Cambiemos y Unión Ciudadana hacen nuevos ajustes en sus campañas

Los estrategas del Gobierno creyeron ver en la fórmula de opuestos la llave para polarizar y ganar la elección. Marcos Peña y su equipo comprobaron, a través de las encuestas, que dicha estrategia resultaba insuficiente o, por lo menos, no garantizaba la victoria

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Los cambios más relevantes en las campañas electorales con vistas a las elecciones de agosto (PASO) y octubre (general) próximos los están protagonizando el gobierno y Cristina Kirchner. El detonante fue la inesperada incorporación del presente en las campañas, que tomó el lugar del pasado en el debate público.

Como se sabe, Cambiemos buscó inicialmente alentar el contraste con el pasado como eje principal de su campaña. Su estrategia se desarrollaba en la comparación entre dos etapas, dos eras históricas: la anterior, representada por los Kirchner y el peronismo, corrupta y dañina para el pueblo, y la actual, representada por el gobierno, signada por la transparencia, la cercanía con la gente, el crecimiento económico y las expectativas futuras. Los estrategas del gobierno creyeron ver en esta fórmula de opuestos la llave para polarizar y ganar la elección.

Recientemente, Marcos Peña y su equipo comprobaron, a través de las encuestas, que dicha estrategia resultaba insuficiente o, por lo menos, no garantizaba la victoria. En primer lugar, porque los anunciados "brotes verdes" en la economía tardaban en manifestarse y, en segundo lugar, porque Cristina Kirchner lanzaba su campaña con el concepto de "así no se puede seguir más", un elemento poderoso que se relaciona con las circunstancias del presente, no con el pasado.

El gobierno comprendió que no sería posible confrontar con éxito los problemas del presente con los recuerdos del pasado; en otros términos, que la asociación del kirchnerismo con la corrupción a la que apelaba Cambiemos no sería suficiente para imponerse al eje del ajuste, la inflación y el estancamiento económico utilizado por Cristina Kirchner para definir la gestión del presidente Mauricio Macri. La grieta no producía todos los efectos deseados.

Se sumaron dos novedades que terminaron por convencer a Cambiemos de hacer un ajuste en su campaña: la nacionalización de la figura de Cristina Kirchner, impulsada por el propio gobierno y la reinvención de ella como una candidata nueva y diferente de la conocida. Este último es el aporte más importante en la campaña de Unión Ciudadana. Para competir, ahora Cristina Kirchner funda un partido nuevo, se muestra como una candidata catch-all, aleja de su entorno a varios de sus impresentables, aparece rodeada de personas a las que suma como testimonio de las desgracias del presente, y renueva su promesa.

Ella se muestra conciliadora, que escucha y contiene, muy lejos de los anhelos de Marcos Peña, virtual jefe de campaña del oficialismo, que pronosticaba: "En la campaña, Cristina exacerbará un discurso violento y mentiroso".

Hasta entonces, el gobierno venía desplegando un combo de acciones que, en los hechos, básicamente sirvió para fidelizar lo que tiene y, marginalmente, para atraer a una parte de los votantes insatisfechos que perdió en el año y medio de gestión. Algunas acciones son del manual al que recurren todos los gobiernos por igual: favorecer el mayor endeudamiento de las familias con la toma de créditos hipotecarios y el consumo, aumento considerable de la inversión en obra, ampliación de la ayuda social directa, en especial en el Conurbano y, por supuesto, mucha publicidad y comunicación.

El gobierno también recurrió a sus acciones identitarias, como el timbreo, y las caminatas de Macri, María Eugenia Vidal y sus candidatos para mostrar cercanía. La Justicia está haciendo su parte, al convocar a diario a los tribunales federales de Comodoro Py a representantes del anterior gobierno.

Ahora, el empate en las encuestas entre Cambiemos y Unión Ciudadana, y la consecuente irrupción del presente en el debate público han llevado al gobierno a tener que ajustar su campaña e ir a buscar entre cuatro y seis puntos porcentuales de votos que no tiene, pero que cree que podría llegar a tener.

Hay que considerar que casi el 80% de los encuestados afirma que tiene decidido o casi decidido a quién votar. De esta manera, los candidatos, sobre todos los dos principales, se ven obligados a segmentar significativamente sus campañas para sumar marginalmente los votos que necesitan para ganar.

Como la próxima elección es de una sola vuelta, es decir, gana quien saque más votos, los candidatos tienen únicamente una oportunidad de maximizar su oferta. Por lo tanto, tan importante como la polarización es el efecto que tendrá la fragmentación en la próxima elección.

En la provincia de Buenos Aires el panperonismo se presenta fragmentado en tres (aunque Unión Ciudadana y 1País representan más que el voto peronista), lo que en principio favorecería a los candidatos del gobierno. Sin embargo, también podría decirse que se trata de tres propuestas antigobierno, lo que dificultaría una victoria del oficialismo. De las encuestas surge que más del 60% de los votantes afirma que no votará a los candidatos de Cambiemos.

En el gobierno se pronostica que una porción menor de votantes de Sergio Massa y, en menor medida de Florencio Randazzo, podría cambiar su preferencia por los candidatos del oficialismo y, con ello, asegurar la victoria de Cambiemos en la provincia de Buenos Aires. Los votos de Unión Ciudadana aparecen más estables, pero, al mismo tiempo, esta opción sería poco eficaz a la hora de atraer a nuevos votantes.

Massa y Randazzo desarrollan, por ahora, estrategias orientadas sobre todo a conservar lo que ya tienen.

En síntesis, una vez asegurado el centro, es decir, su voto normal, las estrategias de campaña de los partidos se están orientando cada vez más hacia los márgenes, donde los candidatos pueden sumar lo que les falta. Allí va a surgir la diferencia entre las dos fuerzas políticas, que, por ahora, reúnen el mayor número de preferencias en la provincia de Buenos Aires.

Hasta el momento, lo más probable es que Cambiemos y Unión Ciudadana polaricen la elección, es decir, que juntos superen el 70% de los votos. En este sentido, la nueva estrategia de Cambiemos apuntará a sumar algunos votantes de Massa y del Conurbano bonaerense, principalmente de la primera sección electoral. También irá a buscar más votos entre los jóvenes, un grupo que no acompaña mayormente al oficialismo.

Para ello, la campaña de Cambiemos está desplegando un plan de acción segmentado y mejor dirigido, más contundente. No casualmente, el gobierno ha inaugurado una serie de acciones de alto impacto que lo muestran en lucha frontal contra las mafias. Hace varias semanas que crecen exponencialmente los procedimientos contra el narcotráfico: son apresados vuelos ilegales con cientos de kilos de estupefacientes prohibidos, caen cargamentos de drogas, se desarman "cocinas" y se encarcela a sus responsables, todo ello con amplio despliegue mediático.

La lucha contra el narcotráfico aparece, de golpe, como la promesa de campaña de 2015 que el gobierno muestra, ahora, que cumple. Es eficaz, porque le permite llegar a los votantes del Conurbano que no tiene, inmunes al debate sobre pasado-presente, corrupción-transparencia, pero sensibles y alertas al flagelo del paco, del que son víctimas principales. ¿Le será suficiente para ganar?

Como pocas veces antes, el resultado de estas elecciones dependerá sobre todo de las campañas políticas más que de los candidatos. El final es incierto. El resultado que cuenta será el de la provincia de Buenos Aires. Allí la duda es quién saldrá primero, mientras que en la Ciudad de Buenos Aires se discute quién será el segundo. En los demás distritos electorales, con un par de excepciones, ganará la elección de octubre el que ya gobierna en cada provincia.