El Gobierno retoma la iniciativa: los vínculos con el círculo rojo y los cambios en la comunicación

La edición N°12 del informe estratégico “Calíbar el rastreador” publicó un artículo sobre el nuevo escenario político y económico que atraviesa el Poder Ejecutivo

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El jefe de Gabinete Marcos Peña, junto al presidente Mauricio Macri
El jefe de Gabinete Marcos Peña, junto al presidente Mauricio Macri

El pasado mes de septiembre fue importante para la administración Macri, porque retomó la iniciativa utilizando la herramienta de la comunicación. El gobierno realizó cambios relevantes en dos niveles: en su relacionamiento con el "círculo rojo" y en el manejo de las expectativas.

A pesar de que sus comunicólogos sostienen que se busca privilegiar el contacto directo con la gente, evitando intermediarios, lo cierto es que ahora el gobierno apuntó todos sus cañones hacia los empresarios, inversores, periodistas, analistas y formadores de opinión (todos integrantes del "círculo rojo") a partir de la realización de dos eventos que tuvieron amplia repercusión: el llamado Mini-Davos y las jornadas organizadas por el Banco Central de la República Argentina.

Todo ocurrió en menos de 15 días. El resultado fue positivo: el gobierno logró instalar una agenda proactiva relacionada con la necesidad de generar inversiones. Más aún, en ambos eventos se abrió un debate, todavía incipiente, acerca de la necesidad de que Argentina encare reformas de fondo para ser competitiva. No es poca cosa.

Como adelantamos más arriba, la primera novedad que apareció en ambos eventos fue el cambio en el paradigma de la comunicación gubernamental: con resultados económicos por debajo de las expectativas originales del gobierno, la mesa chica del Presidente fue tomando conciencia de que el "círculo rojo" puede favorecer las políticas públicas oficiales y acelerar los resultados que busca Macri; por lo tanto hay que vincularse y tratar de influir sobre el.

La segunda novedad es el cambio en la gestión de las expectativas por parte del gobierno, que evitó reeditar en el "mini-Davos" el mensaje erróneo de "segundo semestre": el mega evento en el CCK fue presentado como un punto de arranque, de inflexión, más que como una meta de llegada o un logro en si mismo.

Estas novedades reflejan un gobierno que en estos casos utilizó la comunicación de manera inteligente, con el propósito de mantener la iniciativa y potenciar la acción, a la espera de que sus políticas rindan los anhelados frutos en el mediano plazo.

A su vez, en términos de gestión el gobierno parece haber comprendido que al final de cuentas será valorado por la opinión pública por los resultados y no por los buenos deseos. Por eso el cambio de estrategia, que se ve reflejado en el léxico recientemente incorporado en el discurso oficial: "necesitamos tiempo", "cada día vamos a estar un poco mejor", "estamos bajando sensiblemente la inflación para luego volver a crecer", etc.

Este cambio se apoya en el fracaso de la idea de "segundo semestre" y en la necesidad, por lo tanto, de plantear nuevos horizontes, más realistas y de mediano plazo: el 2017. También es un cambio que se alinea con las expectativas futuras de la población, que se mantienen altas a pesar de la caída –por goteo- en la valoración del gobierno: una porción importante de la gente sigue confiada en que Macri revertirá la situación económica imperante, y considera que las políticas que lleva adelante se justifican por la herencia recibida.

En definitiva, los mensajes gubernamentales están ahora más alineados con las expectativas generales y con la realidad económica. El gobierno parece haber entendido –e incorporado en su discurso- lo que la gente y el "círculo rojo" ya sabían y esperaban: que no es posible resolver todo en unos pocos meses, como pregonaba la fracasada teoría oficial del "segundo semestre". Es un hecho nuevo que hará que la comunicación gubernamental sea más eficiente, y que las políticas públicas estén orientadas a resultados más que a promesas o a anuncios. Una buena noticia para todos.


