Con escenas de kirchnerismo explícito, comienza el calendario electoral

El kirchnerismo expresa su profunda crisis interna mediante la aparición de diversas listas que siembran confusión en el electorado

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Con el vencimiento del plazo para presentar alianzas con vistas a las PASO, empieza a tomar temperatura el año electoral. Como suele ocurrir, estas lides les interesan en especial, cuando todavía faltan meses para su realización, a los políticos y a las personas muy politizadas. El grueso de la sociedad las sigue a la distancia. Recién se involucra cuando restan pocas semanas para los comicios. De ahí la relatividad con que deben tomarse las encuestas de intención de voto, máxime cuando todavía no se formalizó la presentación de candidatos.

En Cambiemos, sin perjuicio de los cabildeos infaltables previos a los cierres de listas, el panorama es armónico: los distintos sectores que lo conforman han sabido dejar de lado sus aspiraciones de máxima y lograr acuerdos en casi todos los distritos. En la Ciudad de Buenos Aires se empleará otra denominación, ya que no formará parte de la coalición la Unión Cívica Radical oficial. Son muchos y destacados los radicales que apoyarán esa lista, que encabezará Elisa Carrió, pero se debe tener en cuenta la insistencia de quienes controlan actualmente los órganos partidarios del radicalismo porteño por llevar como candidato a Martín Lousteau, pese a que el ex ministro de Economía de Cristina Kirchner no había apoyado a Cambiemos sino al GEN en las elecciones presidenciales pasadas.

El kirchnerismo expresa su profunda crisis interna mediante la aparición de diversas listas que siembran confusión en el electorado. En el principal distrito electoral del país, la provincia de Buenos Aires, se dio un espectáculo digno de un vodevil. La señora de Kirchner, ante el anuncio de la postulación de Florencio Randazzo para competir con ella en las elecciones primarias, abandonó el Partido Justicialista y formó una alianza con Nuevo Encuentro, el partido de Martín Sabbatella y otras agrupaciones ubicadas en la izquierda populista. ¿Cuáles fueron las razones, si todas las encuestas le dan una amplia ventaja sobre quien deseaba competir con ella?

Se han dado varias explicaciones distintas y hasta contradictorias. Es difícil saberlo. Tal vez prime una motivación psicológica y de concepción del poder. Cristina Fernández nunca tuvo que competir internamente con nadie. No aceptaría debatir con quien ha calificado como un ex "empleado" suyo, tal es la idea que tiene de los ministros. Por lo demás, la tradición caudillesca de la Argentina, que el kirchnerismo no creó pero potenció, exige que haya un único conductor, cuya legitimación dentro de su propia fuerza no se discute.

El populismo, por lo demás, no tiene problemas en entrar y salir de una estructura partidaria, ni crear tantas como cada ocasión le haga estimar como conveniente, ya que concibe al partido como una mera herramienta electoral, sin mayor importancia. En cualquier caso, es una nueva muestra del desprecio por la institucionalidad de la que el kirchnerismo se enorgullece. No es casual que una agrupación de esa corriente política que actúa en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires se llame Contra Legem ('contra la ley'). Si la idea nos resulta repugnante a quienes creemos en el Estado de derecho, deberemos reconocerles a sus autores, por lo menos, una plausible sinceridad.