Las incógnitas sobre Cuba

El aumento de la represión es una posibilidad. Y nadie podrá apaciguar a los que mandan

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Muerto el perro, contradiciendo el refrán, no se acabó la rabia. Todo sugiere que, muerto Fidel Castro, el castrismo perdurará a través de todo el aparato de la dirigencia cubana. Esa burocracia que vive en casas seguras, dignas, bellas y bien abastecidas de alimentos y numerosas vituallas, en barrios bien protegidos. Son los pocos que quedan de la lucha en la Sierra Maestra, los "amigos" que se subordinaron, hombres de las Fuerzas Armadas, gente gris y sin coraje, que siempre dijo "sí" a los antojos de Fidel, que aplaudió los fusilamientos de su propia gente.

También están los dirigentes jóvenes, comunistas de obediencia absoluta. No hace muchos años, gente joven en la dirección que quiso cambiar el rumbo económico fue desplazada y no en buenos términos, con lo que terminaron en muertos políticos.

Un caso de canibalismo interno no muy lejano (atrás quedaron las disidencias internas que se pagaron con muerte o cárcel) fue cuando Fidel sintió el dedo acusador de Estados Unidos: que por la isla pasaban las caravanas que llevaban droga al norte, con la autorización de las principales autoridades de ese territorio. Castro, que había dado la orden de libre tránsito para conseguir dólares, que escaseaban, transfirió la responsabilidad a su propia gente, al general Arnaldo Ochoa, por ejemplo. Tremendo engaño, tremenda trampa.

Ochoa, un héroe de la presencia militar cubana en África, sólo obedeció órdenes. Terminó fusilado. Su hija y el marido de esa hija, Jorge Masetti, quien lleva el mismo nombre de su padre, el jefe del pelotón guerrillero que desafió desde Salta al Gobierno de Arturo Illia, donde murieron todos de hambre, huyeron a Europa y denunciaron este delirio asesino del jefe de la Revolución.

En casos históricos como el de la muerte de Fidel, que concentró poder por medio siglo, el grupo que rodeaba al dictador testarudo y violento, seguido por su hermano Raúl, puede optar por aplicar más terror, más represión, más castigos. Se asustan y castigan a los que no los quieren.

Distinto fue en España, donde la muerte de Francisco Franco encontró un sistema de partidos políticos bien organizados, capacitados para tomar el poder. De allí al Pacto de la Moncloa, dos años después, en 1977, fue un proceso expeditivo.

Distinto resultó en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) a la muerte de Stalin, cuando los dirigentes se confabularon para frenar a Beria, el jefe de la KGB, que pretendía continuar en el sillón del dictador y sin más lo hicieron fusilar. Tras lo cual emergió Nikita Khrushchev.

El aumento de la represión entonces es una posibilidad. Y nadie podrá apaciguar a los que mandan. Hasta tanto Raúl Castro, de 85 años de edad, no nombre sucesor, la concepción de la política y la vida es la misma que la de Fidel, aunque con algunas filtraciones para bien.

Otro dato significativo es que las Fuerzas Armadas son el sostén rígido del régimen. De ellas depende el 80% de las empresas productivas en la isla.

Lamentablemente, la oposición institucional al castrismo en Cuba está fragmentada. Muchos de sus dirigentes no se ponen de acuerdo sobre qué tipo de gobierno pretenden administrar. Muchos de ellos son invitados al exterior para expresar sus puntos de vista y se pasean como modelos de resistencia. O como si fueran modelos de alta moda. Son estrellas de la oposición, pero no políticos de reformas contundentes, de propuestas concretas sobre qué hacer. Para peor: no hay demasiado cariño ni fraternidad entre esos dirigentes. La blogera Yoani Sánchez, que supo jugar un papel destacado en las críticas contra el régimen, ha sido recientemente acusada de recibir protección de ciertos sectores. Es una afirmación osada, pero no replicada en forma. Por otro lado, Yoani no es política. Es periodista y denuncia lo que hay que denunciar, que debe ser su tarea elemental.

La realidad económica donde el castrismo siempre fracasó (no pudo encarar las bases de un mundo mejor ni gestar un hombre mejor) es crítica, está mal administrada y tiene extrema dependencia del exterior. Por ejemplo, del petróleo venezolano, línea que se está cortando con la rapidez del viento, por la crisis profunda que no doblegará Nicolás Maduro. Incluso con la llegada de Barack Obama, quien sólo se entrevistó con Raúl Castro y no con Fidel (por el capricho y la testarudez del viejo caudillo), se solucionarán el hambre y las carencias. No en vano estamos asistiendo a un escape masivo de cubanos que adoptan como primer paso de salida a Costa Rica para emprender el camino hacia Estados Unidos.

Es cierto que un sector de cubanos sigue adorando a los Castro. Los adoran como si fueran fieles religiosos. Consideran que los Castro hicieron cambios con respecto a aquella isla de la década del cincuenta, configurada por el alcohol, el juego, la liberación del cuerpo, la droga, la no condena de los excesos sexuales y la presencia de las mafias norteamericanas, los tiempos de Fulgencio Batista. Debe tenerse en cuenta que un 10% de la población activa tiene títulos universitarios, de universidades locales o rusas. Algunos encuentran ubicación en el Estado, otros manejan taxis.

Pero hay factores de empeoramiento. Donald Trump, presidente de Estados Unidos desde mediados de enero, ya le ha mostrado los dientes a una de las últimas dictaduras autodenominadas "socialistas" junto con Corea del Norte. Es decir: Cuba está sola, en este costado del mundo. Comercian allí con la liberal Canadá y España, que perfora zonas petroleras en pleno mar.

El argumento del bloqueo al que la sometió Estados Unidos después de la crisis de los misiles, en 1962 (Rusia le envió cargas atómicas apuntando a la nación del norte), es muy relativo para explicar el fracaso en Cuba. Fue Fidel, fueron el Che y todos los ministros de Agricultura y Energía los que fracasaron en generar las condiciones de una economía que pudiera mantener a flote la isla.

Queda poco tiempo para los arrepentimientos. Lo más doloroso son los habitantes de la isla cada vez más sumidos en las carencias y el olvido del mundo. Todavía falta saber los planes de la comunidad cubana en Miami. Y qué harían si el régimen castrista terminara derritiéndose con el tiempo.