El Papa y la paz de Colombia

El Papa demostró ser conocedor de la amplia inconformidad que hay en el país sobre la ausencia de justicia en las concesiones pactadas

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Francisco es el tercer Papa que visita Colombia. Primero lo hicieron Paulo VI, en 1968 y Juan Pablo II, en 1986. El Papa fue recibido por multitudes alborozadas de un país inmensamente católico que esperaba ante todo una visita de corte pastoral y que así la sintió.

El gobierno de Juan Manuel Santos fracasó en el empeño de sacar partido para su acuerdo de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) a pesar de la abrumadora propaganda oficial. Hasta el momento de redactar esta columna el Papa no se había pronunciado en favor de dicho acuerdo, pero había deslizado importantes reflexiones sobre las implicaciones de la paz, la relación entre paz y justicia, la esperanza, la alegría, las víctimas, la verdad y la reconciliación, con las que difícilmente se podría estar en desacuerdo.

Se le observó una actitud muy diplomática y respetuosa, acorde con su liderazgo religioso, sin herir a nadie y provocando reflexiones saludables, polémicas y pertinentes. Su silencio sobre la situación de Venezuela sigue sin explicación.

El Papa demostró que está al tanto de la profunda división de los colombianos en torno a al proceso de negociaciones y acuerdo de paz entre el gobierno Santos y la guerrilla de las FARC. Al respecto hizo apuntes sobre la importancia de insistir en alcanzar la paz, a la vez que advertía en la necesidad de la justicia, del perdón y la reconciliación. Sus palabras encuadran a la perfección con los textos del Nuevo Testamento que les otorga siempre un lugar privilegiado. Todos los días en la misa católica se escenifica ese mensaje universal y teológico sobre la paz entre las naciones y entre los hombres.

No hubo, pues, un apoyo explícito al acuerdo como lo anunció el Gobierno colombiano y afirmaron muchos analistas. El Papa demostró ser conocedor de la amplia inconformidad que hay en el país sobre la ausencia de justicia en las concesiones pactadas. Las últimas encuestas que certifican ese estado de ánimo han traspasado fronteras.

La población católica sabe que el Papa ostenta una doble dignidad bastante problemática. A la vez que jefe de la Iglesia Católica lo es de un Estado, y que entre una y otra no faltan desajustes y contrariedades. A la hora del balance hay que reconocer que Francisco supo manejar su inmenso carisma, inclinándose mucho más por el contenido pastoral de su visita. Hubo instantes de solemnes y emocionantes contactos con personas enfermas o discapacitadas.

El Papa estuvo en cuatro ciudades capitales: Villavicencio, Bogotá, Medellín y Cartagena, todas ellas muy representativas de la fe católica de los colombianos. Su presencia fue motivo de multitudinarias manifestaciones que reafirman las convicciones de sus habitantes. Creo que para bien del país el Papa no se salió de su mensaje evangelizador, aunque también hizo anotaciones de contenido político. Pienso que suscitó entusiasmo por su fe, a la vez que planteó reflexiones para todo tipo de personas y agrupamientos demostrando que entre política y religión, no obstante la separación entre los asuntos de la Iglesia con los del Estado, siguen existiendo vasos comunicantes, en este caso, expresados en unas ideas y valores comunes a la religión y a la política como la paz, la justicia y la reconciliación, entre otros.

La estancia del papa Bergoglio fue muy corta como para pensar que va a tener una incidencia enorme en el cambio de las tendencias y las percepciones que los colombianos tenemos sobre nuestros problemas y necesidades. Sin embargo, deja una serie de inquietudes que el gobierno de Santos debe tener en cuenta, como, por ejemplo, entender que ya no se justifica insistir en seguir vendiéndole al mundo un acuerdo que es rechazado por la mayoría del país y reconocer que han resultado infructuosos sus onerosos esfuerzos económicos y diplomáticos por alcanzar en el exterior lo que no ha podido en el interior.

En cambio, debería pensar y actuar en el sentido correcto de la necesaria modificación de los acuerdos para que ganen sobre todo en el tema de la aplicación de una justicia transicional más acorde con parámetros nacionales e internacionales.

Las gentes quedarán satisfechas de haber visto y escuchado en vivo y en directo al papa Francisco y sus creencias se habrán renovado. En los días siguientes vendrán los balances, habrá agudas polémicas sobre lo que dejó su visita. Mi colega Alfonso Monsalve, por ejemplo, acota que entre las víctimas llevadas ante el Papa no permitieron ninguna de las FARC. Más allá de campanas al aire por la paz, el país retornará a su ritmo normal.