La necesidad de un acuerdo social es evidente

El disparador central de un acuerdo social en Argentina debería contemplar a los condenados a la pobreza y el desempleo

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Algunos, entre los que se encuentra esta cronista, venimos insistiendo desde vieja data sobre la necesidad de una concertación, un acuerdo social, un encuentro o como se desee llamar. La presencia del profesor Ramón Tamames en Argentina puso otra vez sobre el tablero de las intenciones políticas, tan distraídas en insustancialidades, el tema de la necesidad del tiempo del encuentro.

Se sabe que en España el disparador central para terminar en el Pacto de la Moncloa fue la muerte del dictador Francisco Franco. Sin dictadura en Argentina, el disparador central debería contemplar a los condenados a la pobreza y el desempleo. Sin lugar a dudas, si este fuese el sujeto del acuerdo futuro, debería ser mucho más fácil el cometido. ¿Cómo no superar miradas mezquinas y sesgadas si se acuerda en lo humano? ¿Si se considera al otro como un semejante al que le imposibilitaron su desarrollo, al que lo condenaron sin pecado y sin delito? Argentina padece la dictadura de la pobreza, el desempleo, la exclusión. ¿Cómo los actores políticos demócratas no pueden juntar sus fuerzas para derrocarlos?

La gran pregunta es si se está preparando el terreno para aterrizar en este acuerdo. Indudablemente, no. No hay señales que nos indiquen que ese nacimiento esté por producirse. La política argentina está mostrando sin impudicia sus partes pudendas. Los marquetineros y vendehumos se frotan las manos y engrosan sus bolsillos. La mediocridad de los llamados dirigentes políticos les permite desarrollar sus encantos. Y especialmente estos costosos consejos maquillados terminan siempre en lo mismo: el gran hallazgo es producir o aumentar la grieta. Plantear los anti, refrendar la necesidad de "ellos o nosotros", "el pasado o el futuro". Es increíble que tanto gobernadores como dirigentes de la talla de Ernesto Sanz y Federico Pinedo planteen para después de las elecciones la posibilidad de un encuentro con el otro,  con lo que convalidan el camino de la lucha y la miseria preelectoral.

La corrupción sustituye a la política aquí y en el mundo. Por eso, en lo que a Argentina se refiere, en estas inminentes elecciones de medio término se discutirá prontuario, no proyectos. Sucede que los unos y los otros no tienen logros y sueños; tienen sus idearios muy llenos de ambiciones personales. Y hay terreno fértil en una ciudadanía con mucho miedo. Miedo a lo que vivió o miedo a la profundización de lo que está viviendo. La realidad indica hoy: "Con fe y esperanza no se puede caminar la angosta avenida del medio". Pensar que en la frase entrecomillada están reducidos los tres proyectos de país que nos ofrecieron hace dos años: "Sí se puede" le ganó a "con fe y esperanza" sobre la "gran avenida del medio". Extrañezas argentinas. En este 2017, todo vale, sin sonrojos y sin pertenencias se ofrecen caras conocidas o, cuando la suerte es esquiva, aparece el proyecto como candidato, claro que vacío de contenido.

El mundo camina hacia algo nuevo, pero hoy estamos viviendo los coletazos del fracaso de lo que está a la vista: pobreza, guerra, exclusión, sin lugar a dudas el valor agregado de la corrupción política.

Soy pesimista ante la posibilidad de concretarse un pacto social argentino. Son varias las razones. La primera: el presidente Mauricio Macri no estuvo de acuerdo inicialmente con esta posibilidad. ¿Qué lo haría cambiar de opinión? En segundo lugar, la dirigencia política contemporánea reacciona en forma inmediata cuando la gente gana la calle. Es absolutamente lógico que en nuestro país se haya producido una movilización como la del 3 de mayo pasado contra el fallo del 2×1 que benefició a genocidas, porque la dictadura y sus nefastas consecuencias atravesaron la historia social reciente. Es la conciencia social producto del dolor.

En el caso de la convocatoria a un pacto social, la responsabilidad recae en la clase dirigente, que es la encargada, desde el poder democrático que ostenta, de producir políticas en común para resolver los dolorosos problemas que atraviesan a la sociedad. Me confiaba un allegado al profesor Tamames que ambos coincidieron en que un acuerdo de esta magnitud se concreta por miedo o por profunda preocupación. La dirigencia argentina no está profundamente preocupada por el 30% de pobreza y por la alta desocupación. Ni tiene ese miedo.