Futuro incierto para el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica

La entrada en vigencia del acuerdo transpacífico de cooperación económica (TPP) es aún incierta.

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El 25 de agosto tuvo lugar en Sao Paulo, un evento organizado conjuntamente por la FGV-EECP-CCGI y el Sistema Económico Latinoamericano (SELA). Participaron especialistas de distintos países miembros del SELA, como también representantes de instituciones empresarias y sociales, especialmente del Brasil.

Cabe destacar que la FGV-EESP-CCGI es hoy uno de los epicentros del necesario debate regional sobre el sistema comercial internacional y, en particular, sobre los eventuales efectos que las negociaciones de los mega-acuerdos de comercio pueden tener, tanto en los países de la región como en el propio sistema de la OMC.

La profesora Vera Thorstensen, quien dirige el Centro de Comércio Global e Investimento, tuvo la principal responsabilidad académica del evento. Su desarrollo estuvo centrado en un análisis del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, conocido por su sigla TPP, y en los efectos que podría tener, de entrar efectivamente en vigencia, en el comercio internacional global y en el de los países latinoamericanos.  El TPP fue firmado en febrero de este año en Auckland, Nueva Zelandia 

Un documento elaborado por el SELA, con la colaboración del profesor Carlos Moneta, de la UNTREF, brindó el marco conceptual y la información principal del mencionado evento.

Tres conclusiones pueden extraerse de lo conversado en este evento. La primera es que la entrada en vigencia del TPP es aún incierta. El tiempo que se requiere puede ser incluso largo. No lo sería quizás en el caso que el Presidente Obama logre, eventualmente, obtener la aprobación del Congreso americano antes de que concluya su mandato en enero próximo. Es una hipótesis posible, pero no necesariamente probable.

El hecho que se esté observando en algunos países, un creciente malestar producido por los efectos de la globalización sobre las expectativas de bienestar y de trabajo de la gente -y ello parece ser más notorio en países europeos, pero también en los propios EEUU- no es un dato menor a la hora de apreciar la viabilidad de los mega-acuerdos comerciales preferenciales, tal el caso del TPP.

La incertidumbre creciente que existe con respecto al futuro de la negociación del TTIP -el mega-acuerdo transatlántico de comercio e inversiones entre los EEUU y la UE-, contribuye a generar un clima pesimista sobre tales acuerdos, al menos con los alcances y características que tiene el TPP. Esto es, de acuerdos que, para un número significativo de países, no necesariamente limitados a una región geográfica determinada, tendrían un alcance que se ha denominado -sea por sus contenidos, como por sus objetivos geopolíticos reales- como OMC-plus.

Al respecto cabe tener en cuenta que artículos recientes, como los de Martin Wolf en el "Financial Times" y de Fidel Sendagorta en "El País", efectúan aportes interesantes para la necesaria reflexión sobre el descontento de la gente con respecto a los impactos de la globalización y sobre su futuro desarrollo, al menos en la perspectiva de las experiencias acumuladas en los últimos años. Es un descontento que genera dudas sobre el futuro real de los denominados mega-acuerdos de comercio internacional, al menos en su objetivo superador de los compromisos asumidos originalmente en el GATT y luego en la OMC.

Fue el del mal humor de la gente uno de los temas que mayor atención requirió en la XXa. Conferencia Anual de la CAF, que tuvo lugar en Washington DC., los días 7 y 8 de este mes de septiembre, organizada conjuntamente por la CAF-Banco Latinoamericano de Desarrollo, la OEA y el Dialogo Interamericano. La Conferencia fue inaugurada por Joe Biden, el Vice-Presidente de los EEUU. Enrique Iglesias hizo explícita mención del tema. Es, por lo demás, un tema que muy probablemente seguirá estando por un tiempo -eventualmente por un buen tiempo!- en el centro de los debates sobre el sistema del comercio internacional y sobre su futuro.

La segunda conclusión es en cuanto a los efectos previsibles del TPP, tanto con respecto a los países signatarios como a los terceros países y, en especial, a los latinoamericanos que no son parte del Acuerdo. En los países que participan del TPP los análisis conocidos indicarían impactos positivos sobre el empleo, el comercio y las inversiones. Los efectos difieren, como es lógico, según cuál sea el país. Si no se estimaran positivos, sería difícil imaginar que en el respectivo país se pudiera obtener la ratificación parlamentaria del Acuerdo.

Los efectos difieren en el caso de los países que no son miembros del TPP. Un aporte interesante fue el de Lucas Ferraz, economista de la FGV-EECP y Coordinador del Núcleo de Modelización Económica del Centro do Comércio Global e Investimento. Adelantó resultados de un estudio de impacto del TPP en las economías de la Argentina y del Brasil, incluyendo la hipótesis de una eventual incorporación como países miembros.

