Los primeros pasos de Trump: ¿desorganización caótica o división de tareas?

Fabián Calle

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Para los analistas de los países desarrollados en general y de los Estados Unidos en particular así como para los círculos rojos o público interesado por los temas políticos y estratégicos a lo largo de la orbe, el primer mes de la gestión Trump ha sido algo no visto en las dos últimas generaciones o más.

Un torbellino de medidas y contra medidas emanadas del poder Judicial, conflictos dialécticos abiertos al mejor estilo latinoamericano entre el gobernante y los principales medios de prensa y legisladores oficialistas que critican bordeando la ruptura o poco menos. Todo ello condicionado por la salida de su cargo del Consejero de Seguridad Nacional el General retirado Flynn por no haberle al parecer informado al Vicepresidente Pence de la totalidad de lo conversado con el Embajador la ruso en el mes de Noviembre sobre el futuro de la sanciones americanas contra Moscú por la invasión de Crimea y parte de Ucrania.

Al momento de escribir este artículo aún no está ocupado el puesto de segundo del Departamento de Estado y al menos un destacado marino retirado había rechazado reemplazar a Flynn. Este panorama así como algunas movilizaciones fuertemente cubiertas y difundidas por los medios de prensa mas críticos de Trump y el fuerte activismo en las redes sociales con comentarios irónicos y críticas al nuevo Presidente han generado un ambiente en donde algunos visualizan un final anticipado del mandato de Trump.

¿Esto es así? ¿Washington nos depara un clima y dinámica más propia de un país subdesarrollado con inestabilidad política y polarización extrema de los actores políticos y sociales? ¿Así como referencias más o menos científicas y especializadas sobre la salud mental del mandatario?

En el presente artículo partimos de una hipótesis sustancialmente diferente si bien es indudable reconocer que hay rasgos que dan terreno fértil a esta histeria o tremendismo en los análisis. En primer lugar una recorrida por grabaciones, artículos y solicitadas en grandes periódicos del empresario Trump en los últimos 30
años o poco más mostraría algunas constantes que distan de ser oportunismo de coyuntura. Si en la actualidad sus palabras caen como piedras sobre China, en los 80 lo hacían sobre Japón por sacar supuestamente ventaja indebida de su relación económica con los EEUU.

Lo mismo que sus reclamo para que los aliados ricos de Europa y Asia hagan una mayor inversión en su defensa y presupuesto militar. Asimismo, es difícil que un persona supuestamente con tantas debilidades intelectuales y psicológicas haya llegado a los 70 años consolidando y ampliando el imperio económico heredado de su padre. Ni que decir del mérito de haber detectado muchos de los deseos profundos que recorrían amplias capas de la sociedad americana y en especial pos crisis financiera del 2008. Sus dichos ásperos y polémicos en diversos temas tuvieron como contrapartida varias sorpresas. Uno de cada 3 latinos lo votaron, el 53% de las mujeres blancas también y un 40% del padrón femenino total.

Con respecto a un tema como el muro con México y las deportaciones, cabe recordar que al momento de asumir Trump un tercio de la frontera entre ambos países presentaba ya muros, vallas y otros tipos de protecciones contra la inmigración ilegal. En referencia a deportaciones Trump hablo de expulsar 3 millones. En los 8 años de Obama fueron sacados del país 2.6 millones. Otro punto a tomar en cuenta es la presencia en su equipo de personas de máximo nivel, prudencia y experiencia. Empezando por el Vicepresidente Pence, el Secretario de Estado Tillerson y el Secretario de Defensa Mattis. Y sin duda también Pompeo, el Jefe de la CIA. En varios casos ya los tres primeros y en especial Mattis han relativizado y aún corregido afirmaciones y comentarios de Trump.

Sin mayores consecuencias para la estabilidad en sus cargos. Por ello, es posible que estemos asistiendo a una cierta división de tareas entre el Primer Mandatario y las principales espadas de su equipo en temas de política exterior y seguridad internacional. Mientras Trump se centra en mostrarle a sus votantes que busca de todas formas cumplir con su palabra en temas que priorizan la identidad, seguridad económica y física de los americanos y remarcar que lo seguirá haciendo pese a las trabas de la Justicia, la fundación del empresario Soros y medios de prensa, Pence, Tillerson y Mattis recorren el mundo y las líneas telefónicas dando certidumbre a los aliados históricos de Washington en el mundo y sumando nuevos.

Un tema donde esos dos planos, interno y externo, se entremezclan muy fuertemente es sin duda México. Ello se debe a la abrumadora interdependencia comercial, productivas, energética, cultural y migratoria que existe entre ambos. Quizás por ello, sea el caso más sensible y complejo para articular armónicamente está división de tareas. Pero aún así se hará más temprano que tarde. Por ello la diplomacia Argentina debería evitar quedar en una postura testimonial excesivamente desbalanceada a favor de México. A riesgo de quedar desubicado como los amigos de parejas en crisis que tratan de meterse más de lo prudente. Y que cuando resuelven su litigio, tienden a no ver con buenos ojos al bien intencionado amigo.

Por último pero por ello no menos importante, la Argentina tiene la ventaja de contar actualmente con un Presidente con una historia de empresario y hombre de mundo que da un ADN más que útil para la interacción con una personalidad como la de Trump y aún con la elite tecnocrática de ingenieros chinos que controlan el Partido único en esa potencia asiática. Quizás el marketing político que ayudó y ayuda a dar un imagen de progresismo 2.0 al mandatario argentino, y que con ello ganó dos veces la jefatura de gobierno de la Ciudad y luego desplazó al kirchnerismo del poder, pueda darle más margen de libertad para usar el ADN antes mencionado en la interacción con un escenario internacional que dista mucho de asemejarse al tipo ideal de lo políticamente correcto.