Lo decisivo no es si Cristina Kirchner será candidata, sino que el peronismo irá dividido

Los peronistas discutirán en el 2017 quién será el jefe del peronismo bonaerense que se siente a la mesa de las negociaciones para decidir el candidato a presidente en el 2019

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infobae

Cristina Elisabet Kirchner demostró durante ocho años de gobierno un enorme talento para huir de la realidad. Sus últimos movimientos políticos demuestran que esa capacidad sigue intacta. No sólo se fue del Partido Justicialista sin que nadie la haya echado. También está convencida de que desde su propia secta podrá construir el camino que la llevará cómodamente al regreso del poder. Y, como sucedió otras veces en el pasado, logró atenazar a buena parte del peronismo bonaerense, un extraño colectivo sin estrategia propia, a la espera de sus decisiones. Su obsesión es el manejo de la lapicera y su objetivo, colocar la mayor cantidad de candidatos propios en las listas. Nada nuevo.

Por eso Cristina aceptaba negociar, pero imponiendo sus condiciones. Después de tomarse una dosis de aceite de ricino toleró que se incluyera a Florencio Randazzo en el equipo, pero lo quería sin el Movimiento Evita, que tiene estructura y finanzas propias y no necesita de ella ni de nadie. Como es la opositora que mejor mide en las encuestas cree que tiene margen para seguir digitando los movimientos de todos. No tiene conciencia de lo efímero de esos guarismos, carentes de todo valor en esta etapa del proceso electoral.

Todavía más. Un referente de Cambiemos en un distrito del conurbano le contó a Infobae que "Wado" De Pedro lo llamó para decirle que si el intendente peronista de su distrito jugaba con Randazzo, "nosotros jugamos con vos". Más claro, agua.

El verdadero enemigo de Cristina en estas elecciones no es Macri, sino el peronismo que la desafía. Y que aunque le haya negado a Randazzo la posibilidad de competir en primarias, la interna entre ellos se dará de todos modos. Ambos, finalmente, disputarán por ese 30% de población peronista y profundamente ideologizado, que jamás votaría al Gobierno. Incluso, tal vez, entre los dos puedan alcanzar el 40%.

Cristina Kirchner y Florencio Randazzo se repartirán votos peronistas (NA)
Cristina Kirchner y Florencio Randazzo se repartirán votos peronistas (NA)

Pero para ellos, lo verdaderamente importante es quién saca más que el otro. Y esta cronista no cree, como la mayoría de los analistas, que la ex presidente tenga esa victoria asegurada. Será una lucha interna, de aparatos. Lo usual en estos casos es que el aparato bonaerense se divida en partes iguales y el que gane lo haga por poca diferencia. Cristina va a retener al kirchnerismo duro, entre 15 y 20%, y Randazzo tiene posibilidades de captar peronistas que se fueron con el Frente Renovador o, incluso, con Cambiemos.

El ex ministro de Interior y Transporte K es muy conocido en el peronismo. Tendrá que pelear para obtener definitivamente la estructura del PJ que le tiraron por la cabeza, pero lo va a tener ordenado para el 22 de octubre, cuando se vote de verdad. Lo más probable, incluso, es que el actual presidente del peronismo bonaerense, el matancero Fernando Espinoza, termine poniendo algún huevo en esa canasta también.

Cristina es la representación del alto consumo que vivieron los sectores más humildes en los barrios más pobres del conurbano durante su gobierno. Es la cara de la lucha contra la dictadura, el neoliberalismo, el antipueblo, en fin, el mal que se adueñó del Gobierno por imperio de los medios hegemónicos. Pero, sobre todo, por culpa de los traidores que, en esta elección, tendrán nombre y apellido, Florencio Randazzo, y una estructura, el Partido Justicialista, y una capacidad económica de la que el kirchnerismo no dispondrá, salvo que entreguen parte de sus fortunas malhabidas, lo que nos enfrentaría a un verdadero milagro.

Como si fuera poco, la ex presidente lanzó 15 puntos de una plataforma del frente Unidad Ciudadana que impulsa un dechado de modelo de campaña opositor. Pretende que la inflación que se generó en 12 años se termine en un año y medio; que el consumo sostenido en base a inflación se sostenga como si los descalabros de su macroeconomía nunca hubieran existido; que el empleo artificial, generado por una economía aislada y cada vez menos competitiva, pudiera llevar a otro camino que a Venezuela; como si YPF y Aerolíneas Argentinas hubieran sido estatizaciones de las que enorgullecerse.

Es decir, como si ella no tuviera ninguna responsabilidad en los magros resultados de la economía manejada por el macrismo que, con errores de concepción y gestión, hace malabarismos para recuperar competitividad, en medio de una crisis de infraestructura y credibilidad externa, que deja pocos márgenes de acción.

Después de 15 años, el peronismo se enfrenta a su primera elección fuera de la gestión. Como siempre que estuvo fuera del poder, irá dividido. Todo lo que está pasando era previsible. El poder es ordenador, la ausencia de poder obliga a los actores a armar un juego nuevo: se trata de la naturaleza de las cosas.

Lo insólito de esta etapa es que quien podría aferrarse al sello partidario, decidió regalarlo. Si Cristina es candidata o no, poco importa. Postulándose como senadora, obtendrá fueros. Evitando el riesgo de perder, igual logrará el respaldo de sus ciegos seguidores. Lo decisivo es que los peronistas irán divididos, como le conviene al Gobierno.

Y el peronismo iniciará un camino hacia su reconstrucción, buscando al jefe que se sentará por la provincia de Buenos Aires a la mesa de las negociaciones en el 2019, cuando se discuta el candidato a presidente.