve un problema gigantesco. Se lo dice la mamá de una fallecida en Once a Cristina, se lo dice otra mamá a Ctera. Pero no solo ellas: hay un enorme sector del país, nutrido desde tradiciones políticas muy distintas, incluso mucha gente que se sintió alguna vez progresista, que ha militado para que los militares de la represión ilegal estén presos, que lo ven cada vez más: si defienden la vida, ¿cómo es que nadie nombra a Gildo Insfrán en esas marchas? ¿Y a de Julio De Vido? ¿Cómo es que nunca estuvo la cara de Milani? Y entonces, cada vez más personas no quieren ser usadas por manifestaciones tan sesgadas, de tan evidente sesgo partidario.

Mientras tanto, Patricia Bullrich no pide disculpas y se grita con los referentes de los organismos de derechos humanos. Jaime Durán Barba ordena que se realicen encuestas par ver si el tema tiene alguna influencia en las elecciones de octubre. Los líderes de los organismos de derechos humanos se dicen de todo en público. La Cámpora pretende copar los actos: lo logra en el primero, fracasa en el del viernes pero su columna vuelve a entonar: "Macri, basura, vos sos la dictadura". Cuando estalla la violencia después de los actos, ni la izquierda ni el kirchnerismo la repudian: como si estuviera bien lanzarle una bomba molotov a los pies de un gendarme.

Macri sigue probando helado. Desapareció un chico: no es su tema. Él llama a los heladeros tucumanos, no a los familiares de un desaparecido.

Fernandez de Kirchner dice que ve algo oscuro en la Argentina, como si el resto del mundo hubiera olvidado el día en que bailó mientras decenas de argentinos caían bajo las balas policiales.

¿Cómo se verá todo esto desde los ojos del papá o la mamá de Santiago Maldonado?

"¿Dónde esta Santiago?" es una pregunta lacerante: un chico desapareció en la Argentina.

Pero, en medio del griterío, de las miserias, de las sobreactuaciones, de la utilización electoral del tema, de las consignas absurdas, de la inoperancia, Santiago se vuelve a perder otra vez, como si a muy pocos les interesara de verdad, mientras un país espera que aparezca con vida, o que alguien le explique qué pasó.

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