Pablo Avelluto: "En el mundo de la cultura no percibo resistencia, hay vocación de diálogo"

En diálogo con Infobae TV, el ministro de Cultura de la Nación habló sobre la renuncia de Darío Lopérfido en la Ciudad y la designación de Angel Mahler, sobre su experiencia en el Estado y sobre la cultura después de “la grieta”

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-¿Qué le pareció la salida de Lopérfido de Cultura de la Ciudad y qué le parece la designación de Mahler?

-A Lopérfido lo conozco desde hace muchos años y estoy muy contento de que siga integrando el equipo dirigiendo el Teatro Colón, que sé que es una de las actividades que a él más siempre le atrajo, y la verdad es que era una exigencia muy grande, ambos cargos requieren mucho tiempo. Y con respecto a Angel Mahler lo conozco muy poquito pero ya hemos estado conversando antes de que sonara su nombre, y coincidimos lamentablemente en el velorio de Carlos Gorostiza, hace pocas horas. Es un tipo con mucho entusiasmo, muy creativo con un sentido de lo popular muy grande, y creo que está en condiciones de hacer una buena gestión. Desde ya vamos a tratar de trabajar juntos en todo aquello que podamos.

-¿A Lopérfido se lo llevó puesto "la grieta"?

-No. Yo creo que en todo caso lo que sí hubo fue un desgaste, con un grupo importante de gente de la cultura, y que a la hora de trabajar eso puede ser una dificultad, sobre todo para un gobierno que parte de la base del diálogo con todo el mundo. Estaba en una situación muy tensa, pero en cualquier caso creo que es un gran gestor cultural, lo fue durante muchísimos años, desde los años 80, cuando estaba en el Centro Cultural Rojas, hasta hoy, ha hecho una gran carrera.

-Se incorporó recientemente el director de la Biblioteca Nacional. ¿Con eso ya quedó completo el plantel, o todavía falta completar algún área en el Ministerio de Cultura?

-Bueno, están ahora los llamados a concurso para los directores de los museos nacionales, que ya están comenzando, y estoy muy orgulloso de eso, porque son cargos que normalmente el Poder Ejecutivo nombraba a dedo, y al ser concursos de oposición y antecedentes permite quitarles un tinte partidario a esos cargos. Con respecto a Alberto Manguel, estoy más que conforme con su designación, muy orgulloso de que él esté entre nosotros, acabamos de inaugurar la primera exposición en la Biblioteca Nacional dedicada a los manuscritos de Jorge Luis Borges. Es una exposición extraordinaria, de paso invito a que la visiten, porque los manuscritos de Borges no fueron muy vistos. Incluso él trajo desde Nueva York, en préstamo, el de Pierre Menard, uno de los textos fundamentales de Borges. Es muy impresionante de ver, porque Borges escribía manuscritos, hoy pensamos que se escribe en pantallas, pero en los años 30 o 40… Con esa letra de mosquito, una cosa muy pequeñita, y muy obsesiva… Y ver una de las grandes obras de la literatura universal, en el momento más íntimo, que es apenas salida de la pluma de un escritor, es algo muy conmovedor.

-Pensaba el caso de Manguel, como también el de Tantanián en el Cervantes, que sorprendieron muy gratamente: gente muy calificada, que llegaba a posiciones muy relevantes y muy interesantes. Sobre todo porque venían de una campaña en la que muchos sectores de la cultura los criticaron mucho. ¿Estas designaciones han logrado vencer esa resistencia? ¿Percibe resistencia?

-Yo no percibo resistencia, al contrario: lo que percibo es una vocación de diálogo. Dependerá mucho de los que nosotros vayamos haciendo, y hasta ahora estamos haciendo cosas muy buenas, creo yo, y por lo menos así nos lo ratifican algunos sectores de la cultura. El caso de la designación de Alberto Manguel, la apertura y el diálogo que se está manejando dentro de la biblioteca, la intensidad de su trabajo en la biblioteca. El caso de la designación de Alejandro Tantanián también. Pero también hace poquito estuvimos en Tucumán, con motivo del Bicentenario, inaugurando una exposición -la más grande salida de obras de arte del Museo Nacional de Bellas Artes-, son 200 años de arte argentino, 25 obras de artistas contemporáneos de cada una de las provincias, e invitamos a Tucumán un grupo muy importante de artistas plásticos contemporáneos -desde Yuyo Noé a Pablo Siquier, Sara Facio-, y la verdad es que hubo un ambiente de camaradería. Tal vez lo que pasaba en el gobierno anterior es que había una exigencia o un requisito de afinidad partidaria, nosotros eso no lo tenemos, no lo practicamos, no creemos en eso, creemos que los artistas son ciudadanos libres como cualquier otro, y lo que nos interesa es su obra. Trabajamos más allá de prejuicios.

-Hablando con ex funcionarios de la gestión anterior sobre los primeros meses de su gestión en el ministerio, me decían que es una gestión muy porteña. ¿Siente que les esté fallando el federalismo?

