Terminó la Asamblea Anual de la ONU en el Palacio de Cristal de Nueva York, con una advertencia muy dura por la desastrosa gestión de la diáspora más importante de la historia humana, la migración de países africanos y del Medio Oriente hacia Europa.
¿Pero por qué el reto y a quién? El reto es para todos los países europeos y del norte de África, y agregaría, de cosecha personal, un reproche que debería hacerse a la ONU y que no escuché.
Naciones Unidas no logró un miserable cese del fuego en Alepo (Siria), ciudad en guerra desde el 2012 (batalla de Alepo), para hacer llegar ayuda humanitaria a lo que queda de una población original de más de dos millones de habitantes, que hoy no tienen nada, pero nada en el sentido más brutal del término. Hablo de agua segura, remedios, comida.
Participé en varios encuentros, en Roma, con el enviado de la ONU en Siria, en mi carácter de miembro del Grupo de Presidencia de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado de la República. Debo decir que este tipo de encuentros y diálogo con diplomáticos de este nivel, en general, me deja perplejo. Demasiada calma, demasiada racionalidad para resolver un tema que hace sufrir a mucha gente.
Todo descrito con lujo de detalles, como visto desde un dron, a metros de altura, a metros de la realidad. En fin, la ONU no ha logrado nada aún. Finaliza la etapa Ban Ki-moon, afortunadamente, y con el cambio de secretario general esperamos una nueva visión del problema. También esperamos que la elección del nuevo secretario recaiga sobre alguien que conozca bien el tema de los migrantes y no tenga que aprender sobre la marcha. Hay un candidato que reúne estas condiciones, apoyado por Europa.
En pocas palabras, que la ONU no pudo detener, ni por un segundo, las guerras que son una de las causas de la migración.
Luego del tirón de orejas de la ONU a Europa, por la falta de coherencia sobre la gestión de los migrantes, Ángela Merkel reaccionó (tiene elecciones generales el año próximo, si no hace algo concreto, pierde, ya se lo avisaron en elecciones regionales y metropolitanas): dispone de tres mil millones de euros para Egipto, Túnez, Libia, con la idea de que pongan un dique a la ola de migrantes y no los dejen pasar a Europa. Que se los queden en África es el mensaje.
Claro que el tema son los interlocutores. Sólo como ejemplo de la debilidad de esta medida (llamada modelo Turquía), ¿en Libia con quién hablamos?
Los demás miembros de Unión Europea, como si nada hubiera pasado, siguen construyendo muros para impedir que los emigrados lleguen a sus países. Excepto Italia, claro, que nunca quiso construirlos, tampoco podría, por obvias razones geográficas, humanitarias y por la vecindad del Vaticano (una especie de conciencia extra que a veces no tenemos). Por ende, en Italia, nada de muros.
Como ya describí en otras columnas, Italia recibe en sus costas a todos los migrantes (90% africanos, negros) que llegan y es más, los rescata en aguas internacionales, como seguramente vieron en muchas ocasiones en los noticieros internacionales. Tenemos, en los centros de recepción, distribuidos en todo el país, 165 mil refugiados, que viven en estructuras con capacidad para alojar a 150 mil. Hay otros veinte mil en la calle, vagando, tratando de salir de Italia hacia el norte, sin control alguno, imposible hacerlo. Entre ellos, cinco mil niños no acompañados.
Sólo dos mil refugiados que lograron el estatus de asilados políticos pueden considerarse integrados en la sociedad italiana en dos años. A este ritmo, necesitaríamos ochenta años para lograr la integración de todos los que llegan y quieren quedarse, si pudiéramos detener hoy la migración.
Cada migrante, cada refugiado que solicita asilo le cuesta a Italia 35 euros por día, 6 millones por semana, 180 por mes, 2 mil por año. Mucho dinero para un país que crece menos del 1% por año, bastante menos.
La ONU no lo logra; UE no sabe, sólo malgasta dinero y encima pierde integrantes por su incapacidad (Brexit).
Estados Unidos está muy ocupado en elegir un nuevo presidente y no consigue acordar con Rusia para terminar con la guerra en Siria. Los países árabes financian e infiltran terroristas camuflados entre los migrantes para punir a los infieles países europeos.
Los países africanos tienen economías que expulsan y bandas que trafican seres humanos pasándolos a Europa. Rusia, como ya dije, forma parte de la guerra en Siria, apoya a Assad, con poco interés en dejar de serlo.
Latinoamérica está muy lejos. China e India ni se enteran.
En este contexto, será muy complicado resolver este drama. Necesitamos otra ONU, lo antes posible, para lograr un pacto global sobre el tema.