Cristina Kirchner y la sombra de una reina guerrera

Federico González

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Entonces apareció Cristina. ¿Cruje el firmamento o apenas se trata de una nueva dilación para retrasar la evolución de su ocaso? Ciertamente, con Cristina nunca se sabe. Acaso la mente de Cristina sea inescrutable, como la de los dioses a los que, CFK dixit, habría que temer casi como a ella misma, faraona egipcia.

¿Cristina eterna?

En aquel extraño país habitaba una reina. En Kristilandia abundaban los espejos narcisistas. Pero sólo la dueña podía utilizarlos. Eran espejos extraños: no solamente transfiguraban el rostro para mostrar la excelsa belleza de la reina, sino que eran capaces de aplaudirla y susurrar maravillosas frases a sus oídos: "Eres la más linda, la más inteligente, la abogada más exitosa, la presidente de todos los argentinos y argentinas; eres eterna, ¡Cristina eterna!".

Pero un día un tal Sergio M. osó enfrentarla y le trastocó su sueño. ¿Definitivamente? No lo sabemos. Porque, como decía Jorge Luis Borges con exquisita ironía: "El universo es tan misterioso que hasta es posible que exista la Santísima Trinidad". Pero el regreso de Cristina no sólo es posible, sino probable. ¿Cuán probable? No lo sabemos. Si les preguntamos a varios encuestadores, probablemente quedemos aún más confundidos.

Cristina K-agemusha o "la sombra de la guerrera"

"Kagemusha (literalmente 'La sombra del guerrero') es una película de 1980 dirigida por Akira Kurosawa. En japonés, la palabra Kagemusha es un término utilizado para denotar a un señuelo político. La película narra la historia de un criminal que es entrenado para usurpar el lugar de un moribundo señor feudal, con quien tiene un parecido físico extraordinario, con el objetivo de engañar a sus enemigos", leemos en Wikipedia.

Toda metáfora implica la similitud de dos órdenes, a pesar de sus diferencias. Sin duda, CFK no es ni podría ser una impostora de sí misma. Por el contrario, es ella el (o la) original y no una copia. Tampoco necesita entrenamiento ni entrenadores. Porque Cristina sabe. Sin embargo, al igual que K-agemusha, Kristina empieza con "K" de Néstor y termina con "a", igual que president-a. Además, juega al arte de la impostura y utiliza triquiñuelas para engañar a sus enemigos, a quienes más de una vez suele dejar en offside.

Todo hombre (y mujer) porta una sombra. Todo poder de ayer puede transformarse en una sombra mañana. Sabemos que el poder es efímero. ¿Será eterna Cristina? Ciertamente, no.

La leyenda K(agemusha)

Kagemusha ilustra sobre las diversas aristas del poder. Todo poder descansa sobre un conjunto de voluntades que deciden que alguien es su portador o su encarnación. Por eso, todo poder es una especie de simulacro. "Cristina es una actriz", lo dijo Mirtha Legrand, que de eso sabe.

El psicoanálisis acuñó la noción de sujeto supuesto saber para referir al hecho de que las personas solemos ubicar a alguien en el lugar del que sabe. Con el poder ocurre algo similar. Una parte sustantiva del misterio de Cristina radica en que, sea por amor o por temor, un grupo de argentinos insiste en colocarla en el lugar del poder. Y así le va. O, mejor dicho, así nos va.

En salvaje terminología del marketing (comercial, no político), Cristina se ha posicionado como la poderosa.

¿Cristina eterna o Cristina enferma?

Una sociedad puede quedar presa de su pasado y entonces condenada a repetirlo. El psicoanálisis postuló la noción de compulsión a la repetición para referir a la conducta neurótica que nos hace tropezar una y otra vez con la misma piedra. George Santayana quizás sea el autor de una sentencia similar: "Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo".

La sombra de Hamlet 1: ¿Cristina se presenta o no se presenta?

Acaso Cristina ya lo sabe, quizás ni ella misma lo sepa. Los poderosos también pueden dudar, ¿o no? ¿Es Cristina arrolladora, como parece? ¿O huye hacia adelante para disimilar y ganar tiempo y aire? ¿O prevalecerá ahora el hecho de que Cristina es fría y calculadora, y entonces tantea al adversario mientras olfatea el terreno? ¿O tal vez hace del miedo una fortaleza y, mientras duda, aprovecha para primerear al rival?

La sombra de Hamlet 2: ¿A Cristina le conviene o no le conviene presentarse?

Nosotros podemos especular. Le conviene: Porque tiene chance. Porque el pueblo la ama. Porque Mauricio Macri nos defraudó. Porque ahora nos damos cuenta de que con Cristina estábamos mucho mejor. Porque necesita los fueros, si no, va presa. Porque va primera en las encuestas y arrasa en el sur del Conurbano, y en La Matanza ni te cuento.

