Si Frank Underwood gobernara la Argentina, no duraría un día

El estreno esta semana de la quinta temporada de "House of Cards" nos obliga a preguntarnos si el político con menos escrúpulos de toda la historia tendría la habilidad de gobernar nuestro país

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Interior. Quinta de Olivos. Día.

Frank Underwood, el Presidente de todos los argentinos, se sube a la cinta a las 5 am para liberar endorfinas mientras se entera por el noticiero de los cortes de ruta, conflictos sindicales, paros de subtes, piquetes, reclamos salariales, aumentos de precios al voleo, redadas a narcos en asentamientos, robos, secuestros o asesinatos a testigos clave que le esperan durante la mañana. Lo bueno de la Argentina es que a la tarde puede ser aun peor, así que ¿para qué deprimirse de entrada? Mejor un baño reparador, café negro, una manzana verde cortada y listo para esa fabulosa jornada.

Exterior. Helicóptero presidencial. Día.

Nada como la vista de la Ciudad de Buenos Aires desde el aire bordeando la costa del Río de la Plata al amanecer. Esos 10' que dura el vuelo hasta Casa Rosada son ideales para chequear las redes sociales y medir el termómetro de la calle: "Cristina robaba pero por lo menos comíamos", "Frank sos la Dictadura", mientras digiere esa medialuna de manteca que se llevó para el camino. Una vez que aterriza la nave en el helipuerto que da a la calle Paseo Colón, el piloto aprovecha para pedirle un aumento de la Asignación Universal por Hijo ahora que viene en camino el quinto varoncito: "¿A usted le parece que tener seis es más negocio?".

Interior. Casa Rosada. Día.

Una vez en el sillón de Rivadavia, Frank pide un Green Hills y el mozo que lleva 47 años en Casa Rosada le cuenta la anécdota de cuando Perón le regaló un pan dulce y una sidra para fin de año. El jefe de Gabinete interrumpe para decirle que Santa Cruz es Afganistán, que hasta los pingüinos están quemando gomas en las rutas. Gómez, el mozo histórico, entra con otro tecito y le recuerda la anécdota de cuando Evita le regaló una bicicleta el día de su cumpleaños. Frank le pide edulcorante. La secretaria general de audiencias hace pasar a un influyente empresario de la construcción que recalca la importancia de relación argentino-brasileña. Que para eso hay que construir lazos y que esos lazos tienen forma de puentes y autopistas. "¿Le hablé de Odebretch? Esos tienen todo controlado". Gómez entra nuevamente, le ofrece otro Green Hills, el cual acepta, previa escala técnica luego de tanto líquido. Cuando va a tirar la cadena encuentra una bolsa llena de dólares. Al salir, el mozo, le dice que la debe haber dejado olvidada una señora que fue Ministro de Economía. Que se tranquilice porque, si no fue ella, pudo haber sido cualquiera del gobierno anterior. Entonces arremete con un "¿Le conté cuando Evita vino al corso de mi pueblo? Nos trajo Rey Momo para todos"

Exterior. Gran Buenos Aires. Día.

Luego de comer una ensaladita, Frank llega a la inauguración de una moderna escuela en el tercer cordón del Conurbano. Allí lo espera el intendente del municipio, quien con una sonrisa le recuerda cuando el General lo visitó en el año 54 para inaugurar esa misma escuela que, por esas cosas de la burocracia, no se pudo terminar hasta el día de hoy. "Pero eso fue hace muchísimo tiempo. ¿Cuantos años tiene usted?" le pregunta intrigado el Presidente Underwood. "Y…más de 80. Esa era mi primera intendencia". Como se acostumbra, una multitud corea el nombre del barón del Conurbano mientras sostienen carteles que dicen: "Cristina robaba pero por lo menos comíamos" "Frank sos la Dictadura". Ante todo el código. De ahí parte raudo al aeropuerto de El Palomar rumbo a la Patagonia.

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Exterior. Provincia de Santa Cruz. Día.

Santa Cruz tiene el tamaño de Alemania, la cantidad de habitantes de Palermo Hollywood y la expectativa de vida de Venezuela. Es la provincia gobernada desde hace 25 años por la misma familia que manejó el país durante 12 de esos 25. Lo recibe la gobernadora, quien lo increpa: "Escúcheme Underwood, si no fuera porque usted decidió dejar de imprimir billetes de mentira no estaríamos así. Le pido que entre en razón, gire fondos de manera urgente y ya que está ayúdeme a correr los muebles para tapar la puerta así no entran estos delincuentes que insisten con cobrar su salario". Horas después de resistir dentro de la gobernación para que no los lincharan, logra salir por la puerta trasera y se va directo a la Capital Federal para hacerle frente a una grave crisis institucional.

Exterior. Aeroparque Jorge Newbery. Atardecer.

El helicóptero que los lleva a Casa Rosada no puede despegar por mal tiempo, por lo tanto el Presidente sale junto a su custodia en una caravana de autos. En el semáforo del planetario un limpia vidrios les tira un chorro de agua sobre el parabrisas, así que aceleran. "Frank gato" se escucha, mientras enfilan a la Avenida Libertador que viene despejada. En Retiro los frena la obra del Metrobus que inventó Verónica Magario en La Matanza y Rodríguez Larreta aprovecha para mostrar una buena gestión en la Ciudad de Buenos Aires. Unas cuadras más adelante quedan atrapados en una manifestación en contra de Uber. Como no llega, Frank baja camuflado con una gorra, anteojos, una campera y se sube a uno de los miles de taxis y parte raudo por la calle Reconquista. El taxista, que lo reconoce, aprovecha las diez cuadras que tiene para explicarle cómo arreglar la economía, cómo ganar las elecciones de octubre, cómo terminar con el peronismo y, ya que está, le deja la lista con los once titulares para Rusia 2018.

Interior. Casa Rosada. Noche.

Exhausto después de un día agotador y luego de confirmar de boca de un encumbrado funcionario que la Procuradora General de la Nación tiene el titulo de propiedad de Casa Rosada a nombre de la ex Presidenta y hay que desalojar en un mes, se asoma al balcón para despejarse un poco. Justo coincide con uno de los discursos semanales de Hebe de Bonafini en Plaza de Mayo: "Como dijo mi entrañable amiga Estela de Carlotto, si pudimos con Videla vamos a poder con Frank Underwood".

Interior. Casa Blanca. Noche.

La sirena de los bomberos lo despierta abruptamente y cae en cuenta de que fue todo un sueño. Mira a su alrededor. Efectivamente está en el salón oval de la Casa Blanca. Sobre su escritorio hay un documento detallado que alerta sobre el inminente ataque nuclear de Corea del Norte que desatará una Tercera Guerra Mundial. A su lado hay un informe que asegura que el planeta estará bajo el agua en 15 años. Y para terminar, un sobre que contiene el video donde se lo ve a él empujando a la joven periodista a las vías del subte. Frank se levanta del escritorio, mira por la ventana y se le dibuja un sonrisa en su rostro. Nada se compara con la sensación de alivio que le da saber que no está al frente de ese país incorregible llamado Argentina.