Las PASO confirman tendencias irrefutables sobre el electorado

Las sucesivas elecciones desde 2013 evocan la indelebilidad profunda de la brecha social. Pero su traducción política dista de ser tan homogénea como se suele suponer

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Los resultados de las últimas PASO en el Conurbano bonaerense confirman tendencias ya insinuadas desde 2013 en el sentido de una larga pero inexorable transición hacia un país diferente. Su morfología final resulta aún imperceptible, aunque no algunos matices.

El dato más urticante de la reestructuración socioeconómica comenzada hacia fines de los 70 fue la fractura social de la pobreza que la democracia inaugurada en 1983 no hizo más que acentuar. El kirchnerismo, al calor de las bondades de la soja, le añadió otra política e ideología tramitada fundamentalmente en el interior de las clases medias ilustradas, un fenómeno que aguarda su debido tratamiento por las ciencias sociales.

Su prédica alcanzó la culminación entre la muerte de Kirchner y la reelección de su esposa, en 2011. Sin embargo, su estridencia fue desde entonces proporcional al hartazgo que suscitó incluso en muchos de sus primigenios simpatizantes y beneficiarios. Las sucesivas elecciones desde 2013, en cambio, evocan la indelebilidad profunda de la brecha social. Pero su traducción política dista de ser tan homogénea como se suele suponer.

Como era previsible, el kirchnerismo obtuvo en las últimas PASO el grueso de sus votantes en los bolsones más humildes, muy concentrados en la tercera sección electoral. Sin embargo, el buen desempeño del oficialismo y de la oposición no kirchnerista en los distritos comunales que administra como Tres de Febrero, Lanús, Ituzaingó y Quilmes, así como los desprendimientos de los aparatos tradicionales en bastiones como Lomas de Zamora, Florencio Varela, Almirante Brown y en la propia La Matanza prueban novedades socioculturales interesantes en el Conurbano profundo.

No obstante, las maquinarias administradoras de la pobreza armadas desde los 80 por el peronismo funcionaron. Sus intendentes kirchneristas pusieron toda la carne en el asador de CFK, evitando sus clásicas ambigüedades y los dobles juegos. Pero las restricciones a sus cajas negras les pusieron un cepo a los dispositivos electorales pergeñados a lo largo de los 35 años de política territorial. Lo que queda de los aparatos de los 80 y 90, así como de aquellos que el kirchnerismo delegó en las denominadas organizaciones sociales, viene exhibiendo altos niveles de estrés e ineficacia en alcanzar el corazón y las mentes de sus beneficiarios.

En esos electorados, cuya colectividad traduce políticamente la fractura social, coexistieron la lealtad con la bronca, la frialdad y los malos recuerdos evocados por operadores burocratizados reconocidos por sus mañas y las corruptelas. El gobierno no quiso o no supo capitalizar a su favor esos sentimientos. Así y todo, los recortes cuantitativos del voto clientelar demuestran que algunos, pocos, pero significativos y crecientes, se atrevieron a desacatar las directivas de sus jefes al servicio de las intendencias.

Este último elemento nos conduce a otro supuesto muy extendido que la PASO provincial se encargó de relativizar: la indiferencia por la corrupción. Muchos vecinos asociaron sus desventuras cotidianas —cortes de luz, calles de tierra, contaminaciones, planes habitacionales inconclusos o de baja calidad— con los negocios de Julio De Vido, por dar solamente un ejemplo emblemático.

También, con la "policía brava" y sus auxiliares "de choque" de barrabravas, y bandas asociadas en el delito y en el ejercicio de la acción política directa que asedian a sus barrios con su saga de terror y de muerte. Y votaron en consecuencia, sin haberse prestado a la invitación impenitente de sumarse al caos destituyente ordenado por los comandos dependientes del Estado mayor kirchnerista.

La coyuntura brinda, entonces, una nueva oportunidad para las dirigencias de veras republicanas de hurgar apoyos crecientes en esos heteróclitos mundos de necesidades vitales insatisfechas. Las aguarda un contingente interesante de referentes intermedios desmoralizados por el saqueo cleptocrático del régimen, dispuestos a encolumnarse detrás de propuestas innovadoras y de un reconocimiento de los problemas concretos sólo posible "poniendo los pies en el barro".

Hay fenómenos nuevos como, entre muchos otros, las redes de referentes femeninas unidas por un pasado de maltratos y de explotación que, pese a su filiación kirchnerista, sienten empatía con la gobernadora María Eugenia Vidal. Ella enfrenta, como ellas lo hacen a diario, a las mafias narco y a núcleos franquiciados hasta entonces irreductibles como los "porongas" de La Salada.

Sólo la autoridad de funcionarios expertos y comprometidos en sustitución de los agentes tercerizadores corporativizados podría aportar el indicio de una nueva cultura de gestión. Su misión debería estribar en reintegrar a las sociedades empobrecidas empalmando sus saberes y los de una renovada educación, con un patrón productivo pujante y abierto al mundo. Al cabo, un país más digno que el actual, aun regido por el legado de la reacción pobrista disfrazada de progresismo.