Las FARC como partido

Es muy difícil encontrar inocentes de crímenes violentos en el liderazgo de este flamante partido y hasta en muchos de sus militantes más fervorosos

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Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) se han transformado en partido político después de un cruento recorrido de casi sesenta años en el que se derramó sangre a raudales: 220 mil muertos y decenas de miles de heridos y mutilados, así como millones de desplazados. Ello sin considerar las grandes pérdidas materiales que se originaron en un conflicto que pudo ser evitado si sus líderes hubieran optado por la lucha electoral, pero la visión épica que tenían de la política, entre otros factores, les impedía comprometerse con un itinerario electoral.

Cierto es que no era una avenida fácil; las deficiencias del sistema y las circunstancias complicaban en extremo propiciar un cambio radical en la política nacional, pero lo que más pesó en esa decisión fue la certeza de que era la ruta más rápida, a la vez que se arrogarían el control del país a su manera, sin respetar los compromisos sociales vigentes que impedían imponer un régimen sustentado en su concepción del poder.

Lamentablemente, la cúpula de las FARC, al elegir la violencia extrema y descartar la importancia del sufragio y el trabajo político, demostró que consideraba que la guerra era la forma más segura y propicia para la toma del poder, entre otros factores porque el vencedor en un conflicto bélico tiene la potestad de imponer su voluntad y proceder, de acuerdo con su exclusivo beneficio y los de sus partidarios.

Sin embargo, para el bien del pueblo colombiano, no contaron con capacidad para imponer sus convicciones a sangre y fuego. Se vieron obligados a acatar unos acuerdos que, aunque desde las perspectivas de muchos analistas y ciudadanos comunes de ese país los han favorecido ampliamente porque les permiten participar en política con impunidad y ventajas que otras fuerzas políticas no han tenido, tampoco están en capacidad para imponer el proyecto político que por décadas auspiciaron.

El resultado ha sido un congreso fundacional en el que participaron 1.200 delegados y en el que el caudillo Rodrigo Londoño, Timoshenko, expresó: "Superamos en lo fundamental el obstáculo de la guerra, celebramos este congreso como una victoria impensable años atrás". Una demostración de que las FARC se siguen considerando las víctimas del Estado colombiano y no los victimarios de un pueblo que afligieron con asesinatos, secuestros, terrorismo y narcotráfico.

La apoteosis llegó este 1º de septiembre, cuando en la Plaza Bolívar de Bogotá se proclamó el partido Fuerzas Alternativas Revolucionarias de Colombia, y Londoño manifestó que no le temen a la Justicia. Dijo: "Por el contrario, clamamos por ella. Por un país en el que la impunidad desaparezca para siempre, con indiferencia del estrato social del responsable o de su condición política".

Es de suponer que Timoshenko, si se ha aprendido bien el libreto que interpreta, está dispuesto a ir a la cárcel, porque sobre él pesan al menos desde el 2006 una docena de sentencias de cárcel, además de varias denuncias ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

En la descripción de los crímenes cometidos por Timoshenko se cuentan múltiples homicidios agravados, secuestro extorsivo, rebelión, terrorismo, daño en bien ajeno, lesiones personales y hurto calificado. "Un rosario de crímenes impunes que ostenta más de 117 órdenes de captura y responde a su larga vinculación con la guerrilla más antigua de América Latina", según un informe periodístico del 7 de marzo del 2014. Otras informaciones detallan que tan sólo en 13 sentencias las penas a prisión suman 448 años, con más de 141 órdenes de captura.

En 2013 Timoshenko fue condenado, junto con otros 22 guerrilleros de las FARC, por el atentado perpetrado en 2005 en el municipio de Puerto Rico (Meta), que dejó 30 personas heridas y 4 muertos, por la explosión de un artefacto en una embarcación que viajaba por el río Ariari. La sentencia incluye a otros jefes de la narcoguerrilla, Luciano Marín, alias "Iván Márquez" y Jorge Torres Victoria, alias "Pablo Catatumbo".

Es muy difícil encontrar inocentes de crímenes violentos en el liderazgo de este flamante partido y hasta en muchos de sus militantes más fervorosos, así que la primera prueba de su compromiso con la paz, más importante que las propuestas políticas que presenten, radica en una disposición sincera a cumplir las sentencias que, al menos, ya les fueron dictadas.