Los debates pusieron de manifiesto que ningún país latinoamericano puede asumir que la entrada en vigencia del TPP no tendría efectos sobre su comercio exterior y, en general, sobre su inserción en la economía mundial. Es una de las consecuencias de la importancia relativa de los países miembros del TPP en el comercio, en las inversiones internacionales y en el producto global. De allí la relevancia de considerar distintos escenarios alternativos que puedan resultar de la efectiva entrada en vigencia de este mega-acuerdo, incluyendo el de una eventual incorporación como país miembro.

El cómo adaptar la estrategia de inserción internacional de cada uno de los países de la región -incluyendo, por cierto, la de sus empresas- a esos eventuales escenarios alternativos, sería entonces uno de los requerimientos resultantes de la eventual entrada en vigencia del TPP. Ello tendría un efecto interesante en la forma en que los países y sus empresas -cualquiera que sea su dimensión económica relativa- se preparan para navegar en un comercio mundial de creciente complejidad y en continuo proceso de cambio.

Y la tercera conclusión se refiere precisamente a los efectos que el TPP y otros mega-acuerdos comerciales preferenciales pudieran tener sobre el diseño y la eficacia de la arquitectura institucional del comercio mundial. ¿Acentuaría tendencias a la fragmentación del sistema comercial global y cuáles podrían ser los efectos geopolíticos en tal caso?

La cuestión del diseño del futuro orden comercial internacional adquiere hoy una creciente importancia. En buena medida, por ser cada vez más claro que el actual ordenamiento instituciones del comercio mundial está atravesando un momento crítico. Se refleja en el estancamiento de la Rueda Doha en el ámbito de la OMC no necesariamente superado en la última Conferencia Ministerial de Nairobi.

¿Cómo adaptar reglas e instituciones del sistema comercial global, a las realidades del comercio e inversiones, por un lado y, del otro, a las de la actual distribución del poder mundial? Será éste un tema dominante de la agenda mundial de los próximos años.

En tal perspectiva hay que colocar la agenda del período preparatorio de la Conferencia Ministerial de la OMC, a realizarse diciembre del año próximo. Argentina y Uruguay han propuesto ser sede de este evento. Como también hay que colocar en tal perspectiva las dos próximas Cumbres del G20, a realizarse la primera en Alemania y la segunda en la Argentina. Estos dos países integrarán el próximo año la troika del G20, junto con China que presidió la Cumbre este mes de septiembre. Serán entonces eventos relevantes en el trabajo conjunto de países latinoamericanos para afirmar su protagonismo internacional, en aras de sus propios intereses económicos y políticos.

Resumen:

La entrada en vigencia del acuerdo transpacífico de cooperación económica (TPP) es aún incierta. El tiempo que se requiere puede ser incluso largo. El hecho que se esté observando en algunos países, un creciente malestar producido por los efectos de la globalización sobre las expectativas de bienestar y de trabajo de la gente -y ello parece ser más notorio en países europeos, pero también en los propios EEUU- no es un dato menor a la hora de apreciar la viabilidad de mega-acuerdos comerciales preferenciales.

La incertidumbre creciente que existe con respecto al futuro de la negociación del TTIP -el acuerdo transatlántico de comercio e inversiones entre los EEUU y la UE-, contribuye a generar un clima pesimista sobre este tipo de acuerdos preferenciales. Esto es, de acuerdos que, para un número significativo de países, no necesariamente limitados a una región geográfica, tendrían -sea por sus contenidos, como por sus objetivos geopolíticos reales- un alcance denominado OMC-plus.

En cuanto a los efectos previsibles del TPP, tanto con respecto a los países signatarios como a los terceros países y, en especial, a los latinoamericanos que no son parte, los análisis conocidos indicarían que serían positivos con respecto al empleo, el comercio y las inversiones en los países participantes del acuerdo. Los efectos difieren, como es lógico, según cuál sea el país. En cuanto a los países latinoamericanos que no son miembros, ninguno podría asumir que la entrada en vigencia del TPP no tendría efectos sobre su comercio exterior y, en general, sobre su inserción en la economía mundial. Es una de las consecuencias de la importancia relativa de los países miembros del TPP en el comercio, en las inversiones internacionales y en el producto global.

Un tema que merece especial atención es el de los eventuales efectos que el TPP y otros mega-acuerdos comerciales preferenciales, pudieran tener sobre el diseño y el funcionamiento del sistema comercial global. La cuestión del diseño del futuro orden comercial internacional adquiere hoy una creciente importancia. En buena medida por ser cada vez más claro que el ordenamiento institucional del comercio mundial está atravesando un momento crítico. Se refleja en el estancamiento de la Rueda Doha, no necesariamente superado en la última Conferencia Ministerial de la OMC en Nairobi.

Cómo adaptar reglas e instituciones del sistema comercial global, a las nuevas realidades del comercio y las inversiones, por un lado y, por el otro, a las de la actual distribución del poder mundial, será entonces un tema dominante de la agenda mundial de los próximos años y, por ende, de la propia agenda de integración latinoamericana.

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