Crisis política en Estados Unidos y en Brasil

La crisis brasileña es, en el corto plazo, una mala noticia para la Argentina, que le exporta buena parte de su producción industrial

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Estados Unidos y Brasil enfrentan problemas políticos internos que pueden proyectarse, por la magnitud e influencia de esos países, más allá de sus fronteras.

En la potencia del norte, el Presidente es acusado de haber revelado secretos militares al presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin. La noticia llegó poco después de la controvertida decisión de Donald Trump de remover al director del FBI, James Comey, quien investigaba los vínculos de la campaña electoral de aquel con Rusia. Son nuevos elementos que se agregan a varias decisiones y manifestaciones muy polémicas del magnate desde que asumió, hace pocos meses, la presidencia de los Estados Unidos.

Todos estos entuertos han dado pie a versiones sobre un juicio político. Este no puede descartarse, pero es improbable por ahora. Al margen de que puedan considerarse verificadas las causas que establece la Constitución para ese remedio excepcional, que en los Estados Unidos sólo se refieren a delitos y no incluyen el mal desempeño previsto en nuestra Constitución, sólo un pronunciado quiebre en el Partido Republicano permitiría que la Cámara de Representantes y el Senado contaran con los dos tercios que se requieren para acusar y juzgar, respectivamente, al jefe de Estado.

Es cierto que Trump no llegó a la presidencia con el respaldo de gran cantidad de líderes republicanos de peso y que lejos está de contar con una mayoría consolidada en el Congreso, pese a que su partido es mayoritario en ambas Cámaras. Sin embargo, las conjeturas sobre un juicio político son todavía prematuras. Recordemos que nunca en la historia norteamericana un presidente fue removido por ese mecanismo. Probablemente lo hubiera sido Richard Nixon, pero renunció antes.

En Brasil la situación es mucho más explosiva. Toda la clase política está en jaque por el avance de las investigaciones de megacorrupción que lleva adelante la Justicia, principalmente el juez Sérgio Moro. Ahora se ha difundido un audio que compromete al presidente Michel Temer en lo que se ha interpretado como un aval al pago de sobornos de un empresario. Temer negó su renuncia, pero su continuidad al frente del Poder Ejecutivo es dudosa.

Si el Presidente renuncia o es destituido, el Congreso debe elegir a su sucesor. No hay elecciones, ya que Temer se encuentra en los dos años finales del mandato que debe completar como vicepresidente de la removida Dilma Rousseff. Esto es lo que dispone la Constitución brasileña. En cualquier caso, le será muy difícil gobernar. Llegará sin la legitimidad democrática del sufragio universal y en medio de una crisis que no parece encontrar fondo.

Temer ya era un presidente muy poco popular. No obstante, había logrado impulsar algunas reformas económicas para ajustar una economía que presenta serio desequilibrios. Brasil había salido de la recesión y comenzaba un lento crecimiento. Habrá que ver si este persiste luego de la hecatombe política. Por lo pronto, ha de ser casi imposible que otras reformas en curso puedan alcanzar el aval parlamentario.

La crisis brasileña es, en el corto plazo, una mala noticia para la Argentina, que le exporta buena parte de su producción industrial. Pero la regeneración institucional, si se lleva adelante con inteligencia y el inevitable sentimiento antipolítico que la corrupción transversal acarreará no conduce al populismo, puede ser a la larga beneficiosa para toda la región.