Mauricio Macri regresa del Lejano Oriente y enfrenta los reclamos de Elisa Carrió y la crisis en Brasil

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(DyN)
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Mauricio Macri vuelve a Buenos Aires con jet lag, promesas de inversiones millonarias que recogió en Dubai, China y Japón, y la compleja tarea de lidiar con Elisa Carrió y encontrar una fórmula para afrontar la crisis política y económica de Brasil. Las opiniones de Carrió y la inestabilidad de Michel Temer pueden opacar las expectativas electorales del Presidente, que apuesta la continuidad de su proyecto político a los resultados de los comicios de octubre.

Carrió protagonizó una semana pletórica en su cruzada contra Ricardo Lorenzetti, presidente de la Corte Suprema, y Silvia Majdalani, actual subdirectora de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) y en su momento ex interventor de la Obra Social del Personal de Panaderías, designada al efecto por Carlos Menem. La diputada oficialista avanza contra Lorenzetti y Majdalani, y no le preocupa que en su ofensiva dañe la imagen del Presidente y la gestión del gobierno.

Macri anudó una relación política e institucional con Lorenzetti, tras un comienzo frío y con desconfianzas mutuas. El presidente explica al juez de la Corte que Carrió tiene su propia agenda y que la Casa Rosada está al margen de su cruzada política. Lorenzetti acepta las excusas de Macri, pero sabe que Carrió es una carta fundamental en los comicios y que Balcarce 50 no hará nada que conspire contra sus propias expectativas electorales.

Carrió hasta ahora perdió en los tribunales todas las presentaciones que hizo contra Lorenzetti. Sin embargo, la diputada oficialista prepara una nueva ofensiva que se basa en un minucioso informe que la Auditoria General de la Nación (AGN) realizó sobre los manejos administrativos de la Corte Suprema.

"No estamos en condiciones de opinar sobre la ejecución presupuestaria por la inexistencia de un adecuado control interno sobre la recaudación para asegurar la integridad de la misma", dice el informe de la AGN. Y remata: "No siempre se especifica el avance físico actual y acumulado. Tampoco existe una certificación donde se pueda constatar que los pagos son los correspondientes a dicho avance", sostiene la AGN respecto a las obras edilicias que autorizó la Corte.

Pero el planteo de Carrió a Macri no terminará en su permanente reclamo a acelerar el juicio político a Lorenzetti. La diputada oficialista también tiene cuentas pendientes con la subdirectora Majdalani.

Majdalani tiene relaciones fluidas con ex espías de la administración de Cristina Kirchner, carece de formación académica y conoce muy poco sobre la inteligencia estratégica en un mundo plagado de hackers, terroristas y fraude financiero. Cuando debió controlar las operaciones de la SIDE, como miembro de la Comisión Bicameral de Fiscalización de Organismos y Actividades de Inteligencia, privilegió sus relaciones de poder y miró hacia otro lado.

Carrió cree que Majdalani diseñó la operación judicial que implicó su denuncia por presunto enriquecimiento ilícito. Cuando se encuentre con Macri, la diputada oficialista explicará que todo fue un montaje urdido en una dependencia de la AFI ubicada en Pilar, que usaron un albañil con pocas luces que cobró 1.500 pesos y que hubo connivencia de ciertos jueces federales que apoyan a Lorenzetti en la compleja trama de poder que une a la Corte Suprema con los tribunales de Comodoro Py.

"Es vergonzoso, un escándalo producto de operaciones políticas vinculadas a sectores de Inteligencia y altos rangos del Poder Judicial", calificó Carrió a la falsa denuncia por enriquecimiento ilícito que presentó un simple albañil en un juzgado de Comodoro Py.

La diputada oficialista pedirá a Macri que cese a Majdalani y que evalúe a fondo la situación de Gustavo Arribas, el director de la AFI acusado de recibir coimas de origen brasileño. Macri defiende a Arribas, pese a que la prudencia política enseñaría una posición más neutra frente al escándalo de corrupción que puso contra las cuerdas a Michel Temer, presidente de Brasil.

Macri estaba en China cuando explotó la acusación contra Temer. El presidente siguió la situación de Brasil con la canciller Susana Malcorra y mantuvo una sucesión de contactos telefónicos con Marcos Peña, su jefe de Gabinete. En este contexto, Macri descartó una llamada a Temer y en Gobierno consideran que el mandatario del Brasil tiene los días contados.

El presidente argentino busca un mecanismo diplomático que implique respetar el principio de no intervención en los asuntos de otro país, pero a su vez le permita asumir decisiones de Estado ante la crisis económica y social que avanza sobre la democracia de Brasil. Macri quiere saber en tiempo real qué pasará en el Congreso y cuándo habrá una decisión judicial que termine la carrera política de Temer. Asume que semanas de tensión política en Brasil, pueden enterrar el tardío crecimiento del país y afectar sus chances electorales en el conurbano bonaerense.

"Confío en las instituciones brasileñas. Funcionan y la Justicia en Brasil es verdaderamente independiente", dijo Macri antes de abandonar Tokio rumbo a Buenos Aires. El Presidente ya vio caer a Dilma Rousseff y es muy probable que repita la misma experiencia con su sucesor. Si Temer no renuncia, el propio establishment paulista lo ejecutará sin piedad.

A Macri le preocupa el efecto Temer en la economía del país y no pierde el sueño respecto a las coimas que pagó Odebrecht para obtener ciertos emprendimientos durante la gestión de Cristina Fernández. "Estoy tranquilo (Odebrecht) no hizo obras con nosotros", explicó Macri después de visitar al emperador japonés Akihito.

Con el jet lag clavado en su espalda, el Presidente aguarda la llamada de Carrió y los informes que llegarán desde Brasilia. Tiene un comité de crisis que integran Peña, Malcorra y Fulvio Pompeo, secretario de Asuntos Estratégicos, y la necesidad de evitar que las críticas de Carrió potencien los efectos económicos de una posible caída de Temer. Macri no quiere la tormenta perfecta a pocos meses de una elección que pone a prueba la fortaleza del proyecto Cambiemos y su eventual reelección presidencial. Un deseo de cumplimiento casi improbable.