Francisco está muy pendiente de la crisis venezolana... lástima que esta semana se cayó Whatsapp

Si de un Papa se espera que interceda por la paz, lo mínimo de un Papa latinoamericano es que le ponga freno al caos en su propio barrio

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Si le sacamos el tema de la fe y observamos a la Iglesia Católica de una manera menos apasionada, nos daremos cuenta que es lo más parecido a una sociedad anónima. ¿Una SA? Sí, claro, cuya casa central comenzó estando en Jerusalén y luego de que lo crucificaran a su socio fundador fue reubicada en Roma. Esta corporación milenaria tiene oficinas distribuidas en prácticamente todos los países del mundo, donde ofrecen charlas motivacionales varias veces al día a una efectiva fuerza de ventas que promociona los valores de la marca entre sus más cercanos. Su manual de instrucciones se escribió 2000 años atrás y, por alguna extraña razón, nunca se le cambió una coma. El logotipo es tan exitoso que miles de millones de personas lo llevan colgado del cuello.

Como toda corporación tiene un chairman, que en este caso viste de blanco y bajo su responsabilidad recaen los temas relevantes. A su vez cuenta con un CEO por país, que lidera gerentes que visten de negro, quienes se encargan de manejar los puntos de venta alrededor del planeta. Esta multinacional tiene un propósito superior y para eso implementó frases motivacionales que hicieron historia. Una de las más conocidas es "a los tibios los vomita Dios". Incluso "Amén" viene siendo trending topic global siglos antes de que existieran las redes sociales. ¿Y su modelo de negocio? Redondo. Está basado en las donaciones de sus clientes y en el dinero que le aporta por ley el Estado de cada país. Pero como sin épica no hay relato y sin relato no hay clientes, ahí tenemos al Espíritu Santo, la resurrección, la Santísima Trinidad y a la mar en coche.

Aunque vos te mantenés al margen de las especulaciones y, como buen creyente, te moviliza algo mucho más poderoso llamado fe. Esa que mueve montañas. Por eso te duele tanto que la figura inmaculada en la cual depositaste tu confianza por momentos se muestre tan terrenal. Lo viste recibir a una insultadora serial que le vive faltando el respeto a todo aquel que piensa distinto escudándose detrás de un pañuelo que simboliza el sufrimiento. De la misma manera que te duele que le envíe un rosario bendecido a una mujer sospechada de manejar durante años un Estado paralelo en la provincia de Jujuy con una milicia armada.

Te duele eso y que no se entere cuando lo pasa a visitar una mujer valiente como Margarita Barrientos. Como te duele que su vocero informal sea un dirigente social de poca monta que agita las aguas entre los más humildes y un gobierno elegido en las urnas. Así podemos seguir con la cuestionable foto que protagonizó la bandera de La Cámpora, los guiños a un patotero como Guillermo Moreno, los interminables abrazos peronistas y la frialdad con que recibe a otros. A esta altura, discutir si sonrió más cuando estuvo con Cristina que con Mauricio es bajar al llano, cuando en realidad debiéramos medirlo por sus enseñanzas y no por sus gestos. Aunque, a juzgar por los hechos, varios de esos gestos desorientan.

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Está claro que Francisco es el Papa del fin del mundo, el Papa de los pobres, la versión actualizada de un Jesucristo que en su época también tuvo detractores por enfrentarse al establishment. No está mal que sea un provocador, por el contrario, es lo que uno espera de la máxima figura de una entidad que administra las esperanzas de la gente. Lo que marea es cuando no quiere asumir el rol político que sabemos maneja con gran habilidad. Todos vimos cómo hizo llorar a John Boehner, el implacable titular de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos y, en paralelo, con la soltura que se movió en la isla de Cuba junto a un moribundo Fidel Castro. Entonces nos asombra la poca cintura con que está manejando la crisis terminal que vive Venezuela. Aunque no debiera sorprendernos tanto, ya que en su visita a Cuba no se hizo tiempo para recibir a los disidentes que llevan casi 60 años apartados de sus derechos más elementales, de la misma manera que no atendió a la Lilian Tintori -la mujer del preso político Leopoldo López-, quien llegó a encadenarse en la Plaza de San Pedro en un intento desesperado por llamar su atención.

Si de un Papa se espera que interceda por la paz, de un Papa nacido en Latinoamérica lo mínimo que se pretende es que le ponga un freno a esta banda de asesinos que matan a sangre fría a inocentes, mientras atropellan las instituciones de un querido país vecino. Si bien Francisco lleva cuatro años en Roma, vivió durante 76 años en el mismo barrio de estos dos dictadores llamados Nicolás Maduro y Diosdado Cabello. En este barrio somos pocos y nos conocemos todos, así que no hay mucho margen para hacerse el distraído. Si bien Francisco no es Dios, digamos que es su representante en la Tierra. Por lo tanto se vería con agrado que no anteponga sus simpatías ideológicas por sobre las necesidades de los que están sufriendo.

Si le quitamos la fe como dijimos al principio y asumimos que la Iglesia es una corporación, va siendo hora de que el máximo responsable y sus principales directivos atiendan las quejas que llegan a los call centers, provenientes de los millones de clientes que tienen en Venezuela. Esta crisis no se resuelve con un par de Ave Marías y tres Padre Nuestros. Si no se cita a una reunión de directorio urgente para enfrentar el caos, se va directo a la quiebra. Lo que en política se conoce como guerra civil.

Que Dios no lo permita.