Desfile solidario, otra forma de cerrar grietas

En este momento miles de argentinos con o sin uniforme están trabajando para que el próximo sábado se comprenda que no hay que integrar a militares y civiles, porque esa es una falacia, ya que los unos y los otros amanecen, viven, se reproducen y mueren sujetos a las mismas contingencias que esta bendita nación nos depara a todos

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Sea por modestia, por falta de presupuesto o por carencia de imaginación, el gobierno de Cambiemos no comunica del todo bien sus aciertos ni aclara debidamente sus errores.

Es verdad que respiramos aliviados por la desaparición de las cadenas oficiales u oficiosas en las que ella o sus alfiles, pero preferentemente ella, nos explicaban la cadena virtuosa de la economía, lo afrodisíaco de la carne de cerdo o la creación del polo audiovisual a escasos metros de un predio petrolero de tan alta peligrosidad que en la jerga portuaria se lo conoce como "dársena inflamable".

La actual conducción nacional suple las emisiones tediosas plagadas de aplauso militante con un generoso peregrinar por los medios de comunicación. Si el Presidente tiene que almorzar con Mirtha Legrand, lo hace; si un ministro tiene que ir a un canal de cable, lo hace y en el fondo no le niegan una declaración a nadie, y eso no está mal.

Pero debería entenderse que hay aspectos de la gestión que son ignorados por la vorágine informativa y a los que necesariamente hay que ponerles alguna ficha extra si es que se los quiere dar a conocer en forma masiva. A veces eso cuesta alguna moneda, pero será cuestión de evaluar la siempre presente ecuación costo-beneficio.

Sólo por tomar un ejemplo, el pasado 22 de mayo, en el Cabildo de la Ciudad se llevó a cabo el tradicional cambio de guardia de Patricios. El ritual cumplió 50 años y la presencia de una importante cantidad de funcionarios nacionales pareció indicar que el Gobierno le puso entusiasmo al asunto. Pero mucha gente se enteró del hecho una vez publicada la noticia y es una pena, porque quienes tuvieron la suerte de ver el acto lo disfrutaron y mucho.

No sé si la poca difusión fue la que originó que ninguna autoridad del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires estuviera presente. Muchachos de CABA: se supone que los Patricios son la guardia de honor del jefe de gobierno. Está bien que ahora tengan su propia fuerza armada policial, ¿pero nadie se pudo hacer un lugar en la agenda?

Dentro de esta política de no dar a conocer cosas que tal vez no hagan a la gran política nacional pero que son de utilidad o interés para la ciudadanía, el próximo 27 de mayo, y por segunda vez, las Fuerzas Armadas, de Seguridad y los Veteranos de Guerra participarán de un desfile por las calles de Buenos Aires.

Usted y yo sabemos que no podremos ver un gran despliegue bélico, ni a miles y miles de tropas marchando para exhibir armamento sofisticado y meter miedo a los países cercanos, mucho menos a los lejanos. Acá la cosa pasa por otro lado. No es despreciable el intento que se viene haciendo desde la política para que de una vez por todas se pueda dar vuelta la página y mirar para adelante. Y aquí no hablo ni de olvido, ni de perdón, ni de dos, tres o cinco demonios, ni de nada de lo que a diario intentan reinstalar aquellos que han hecho de la desgracia de muchos el negocio para unos pocos.

Lo he dicho mil y una vez y lo seguiré diciendo. La democracia fue poco hábil a la hora de distinguir la paja del trigo y terminó dejando al país al borde de la indefensión para demostrar severidad con quienes erraron el camino.

 

La hipótesis de la no hipótesis

Para colmo de males, alguien o algunos nos taladraron la cabeza con una extraña teoría que indica que unilateralmente decretamos que no nos llevaremos nunca más mal con nadie, que no queremos lo que otros tienen y que nadie más querrá lo que nosotros tenemos. Un mundo ideal, un mundo perfecto, un mundo que no existe.

No importa si en el planeta explotan bombas en recitales de adolescentes, se inmolan terroristas en honor a quien sabe qué cosa o si los cárteles de la droga tienen más submarinos que nosotros. Argentina está blindada por decreto de buena voluntad y en esa convicción tener un ejército, una marina y una fuerza aérea no es de nuestro interés. Craso y groso error, pero no lo vamos a arreglar ni aquí ni ahora.

Será entonces con lo poco y disponible que el próximo sábado el público podrá ver desfilar a sus soldados y sobre todo a quienes arriesgaron la vida en Malvinas, al mismo tiempo que quienes desfilen podrán ver que ese público que los ve pasar no los insulta sino que, por el contrario, los aplaude. ¿Qué puede haber de malo en ello? No obstante, a algunos les pesa que se apueste a la concordia.

En esta ocasión, en una acción conjunta con Caritas, se recolectarán donaciones en especie para los afectados por las recientes y variadas contingencias climáticas.

En este momento miles de argentinos con o sin uniforme están trabajando para que el próximo sábado se comprenda que no hay que integrar a militares y civiles, porque esa es una falacia, ya que los unos y los otros amanecen, viven, se reproducen y mueren sujetos a las mismas contingencias que esta bendita nación nos depara a todos.

El tema es que tanto esfuerzo merece ser conocido, apreciado y disfrutado por la mayor cantidad de gente posible y si un gesto solidario como el de pensar en el otro no es adecuadamente difundido, mucha gente el domingo dirá: "¿Pero cómo no me enteré?".

No me he de jactar creyendo que esta columna sea la que marque la diferencia entre un fiasco y una masiva concurrencia de público, pero sí confío que al leerla a algún funcionario responsable (siempre hay uno) se le prenda la lamparita o al menos, siguiendo con la analogía lumínica, se ponga las pilas.

Por las dudas, aunque la columna de hoy mute a aviso parroquial, si el sábado tiene ganas y de paso quiere dar una mano a quienes más lo necesitan, venga al desfile y muéstreles a sus hijos qué lindas que son las calles cuando la única bandera que flamea es la celeste y blanca.