¿Por qué un ranking de municipios?

Lucas Delfino

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Es parte de nuestro folclore argento revelar verdades económicas, políticas y sociales bajo algún sentido que responde más a nuestro humor que a un fundamento. Dentro de la profundidad de la subjetividad podemos encontrarnos todos, impregnados por nuestras creencias, nuestros discursos, nuestros preconceptos y con nuestros prejuicios. Y no está mal que así sea.

Muchas veces frases como: "¡Qué linda que está Mar del Plata! ¡Qué desastre la gestión de gobierno de Mar del Plata!" son proliferadas por voceros políticos o televisivos y  construyen sentido, rankean ciudades y gestiones por meros intereses personales o partidarios que distan de tener sustento y correlación con la realidad.

Pero un Estado, para funcionar como garante del bien común de todos sus ciudadanos, no pude basarse en percepciones, requiere información estadística, certera y útil para diseñar y ejecutar políticas justas, apropiadas.

En este sentido, entendemos el ranking de municipios como un medidor imparcial de las buenas gestiones locales. Su valor, que a simple vista sólo radica en medir mediante una competencia, también nos permite reconocer, premiar e incentivar de forma objetiva a todas aquellas ciudades que quieran participar. Se trata de una competencia que contempla, mediante resortes técnico-legales, verdadera equidad, porque en la esfera de lo público no se puede librar a los jugadores a la ley del más fuerte, como pasa en un deporte o en el mercado, pero sí se puede y se debe impulsar al conjunto de las partes a competir consigo mismos, garantizando reglas de juego claras e alicientes tanto simbólicos como tangibles.

Es historia conocida que muchas ciudades de nuestro país fueron presas de lógicas políticas y que, por afinidad o por oposición con los colores del gobierno de turno, fueron afectadas de forma negativa o positiva a la hora de ser valoradas, ponderadas y destacadas. De esta forma, el ranking busca funcionar como un ámbito de acceso voluntario, desprovisto de vicios partidarios y subjetividades, cuya matriz se encuentra regida por siete variables cuantificables e inobjetables que reconocen la heterogeneidad de cada territorio.

Estas siete variables son el presupuesto, los recursos municipales, la inversión pública, la estructura de gobierno, la transparencia, la planificación urbana y la capacitación administrativa. Con distintas aristas, cada una de estas vislumbra el nivel de eficiencia en la administración de recursos de un municipio, así como su presencia y su eficacia proveyendo los servicios que garantizan una mejor calidad de vida de sus habitantes.

Este año comenzamos una prueba piloto del ranking, luego de trabajar en forma conjunta con universidades y especialistas en el diseño de una metodología adecuada. En este sentido, por cuestiones de homogeneidad establecimos que participen municipios de más de 50 mil hasta 300 mil habitantes, los seleccionamos según parámetros de diversidad partidaria y regional.

Durante años el Estado nacional salía en auxilio de los municipios peor administrados para que estos no "explotaran", y es la lógica inversa a la que debemos cambiar, premiar a los mejores intendentes. Que este tema despierte interés y ponga sobre la mesa el debate ya plantea su éxito.

Desde el gobierno nacional queremos seguir avanzando en que los gobiernos locales ganen preponderancia como nos pidieron el presidente Mauricio Macri y el ministro Rogelio Frigerio. Para esto debemos poner a disposición las herramientas que puedan llevarlos a planificar y desarrollarse con previsibilidad, para salir de la inmediatez que reinó en sus gestiones en los últimos 30 años, entendiendo que municipios autónomos y eficientes sólo traen aparejadas mejoras en la calidad de vida de los vecinos de todo el país y nos acercan más a la Argentina desarrollada que soñamos.

El autor es subsecretario de Asuntos Municipales del Ministerio del Interior, Obras Públicas y Vivienda.