Las ambiguedades de un embajador

Marcelo Ramal

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El embajador del gobierno de Mauricio Macri en los Estados Unidos, Martín Lousteau, ha publicado una columna en Clarín referida a la educación y el conflicto docente. Si es cierto que la diplomacia es el arte de la ambigüedad política, es indudable que el embajador, en un año y medio de gestión, ha aprendido mucho del oficio. En efecto: si su columna comienza coqueteando con los maestros y sus reclamos, es sólo para terminar condenándolos o, en todo caso, presentarlos como inviables.

El embajador se lamenta por los bajos salarios docentes, para preguntarse luego de dónde saldrían los recursos para los aumentos reclamados.  Naturalmente, no contesta a su pregunta, lo que equivale a una negativa.  Pero los salarios docentes no son la primera decisión fiscal que adopta el gobierno del embajador: tomemos, por caso, la eliminación de retenciones; el sostenimiento de regímenes fiscales especiales para los cuestionados monopolios mineros, o la ampliación del déficit del Tesoro – y del Banco Central- para asegurarle al capital financiero una prima extraordinaria por su transitorio ingreso al país. Nos preguntamos: cuando se tomaron esas decisiones, el embajador ¿se preguntó cómo solventaríamos esa sangría fiscal?  En cambio,  se interroga ahora por los recursos para los salarios docentes.

La escuela pública que hoy desvela al funcionario languidece incluso en el distrito más rico del país: en la CABA, 11.000 niños no encuentran vacante en la escuela pública, mientras cerca de dos tercios de la infraestructura edilicia de las escuelas se encuentra en estado deficiente e incluso deplorable. En 2016, el presupuesto del rubro registró un 30% de subejecución. Finalmente, el docente porteño, para la jornada simple, percibe un salario inicial de 11.300 pesos, cuando la canasta de pobreza alcanza hoy los 14.000. Para llegar a este Estado de cosas, la participación del rubro educación en el presupuesto porteño cayó del 27,8% en 2011 al 18,5% en 2017. Pero desde que existe como fuerza política, el bloque de la Legislatura porteña que apoya al embajador ha votado a favor de ese presupuesto de ajuste.

Por su parte, y en la provincia de Buenos Aires, un maestro con 25 años de antigüedad percibe, por la jornada simple, 13.300 pesos. El embajador podría aludir, en este caso, a la "herencia recibida", teniendo en cuenta el hilo conductor que une a la administración anterior con ésta en materia de degradación  y progresiva privatización del sistema educativo.   Naturalmente, y si lo hiciera, debería explicar su propia participación en el gobierno kirchnerista.

Como se ve,  el doble standard no contribuye en nada a la defensa de la escuela pública. Pero tampoco aporta a la representación popular. El inocultable empantanamiento político del gobierno ha dado lugar a una nueva raza –la de los "oficialistas- opositores", o, dicho en términos mercadológicos, a las segundas marcas de la administración "Cambiemos", en cuyas PASO el embajador aspira a participar. Estamos ante aquellos que fingen empatía con la inquietud popular, pero para que ésta no salga de los cauces del orden social existente y de sus sostenedores políticos.

Como las oficinas de defensa del consumidor no alertan sobre este tipo de adulteraciones, es necesario que lo hagamos por medio de la crítica política.

El autor es Legislador de la Ciudad por el Frente de Izquierda y los Trabajadores.