Este artículo, columna de opinión o como les parezca que deba llamarse no es apto para personas de edad (grandes) que se sientan viejos. Para ellos escribiré otra cosa, en otro momento.
Algunos años atrás, no muchos, los científicos teníamos una concepción demasiado ortodoxa sobre el cerebro y su desarrollo, diría, poco flexible, poco plástica. Una vez superados los 4, 6 años de vida, se "armaban" las estructuras básicas y de allí en más iríamos agregando conexiones entre neuronas y no mucho más, de acuerdo con el tipo de educación que a cada uno le tocara, el trabajo y la alimentación, desde luego.
Ahora sabemos que no es así, hace unos años ya, no muchos, por cierto. Esto lo habrán leído en algunas ocasiones, ya que el cerebro se ha puesto de moda en la investigación y en la comunicación científica en estos tiempos. Así como el corazón fue el centro de la historia de la salud en las décadas de los setenta y los ochenta del siglo pasado, este siglo es del cerebro, por ahora. Y antes del corazón, el colesterol y antes, la presión arterial y antes, la locura, entre otros. Ahí anda agazapado el hígado esperando su turno. Cuando Galeno era el mejor médico del mundo conocido, los humores, la vida y otras yerbas se concentraban en el hígado, que luego perdió prestigio, sólo Dios sabe por qué, pobre.
Volvamos a la cabeza y su precioso contenido: el cerebro. Fueron los taxistas, los choferes de taxi de Londres (y por extensión, los del mundo) quienes nos dieron la pauta de que las cosas eran diferentes de como las creíamos hasta el año 2000. Eleanor Maguire, psicóloga irlandesa, y sus colaboradores examinaron el volumen y la distribución de la materia gris del cerebro de los conductores de taxi de la ciudad; descubrieron que los más antiguos en el manejo de los autos, los veteranos, tenían más volumen de materia gris en una zona del cerebro llamada hipocampo.
Se trata de pequeñas formaciones (son dos) de la materia gris cerebral, ubicadas en cada lóbulo temporal, que miden aproximadamente 3-4 cm cada una, con forma de caballito de mar o de banana de acuerdo con cómo los mire cada uno.
En esos lugares se concentra (alguna vez se pensó en el olfato o la memoria de los olores, nada de eso fue confirmado) el almacenamiento de nuevos recuerdos, experiencias y la memoria espacial, esto sí se sabe bien. Sin el hipocampo, no sabríamos cómo orientarnos o dónde estamos.
Cuando se comparó a los choferes mencionados con aquellos que guiaban los famosos bus de dos pisos londinenses, los coloraditos, los primeros tenían más hipocampo que los segundos, que seguían una ruta absolutamente rutinaria.
Es inevitable hacerlo de este modo, el trabajo científico, el método requiere compararlo con un estándar u otra población equivalente, de allí la inclusión de los otros conductores.
A esto me refiero con cerebros de plástico, en verdad, cerebros con plasticidad o neuroplasticidad, para adecuarse a circunstancias que tienen que ver con el estilo de vida, o el trabajo y que se desarrollan mucho más allá de los 4 años por cierto. La capacidad de modificarse, de formar nuevas redes de neuronas.
Parece que hasta los cerebros de individuos entre los 65 y 80 años guardan todavía esta plasticidad, sobre todo en aquellos más calificados, más entrenados intelectualmente, los que más estudian o leen o crean. O los que aprenden un idioma.
¿Pero cómo van a lograr aprender un idioma a los 80? De esto se trata, de intentarlo más allá de las condiciones "naturales" de cada uno, como diría alguien ya viejo claro, se puede. El señora o la señora de 75 o 80 años pueden intentarlo, la materia gris y su soporte, la materia blanca, se lo agradecerán. Se van a poner muy contentos a trabajar para aprender, esa es la clave y aumentarán de volumen como en el caso de los taxistas de Londres.
Saben ya cómo se aprende, esta es la ventaja, perderán menos tiempo buscando el camino más corto para hacerlo. Capacidades metacognitivas, así podríamos llamarlas. Claro que no tendrán la velocidad para aprender de un niño de 6 años o un joven, pero tienen una gran ventaja, una "marcha, un cambio" más que sus nietos: conocen los caminos.