El nuevo escenario en la era Trump

Diego Lo Tártaro

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El mundo está viviendo trascendentes cambios, la velocidad en que estos se producen es acorde con los tiempos que nos marca la tecnología. El fin del siglo pasado significó la terminación de un mundo que ya es historia; la globalización es un acontecimiento del que no se puede escapar, aunque oigamos voces que aparentarían retraerse a las fronteras políticas de sus países. El cambio es irreversible, la inteligencia y el conocimiento nos impiden dar marcha atrás.

Estos hechos desde luego que generan reposicionamiento de todos, en especial de los grandes actores, es decir, los países centrales de Europa, Estados Unidos, Rusia y China. Sus decisiones nos afectarán o favorecerán, ello depende de cómo las evaluemos y consecuentemente actuemos.

Estados Unidos sufre un cambio copernicano en su política exterior. Vuelve a la política del primer Roosevelt, mira primero hacia adentro, luego actúa. Europa, oscilante y dubitativa, aún no se define. Rusia no oculta que nuevamente sigue su tradición de gobiernos de fuerza, aunque simulen ser una democracia. China, como bien dijera Napoleón hace ya doscientos años: "El día que China despierte el mundo temblará". China ya despertó.

Ahora bien, nosotros que somos un país que está en la periferia del mundo, con un nulo peso político pero dotados de inmensas riquezas naturales, con un extenso territorio, con muy poca población, no dudemos que podemos ser presas de los grandes y poderosos pescadores de mares revueltos.

Debemos buscar refugio y fortalecernos con nuestros socios del Mercosur y con nuestros vecinos, amigos y hermanos de Chile, Perú, Colombia y México; este último hoy maltratado por Donald Trump.

No dudemos que nuestra Cancillería debe rápidamente, con coherencia e inteligencia, generar reuniones a nivel regional y multidisciplinarias, es decir, aunar esfuerzos y armonizar nuevas políticas con diplomáticos experimentados, empresarios, sindicalistas y legisladores para entre todos encontrar caminos que nos permitan protegernos y avanzar inteligentemente; la unión en el regionalismo económico es el camino a transitar.

Estamos jugando con nuevos jugadores que están cambiando las reglas del juego, pero que ninguno de ellos conoce con precisión, igualmente todos tenemos conciencia y certeza del cambio.

Si somos hábiles, podremos ser actores decisorios en el nuevo mapa de poder que el mundo está tratando de reordenar. No nos demoremos, actuemos, el mundo es de los audaces.

 

El autor es presidente de IADER.