La verdadera historia de la relación de los Kirchner con Julio De Vido

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Julio De Vido, Cristina Kirchner y José López (Télam)
Julio De Vido, Cristina Kirchner y José López (Télam)

"Decile al General Estol que le voy a meter los tanques uno por uno en el culo". El que grita desaforado desde un lado del teléfono, con una voz ronca e inconfundible, es Julio De Vido. Eran mediados de los noventa. El actual diputado nacional era ministro de Gobierno de la provincia de Santa Cruz y el que recibía el estallido del ministro era un hombre de línea de mando del ese entonces general de Brigada Jorge Estol, a cargo del regimiento 24 con asiento en Río Gallegos.

En Santa Cruz siempre las cosas estuvieron así, al revés. Un ministro provincial le daba ordenes a un jefe militar. Y pasaba seguido. Los trabajadores de la mina de carbón de Río Turbio amenazaban con paralizar la zona y lo que pretendía De Vido era que Estol movilizara tropas desde Rospentek, una pequeña base militar a pocos kilómetros de la cuenca carbonífera, y así evitar un corte de rutas. Los ordenes, inconstitucionales por cierto, se cumplieron. A De Vido se lo respetaba, pero por sobre todo se le temía.

Hoy, la ex presidenta de la Nación Cristina Kirchner lo desconoce. No es casualidad. De Vido nunca perteneció a la mesa chica de Néstor Kirchner y mucho menos de la de Cristina. Eso siempre fue así. De Vido era un socio, un ejecutador preciso de penales, pero no era amigo de Kirchner, ni pretendía serlo. Todos sabían el papel que cumplían.

De Vido junto a Néstor Kirchner, Ricardo Jaime y Aníbal Fernández
De Vido junto a Néstor Kirchner, Ricardo Jaime y Aníbal Fernández

El despacho que tuvo De Vido desde 1991 a 1999, como ministro de Economía, no era muy grande: apenas una mesa de reuniones y su escritorio principal. Algo allí se destacaba: dos fotos grandes, enmarcadas, de De Vido junto a Domingo Cavallo, recorriendo una obra en la provincia. Ambos con casco blanco de construcción, mirándose con respeto y ojos elogiosos. De Vido no lo ocultaba. Lo decía a viva voz: lo admiraba. En el living de su casa, colgaba encuadrada la nota que le mandó Cavallo felicitándolo cuando ganó la diputación provincial, que nunca asumió, en 1997. Siempre comentaba que "gracias a Cavallo que había privatizado la telefonía" él se podía comunicar por teléfono con toda la provincia. Todo ese pasado se borró el 25 de mayo de 2003.

Para el actual diputado nacional, Kirchner era "el uno" o "el ruso". Simple. No había una amistad, no se invitaban a los cumpleaños, no cenaban juntos pero sobre todas las cosas no mezclaban cosas personales. Eran socios políticos. Jefe y empleado.

La relación tuvo un punto de quiebre en 1991, cuando Kirchner ya estaba jugado a ir por la Gobernación y necesitaba dejar un sucesor que le asegure mantener el poder en la intendencia de Río Gallegos. Las posibilidades no eran muchas: Alicia Kirchner y el propio De Vido -que hacía sus primeros porotos en la política-. Ninguno de lo dos medía en las encuestas, pero era lo que Néstor tenía a mano. De Vido lo deseaba, quería ser candidato y entrar en la arena de conducir un poder Ejecutivo.

En abril de 1991, De Vido sentiría por primera vez y para siempre que pertenecer es otra cosa. En los preparativos para la campaña a intendente de Río Gallegos, se realizó un acto partidario que además quedaría en la historia como el debut de la iconografía del Frente para la Victoria: escenografía celeste y blanca y la presentación de los sectores que conformarían el FPV "Kirchner Gobernador". El hombre encargado de mover a la militancia fue Rudy Ulloa, el chofer todo terreno que Néstor siempre tuvo a su lado. El lugar explotó de gente: todo el arco político estaba adentro del acto, todos querían ser vistos por Kirchner y, entre la gente, Ulloa decidía a quién se aplaudía y a quién no. El Rengo mandaba.

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Julio De Vido, más complicado judicialmente

En la oposición del peronismo estaba el ex ministro de Defensa, Arturo Puricelli, y hacia él iban todos los embates. La dupla que se presentaba era la de Néstor Kirchner – Eduardo Arnold, a gobernador y vice, y la del resto de las intendencias. Cuando le llegó el turno al arquitecto De Vido, presentado directamente como candidato a intendente, las cosas no le salieron bien. Sin experiencia en la oratoria, ni en el manejo de la militancia, muchos silencios y titubeos, la exposición se le complicó y Ulloa fue terminante: toda la militancia lo ignoró. No hubo aplausos, cánticos, abucheos, nada. Su suerte ya estaba echada. No lo querían. No era del riñón.