-Es un riesgo siempre en un ministerio nacional que tiene 23 museos a su cargo, pero de los cuales la inmensa mayoría está en la ciudad de Buenos Aires, es muy fácil convertirse en una suerte de ministerio paralelo. Pero te doy dos ejemplos: la vigilia del Bicentenario fue en todo el país, fue un trabajo cooperativo con todas gobernaciones, con todos los municipios, movilizó más de dos millones de personas en cada lugar, y otro ejemplo es esta muestra que te acabo de contar, que además va a estar más de dos años itinerando por todo el país. La gestión que estuvimos haciendo en la Unesco, y que finalmente dio sus frutos, que tiene que ver con la provincia de Buenos Aires y con la designación de la Casa Curutchet, la obra de Le Corbusier en La Plata, como patrimonio de la humanidad. El trabajo que hacemos a través del INCAA, la Fiesta Nacional del Teatro y el Instituto Nacional del Teatro. Soy muy cuidadoso, y tratamos todos de ser muy cuidadosos, en no construir una gestión porteña, y estamos todo el tiempo pensando en, y viajando por todo el país con programas federales que están teniendo mucha repercursión.

-Se dice mucho que el del PRO es un gobierno de los CEO. Fuiste director de una editorial grande y ahora estás en el Estado. Con estos meses de trabajo en el Ministerio, ¿qué es diferente, qué es mejor, qué es peor, qué cuesta más en el Estado que en el privado?

-Son estructuras muy diferentes, con finalidades muy diferentes, y en cualquier caso lo que a mí me ha servido ha sido la experiencia de dirigir equipos, la experiencia de trabajar en función de resultados. Este es un gobierno y una administración -la del presidente Macri, la de la Jefatura de Gabiente- que nos exige resultados, nos exige un cuidado especial en la administración de los recursos públicos, y en eso sin dudas la experiencia de gestión aunque sea en el sector privado nos ha servido. Por el otro lado también hay todo un aprendizaje: la normativa pública, cómo se toman decisiones, cómo se compra, cómo se contrata, por supuesto no son las mismas que las del sector privado, y eso implica un aprendizaje. También implica un aprendizaje la relevancia de los saberes acumulados dentro de las propias organizaciones: hay gente con mucha experiencia, muy valiosa, y cuyo saber es muy importante a la hora de tomar decisiones. Yo los consulto: los viejos empleados -viejos en el sentido más cariñoso- del ministerio, en los museos, en la bilioteca, muchas veces te van plantando alarmas sobre errores que uno puede cometer, pero yo creo que son procesos complementarios. No alcanza con haber trabajado en una compañía privada, o haber hecho una carrera en el mundo comercial o editorial privado, pero creo que sí le aportás una mirada nueva a algunas rutinas que por ahí están siendo repetidas desde hace muchos años y no se pueden cambiar, cierta cosa inmovil que a veces el Estado tiene. Un caso para nosotros muy importante es que estamos a la vanguardia transformando, gracias al Ministerio de Modernización, saliendo de los expedientes manuales. Una de las primeras cosas que me encontré fueron pilas de carpetas para firmar, y estamos entrando ahora en una etapa nueva como es la del expediente digital, la firma digital, que acelera los procesos. Detrás de un expediente -eso lo dice siempre el presidente Macri- hay gente esperando por decisiones, por soluciones que el Estado tiene para darle. A veces la ansiedad que uno trae del sector privado hace que choque contra los necesario cuidados que tiene que tener el Estado, pero al mismo tiempo uno trata de ir reformamdo para hacer todo más ágil. Otra cosa que trae la gestión privada son las métricas, que el Estado tenía pero un poco menos. Se complementan…

-Durante los primeros meses se habló mucho de la herencia, pero ya de a poco se va pudiendo vislumbrar una gestión propia más allá de lo que recibieron. ¿Cómo le gustaría que al final de los cuatro años sea pensada su gestión?

-Es una pregunta que me hago muchas veces. Lo primero es haber contribuido a cerrar ese especie de disputa entre personas que pensamos diferentes pero que estamos necesariamente obligados a vivir sobre un mismo territorio. Mantener las diferencias culturales, mantener las diferencias polítcias, pero al mismo tiempo cooperar, generar un ambiente más cooperativo que nos permita crecer. Por otro lado, derrotar los prejuicios sería otra de las aspiraciones de mi gestión. Pero sobre todo hay una: que estés en donde estés en el país, geográficamente o socioeconómicamente, puedas tener igualdad de oportunidades para poder acceder a la riqueza enorme de nuestro patrimonio cultural. Y hoy tenemos herramientas que antes no teníamos: yo a un museo no le puedo poner ruedas para que ande por el país; sí puedo trasladar sus colecciones, y lo estamos haciendo. Pero también hoy tenemos dispositivos digitales, herramientas que nos permiten poner el patrimonio cultural en circulación de una manera que hasta ahora no era imaginable, para que estés donde estés puedas vivir -un poco como pasó con el Bicentenario-, vivir la idea de que formamos parte de algo que nos excede, y que podemos llegar a tener un vínculo fraterno, una cultura que nos integra a todos, cada uno con sus matices y sus diferencias, pero que nos cobija a todos, y todos somos los que la modificamos juntos, cada uno desde su punto de vista y desde su identidad.