Una campaña en 3D

Lo que está en juego son los dos próximos años: un Senado difícil, la fragmentación extrema del PJ, la imposibilidad de lograr acuerdos razonables y desde ya una señal confusa hacia los mercados e inversores que observan con atención hacia dónde vamos o pretendemos ir

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Una seguidilla de actos, presentaciones y cuidadas puestas en 3D dejó habilitada la campaña hacia las PASO. Será un tiempo corto pero intenso. De resultados concretos pero probablemente efímeros. A partir del 14 de agosto, se especula, muchos tendrán que recalcular. Al menos eso es lo que piensan los que ven venir un posible primer lugar para la lista que, en la provincia de Buenos Aires, pretende llevar al Senado a CFK.

Engolosinados con fogonear la polarización, desde el oficialismo han perdido de vista el voto de los desencantados, un creciente número de gente que ve diluirse la expectativa de un mejor pasar en la férrea resistencia de los índices de inflación que bajan, pero muy, muy lento y de los precios, que no paran de subir. Esa gente que no cree que Mauricio Macri gobierne para los ricos, pero que constata que tampoco le alcanza para frenar la caída de los que van para pobres.

A la luz de estos apremios y estas constataciones, el catecismo de Jaime Durán Barba hizo renovar votos y mandamientos a los atribulados candidatos de Cambiemos: "No mentirás, no confrontarás, no hablarás ni bien ni mal de otros candidatos, salvo de Sergio Massa, a quien está permitido pegarle duro". Es que se teme que los desconcertados, a la hora de votar, vayan para el lado de 1País y sustraigan esos puntos de oro, que no son más de tres o cuatro, y que hoy separan la redención del abismo.

No se trata del 2019. Se coincide en que Cristina tiene un techo inflexible del 35% y que en ningún caso tiene chances de traspasarlo. Lo que está en juego son los dos próximos años: un Senado difícil, la fragmentación extrema del Partido Justicialista, la imposibilidad de lograr acuerdos razonables y desde ya una señal confusa hacia los mercados e inversores que observan con atención hacia dónde vamos o pretendemos ir.

Pero no solamente a los candidatos del oficialismo se los vio siguiendo el misal del ecuatoriano. Los que son o vienen del peronismo dejaron en casa bombos y estampitas. Se los vio moverse dentro de estéticas actualizadas, caminando sobre pasarelas, girando en escenarios 360, pertrechados con micrófonos wireless y luminosos seguidores celestes. Siguiendo libretos muy pensados, abrevando en los conceptos de la pospolítica.

El tigrense perfeccionó su puesta. Con el baño de luz y transparencia que aporta Margarita Stolbizer, concentró su discurso en las "necesidades puntuales de la gente". Se presenta rodeado de un equipo y propuestas, pero apeló a un toque emocional intercambiando encendidos besos con su esposa en pleno discurso y apelando a sus hijos. Puede que haya leído el nuevo libro del consultor estrella que asegura que echar mano a los sentimientos "garpa" y que una imagen vale más que las mil palabras.

La ex Presidente también contuvo su elocuencia. Se mantuvo esta vez sobre un escenario, pero nada de podio o atril. Convocó a gente común a contar sus penurias. Todas obviamente atribuibles al Gobierno de Macri, y se limitó a un discurso propio pidiendo a la gente que vote por sí misma. En un acto con transmisión cerrada y sin acceso permitido a periodista alguno, su discurso breve sufrió tres cortes de señal en vivo, lo que dejó parte de sus palabras entre las cuatro paredes del Roxy. Sólo un traspié. Si esta imagen ligth, edulcorada y durambabista de Cristina pervivirá en el tiempo, está por verse. Por ahora hace buena letra.

Quien no renegó en nada de su peronismo fue Florencio Randazzo. Con gremios y militancia, los cascos de la UOCRA, las columnas de la UOM y la Unión Ferroviaria, y la indiscutible territorialidad del Movimiento Evita, desplazó su soltura en un discurso de alto voltaje, confrontando con el macrismo, tomando sanitaria distancia de CFK y descalificando a Massa. No nombró a ninguno de sus oponentes. No hizo falta. "Soy una alternativa entre el oportunismo y la soberbia". El ex ministro sí piensa en el 2019. Con pocas chances de la elección de medio término, el líder de Cumplir va por el futuro.

En algo coincide con los conceptos de la nueva política: "El voto no es de nadie, ni del kirchnerismo, ni del macrismo, ni de Massa. La sociedad reclama otro tipo de dirigentes: que honren la palabra, que actúen según sus convicciones para que mejore la vida del hombre común".

Pero si las imágenes cuentan más que todo lo que se dice en este tiempo de política digitalizada, esta semana las tuvo y de alto impacto. Mucho más potente que cualquier estrategia de campaña, la realidad plantó dos secuencias de las que se fijan indelebles en la conciencia colectiva.

Las interminables colas frente a los supermercados mayoristas para acceder a la promo de 1.500 pesos del Banco Provincia y la escena final de gente atrapada con sus changuitos cargados de leche, fideos, aceites y pañales en el interior mientras otros pretendían entrar, dio cuenta de dónde golpea y muy fuerte el aumento de los precios y la depreciación del salario. Era la clase media, la que votó por Macri, la que en su mayoría pugnó por codiciado descuento.

Trascartón, el miércoles, la refriega de la bonaerense para desalojar la planta de PepsiCo en Florida expuso el más aterrador de los fantasmas del momento: la amenaza del desempleo. No hay mística política que alcance ni invocación a la esperanza suficiente para neutralizar las angustias recurrentes que generan la vulnerabilidad económica y su inevitable impacto en la decisión del voto.

Si efectivamente, como sostiene el gurú ecuatoriano en su libro La política en el siglo XXI, en la última década, con los medios electrónicos, "se provocó un torbellino de intercambios y la opinión pública se convirtió en algo que nadie puede controlar, ni manipular, ni destruir", los que pretenden llegar al poder se enfrentarán con una agenda cada día más autónoma, que debilita el poder de los líderes, de las organizaciones y de los partidos, y no depende del aval de los medios de comunicación ni de ninguna institución. Una conversación horizontal, abierta, volátil y vertiginosa. Desapegada de dogmas y verticalismo. Menos ideológica y mucho más utilitaria y pragmática, con todo lo que eso significa a la hora de las urnas.