Venimos de un gobierno complicado, con excesiva vocación hegemónica y nos cuesta mucho revertir el odio en madurez. Los presidentes pueden cambiar pero siempre dejan una impronta; la de Menem fue la frivolidad, la de los Kirchner, el resentimiento. Hay demasiados dogmáticos agresivos que ignoran las leyes básicas de la convivencia democrática. Y a esa violencia la acompañaban con una absurda concepción de la permisividad: mala mezcla para un camino hacia la pacificación.
Y más allá de la fe que profesen, hay demasiados con falta absoluta de conciencia de las consecuencias de las palabras, de los gestos, de nuestros mismos actos. Ahora aparecen algunos macristas infectados de kirchnerismo que degradan a todos los que no piensan como ellos con el mejor estilo de la escuela santacruceña. Son discípulos de Néstor y Cristina en la agresión, pero del otro lado de la grieta. Y la soberbia de siempre que exigiría desinfectar la Casa Rosada cuyos notorios efectos se ven apenas alguien transita por Balcarce 50.
No es bueno el doble discurso, mucho menos lo es el que no deja nada claro. Macri tiene una compleja relación con la política. Tuvo éxitos parlamentarios y marginó a sus exitosos gestores; tiene fracasos económicos y ensalza a quienes los gestionan. Los brotes verdes oficiales me traen a la memoria esos pastos que surgen en medio de los adoquines, como agónico reflejo de una pradera aplastada y derrotada. Exportar limones e importar viviendas es una exagerada vocación colonial.
Y los negocios, como si fueran el único cauce que conduce a la realización de los ciudadanos. Cuánta pasión por lo rentable -que es esencial a toda sociedad pero lejos está de ser lo que la define. La política queda como ese espacio que reduce lo colectivo a los economistas y a los encuestadores. Como si fueran rastreadores que buscan el rumbo perdido de una sociedad extraviada que vive del recuerdo de un mejor ayer y no sabe cómo retornar a su integración social sin correr el riesgo de incrementar los daños ya ejecutados.
Esperamos la llegada del "inversor salvador", un "otro" que resuelva aquello que a nosotros parece superarnos. Buscar afuera lo que no encontramos adentro, entre nosotros, como si todo lo colectivo se hubiera vuelto imposible. Blanquean dineros pero lo dejan afuera; buen país para ganar y mal lugar para invertir, para guardar. Hubo un tiempo donde la consigna que imperaba era "Patria o colonia". Hubo ese tiempo, la duda fue resuelta, elegimos ser colonia. Las empresas del Estado se extranjerizaron y después de Menem ya los patrones nacionales eran minotís frente a los gerentes extranjeros. En su gran mayoría no hubo inversión sino tan solo "pase de mano". Es tal la voluntad de esquilmar al ciudadano que desde la salud a la educación, desde el peaje a la televisión, todo pasó a ser pago, sin que nadie controle al supuesto "empresario inversor". Y el cachivache de los Kirchner: se disfrazaron de izquierda pero no tocaron ningún interés de la enemiga derecha, salvo para pasarlo a manos amigas, un socialismo para la oligarquía parental.
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Para los Kirchner donde había una necesidad había un negocio. Me cansé de proponer un sistema de cable gratuito para los que no pudieran o no quisieran pagar el cable. Era fácil pero lo hicieron difícil: gastaron fortunas, importaron de China, un imperialismo estatal donde la coima no está prohibida y pusieron sólo señales oficialistas. Coima, robo y autoritarismo unido a fracaso y desastroso funcionamiento, eso da kirchnerismo en estado puro.
Ahora Macri busca inversores extranjeros en un país donde los nativos no sabrían qué hacer con sus ahorros. Nada es rentable para el pequeño inversor sería bueno que desarrollaran un sistema a partir del cual todos los pequeños ahorristas pudieran invertir sin arriesgar su capital y obtener una ganancia lógica, parecida a la que le aseguran al inversor extranjero.
Estamos divididos en tres: los restos del kirchnerismo, los del medio que dudan y los convencidos o deseosos de que el Gobierno sea exitoso. El pasado se achica mientras la adhesión al presente oscila. Estoy convencido de que si hay logros, éstos no llegarán a los sectores necesitados o servirán para generar trabajo ni devolvernos la esperanza.
Puedo aparecer pesimista, pero lo cierto es que los grandes negocios que tanto se intentan generan desmesuradas ganancias y eso sólo les llega a los de arriba. Por este camino habrá más pobres y lejos estará el oficialismo de convertirse en una opción de Gobierno, en una fuerza política exitosa.
Podrán explotar el tema acerca del estado lamentable en que dejó el kirchnerismo al peronismo -dividido y con dificultades para sobrevivir- pero lentamente se irán gestando otras fuerzas que lograrán salir del fanatismo parcial. Hace mucho un sabio nos habló del "triángulo de oro" donde se vertebraba el Estado, lo privado y las ideas. Eso es posible ni bien quien gobierne asuma que convocar al resto de las fuerzas políticas es una decisión imprescindible, sin la cual nada tiene demasiado sentido. La sociedad esta fracturada, unirla es la prioridad, el resto vendrá por añadidura.