El Mini-Davos

El Mini-Davos argentino logró mostrar a un país –o al menos a un gobierno- deseoso de que vengan los inversores del mundo. Entre el buen catering y una excelente organización, los invitados internacionales mostraron un alto nivel de optimismo respecto del futuro del país que no deja de sorprender. Muchos de los speakers repetían, en sintonía con el discurso oficial, que este es el momento para invertir en la Argentina.

Este evento sirvió para mostrar un cambio rotundo de estilo y de concepción respecto del gobierno anterior. Los ministros del gabinete estuvieron presentes e interactuaron abiertamente con el público. Los diarios y medios de comunicación se llenaron de noticias y promesas de inversiones, algo que no ocurría hace mucho en nuestro país.

Poca presencia tuvo la oposición. Quizás hubiese ayudado al éxito del foro verlo a Sergio Massa, especialmente si consideramos que uno de sus argumentos centrales es la necesaria continuidad de las políticas públicas para el desarrollo del país.

En este sentido, uno de los principales interrogantes que expresaron en voz baja importantes empresarios e inversores extranjeros fue la disponibilidad del peronismo para mantener el rumbo pro-mercado en el caso de que recupere la gestión del gobierno nacional.

Las otras dudas entre los participantes privados fueron la carencia de la infraestructura necesaria para poder realizar inversiones, el creciente gasto público, el tamaño del Estado que no permite el crecimiento y el financiamiento de las empresas, en especial las PYMES, y los excesivos costos provocados por la rigidez del mercado laboral y la exorbitante presión tributaria.

El presidente de Arcor, Luis Pagani, planteó un tema central: la inserción de la Argentina en el mundo; y solicitó que el gobierno avance rápidamente en la negociación de un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea. "No queremos esperar otros 20 años para poder firmarlo", señaló.

Las Jornadas del BCRA

Las Jornadas Monetarias y Bancarias del Banco Central de la República Argentina fue el segundo evento en septiembre en el que el gobierno desplegó sus esfuerzos para influir sobre el "círculo rojo", en este caso, sobre economistas, especialistas en finanzas y actores principales del sistema bancario y financiero.

En lo esencial, en el evento se debatió la visión del anfitrión del encuentro, Federico Sturzenegger, que para combatir una situación de alza generalizada en el nivel de precios se requiere, entre otras cosas, hacer explícitos objetivos de inflación de mediano y largo alcance, es decir, la estrategia que está implementando el Banco Central.

Lo curioso es que los países que fueron analizados en el encuentro por haber sido exitosos con la estrategia de objetivos de inflación, son todos casos que antes o durante su implementación redujeron sensiblemente o eliminaron el abultado déficit público, que no es nuestro caso. Los países que se mencionaron son Israel, Chile y Brasil. Recordemos que éste último recientemente ha resuelto prohibir por ley el aumento del gasto público en los próximos 20 años.

Al igual que en el Mini-Davos, el clima del evento organizado por el BCRA fue positivo, y en general de apoyo al cambio impulsado por la administración Macri. Se notó una actitud activa de no criticar lo que el gobierno está haciendo, de darle tiempo para que logre enderezar la situación económica y social. En vos baja, varios manifestaron como duda principal la capacidad del gobierno de bajar sensiblemente la inflación y generar un crecimiento sostenido en el tiempo en un contexto de presión tributaria alta y de creciente aumento del gasto público.

¿Se abre un nuevo debate?

Con estos eventos, el gobierno encendió el debate sobre la competitividad del país y las condiciones para lograrla. Es un debate nuevo y necesario, pero aún muy incipiente; no está claro si avanzará o, por el contrario, quedará maniatado por las urgencias económicas y las necesidades políticas de corto plazo.

Es un debate esencial para la nueva etapa, porque permitirá saber si Argentina inicia una fase de reformas de transformación y, con ello, de desarrollo sustentable, o si los cambios se limitarán a poner en orden algunas cosas.

El debate también servirá para promover los liderazgos y los consensos necesarios para la transformación, o para demostrar que las tradicionales fuerzas conservadoras seguirán siendo exitosas en mantener el modelo de pobreza y de exclusión que impera en nuestro país desde hace medio siglo.