El día siguiente a ese acto, la interna se iba a complicar aún más. De Vido participó de un acto como representante de la Municipalidad de Río Gallegos y ahí si todo fueron silbidos y de los propios, los que más duelen. El ex ministro de Planificación siempre entendió que si Rudy tuvo esa licencia para arruinarle la candidatura es porque Kirchner lo autorizó. Rudy implementó un eficaz campaña sucia contra De Vido, que incluyó volante anónimos, afiches y más vacío político y electoral. La candidatura de "Julio" murió apenas empezó  y su nombre fue sustituido por el de Manolo López Lestón, tío de Kirchner. El fallecido periodista Daniel Gatti, en su libro El amo del feudo, recuerda que De Vido "reunió a su escasa tropa y acusó a Kirchner de autoritario y absolutista, palabras que volaron hasta los oídos de "Lupín", quien lo mantuvo bajo castigo hasta diciembre de aquel año. Kirchner había entendido que Julio De Vido no era representativo hacia adentro del PJ. Casi 30 años después, Kirchner no estaba equivocado: el PJ lo vuelve a entregar a De Vido.

Siendo Ministro de Economía de Santa Cruz, se encargaba de la caja política con los empresarios: obra pública, mineras, petroleras, bancos, multinacionales. Gestionaba la caja que terminaba en las distintas campañas del FPV. Una de las características de Julio era su gran manejo político de las relaciones, tanto con empresarios como con gremialistas que confiaban más en él que de Néstor. De las promesas que les hacía Néstor luego las confirmaban con Julio.

Los números finos siempre los manejó Juan Manuel Campillo, el hombre que tuvo la fórmula matemática durante todos los años de Kirchner como gobernador. Campillo pasaba por arriba de De Vido y reportaban directo a Néstor. Todos los días, a las 18, el secretario de Hacienda se presentaba con todos los movimientos bancarios, ingresos y egresos, y recibían las instrucciones de qué cuentas pagar, qué proveedores pagar y el escenario del día siguiente: el ministro de Economía, ni participaba.

Además de Rudy Ulloa, el ex ministro tenía otro problema puertas adentro del FpV: Carlos Zannini, el hombre más influyente de los gobiernos kirchneristas. Se detestaban y tampoco era casual: Zannini era equipo de Rudy Ulloa y ambos se encargaban de asegurarse el poder ganado en la cercanía a Néstor. Ese juego de rivalidades también lo divertía al ex gobernador y presidente y él mismo lo alentaba. Para De Vido y Alessandra Minnicelli, su esposa y ex titular de la Sindicatura General de la Nación, Zannini era un "ignorante de las leyes",  "un advenedizo". Así se trataban.

Nestor Kirchner siempre le cortó las aspiraciones políticas a De Vido. Después del episodio de 1991, todo se repitió en 2003, cuando el por ahora diputado nacional intentó ser candidato a gobernador para reemplazar al ex presidente. Néstor lo vetó y se lo llevó a Buenos Aires como ministro.

Para muchos conocedores del paño de ese momento, la desestabilización que desencadenó en la renuncia de Sergio Acevedo como gobernador, que se inició con un paro petrolero, fue impulsada por el propio De Vido. Acevedo no se quedó callado y a su salida, sin precisiones, denunció sobreprecios en la obra pública. Por esos meses del 2006, por los pasillos de la casa de Gobierno de Río Gallegos se comentaba: "Acevedo se fue porque no gobernaba como es De Vido". En 2007 lo intentó de nuevo y buscó desde la caja de Planificación ser ungido con el buzo de candidato. Incluso De Vido ya había designado a un recaudador para su campaña: el ex secretario de obras públicas, Julio López.

La relación entre él y Cristina siempre fue helada y se desconfiaban mutuamente. De ahí que se sospechaba que De Vido dejaba el gobierno con Cristina presidente. A fuerza de lealtad y trabajo, el ex ministro se ganó el respeto, la confianza y hasta ahí. Hoy eso está en evidencia.

Fuera de la política, sus subalternos, desde su secretaria hasta los empleados rasos, lo querían porque Julio los respetaba, se preocupaba por ellos y sus familias. Mientras vivió en Río Gallegos, llevó una vida alejada de todo lujo y se sabía que nunca firmaba un decreto o un documento oficial sin que Lali, su esposa, lo viera antes. En Buenos Aires eso cambió y como dice la filosofía, ya no se puede comprar el tiempo cuando es tarde.