No le conviene: Porque ¿medirá lo que dicen los encuestadores? Porque puede perder. ¿Y si pierde? Porque la gente quiere el cambio, aunque no se sepa bien cuál. Porque los que están desilusionados con Macri no lo están tanto como para volver con Cristina. Porque no quiero que vuelvan las cadenas. Porque si gana, tiene que hacerlo con el 54%, si no, es como si perdiera. Porque le va a pasar lo que le pasó a Carlos Menem.

La sombra de Hamlet 3: ¿A Macri le conviene o no le conviene que se presente Cristina?

"Sí, le conviene, porque si se presenta Cristina, Macri polariza y aumenta su chance", dice el analista político A. "Sí, le conviene, porque si se presenta Cristina, el peronismo se divide más y entonces Macri tiene más chance", dice el analista político B. "Entonces le conviene por partida doble", piensa el intelectualoide adicto al zapping y lector de El príncipe, luego de escuchar a los dos sesudos analistas: "Entonces a Macri le conviene que se presente Cristina porque, así, mientras polariza con ella, al mismo tiempo divide al peronismo. ¡Es genial!".

Debe ser otra genialidad de Jaime Durán Barba, que representa la instancia superadora del mismísimo Maquiavelo, al permitir la transformación en los contrarios que profesa la dialéctica marxista-hegeliana: "¡Polariza y dividirás, divide y polarizarás; siempre triunfarás!".

Me pongo el sombrero del analista político y esbozo una hipótesis, es decir, no sentencio una tesis. Gane, pierda o empate, si se presentara, Cristina ya perdió.

Cristina, estás sentenciada

Para hablar de Hotesur, Los Sauces, Lázaro, Bonadío o Comodoro Py están Margarita Stolbizer y Mariana Zuvic, que lo hacen con solvencia. Me refiero a algo más sutil, no es la Justicia. Es la política, que, aunque infrecuentemente, a veces es justa.

Para ganar el escudo protector de los fueros, a Cristina le bastaría con sacar lo mínimo indispensable, aunque pierda. Para ganar la elección, a Cristina "una política más", le alcanzaría con "ganar por un puntito" (no "perder por un puntito", como se justificó Néstor en 2009, luego de la derrota que le infligiera Alika-Alikate de Narváez). Pero, para la reina Cristina, que no es una más sino la encarnación divina, debería ganar al menos con un 40% y sacarle por lo menos 10% al segundo. De lo contrario, se convertiría en una política mediana, por no decir mediocre, que debería procesar "la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser".

Kung Fu o cómo vencer la sombra de Kagemusha

En uno de los capítulos de la mítica serie Kung Fu, Kwai Chang Caine (David Carradine) se enfrenta a un brujo que pretende atemorizar al pueblo. Aquel brujo no era la excepción: tenía poder sólo por el hecho de que los crédulos habitantes de aquella comarca decidieron conferírselo. Cuando el sabio Caine decide enfrentarlo, el brujo redobla la apuesta (sí, redobla la apuesta, como, según dicen los que saben, suele hacer Cristina). Entonces el "brujo populista", a efectos de tener luz verde para el viejo arte de la manipulación, lo rodea con un círculo imaginario y lo sentencia a que, si permanece allí en lugar de alejarse del pueblo, una fuerza terrible lo consumirá al amanecer siguiente. La gente mira azorada y acompaña al mártir en ciernes a su inminente desgracia. Pero el sabio Caine actúa con templanza y no hace nada más que esperar. Al día siguiente, amanece y obviamente no pasa nada. ¡El brujo fue un fiasco! El maleficio terminó. La sombra del hechizo ha caído. ¡Game over! Fin del relato.

Epílogo

En 2013, Sergio Massa comenzó a sentenciar el destino de Cristina eterna. En 2015, Mauricio Macri pareció que la ingresaría en la historia. Como alguna vez dijera el general Juan Domingo Perón, en sus años de exilio: "No es que nosotros fuimos tan buenos, es que los que vinieron después fueron mucho peores". Si el desempeño del actual gobierno fuera al menos razonablemente acorde con su promesa de cambio, entonces Cristina Kirchner ni siquiera sería de la partida. La derrota de octubre de 2015, para bien o para mal, la habría confinado a esa imprecisa ficción que llamamos "la historia" y, desde allí, ya no habría salido. No sería entonces la pretendida política mesiánica que viene a propinar justicia, sino tan sólo una política en desgracia que debe rendir cuentas a la Justicia.

Pero el gobierno de Mauricio Macri anda a los tumbos, por eso el sueño del regreso triunfal de Cristina se aviva, para el disfrute de sus fieles seguidores y el temor de sus fervorosos detractores. Pero no nos equivoquemos. Ciertamente Cristina podría volver. Pero, en mérito a la, en este caso, correcta asignación de género a la que es afecta, aunque ganara, sería apenas una "leona herbívora". Es decir, la sombra de una guerrera. Una auténtica Kagemusha.

El autor es director de González y Valladares.