Cultura, dignidad y educación

Por Alcira Argumedo

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El debate sobre cómo dar un salto de calidad en la educación viene mostrando tantos caminos como miembros opinantes. Creemos necesario incorporar en el debate el concepto de conocimiento socialmente útil y de pedagogía socialmente apropiada. Hoy se plantea la necesidad de transformar las modalidades de enseñanza y el tipo de conocimientos a ser transmitidos, frente a los cambios gestados por la revolución científico-técnica en el área del saber.

Ante la velocidad y la obsolescencia de las tecnologías de avanzada, que desplazan y reformulan las calificaciones requeridas por el mercado de trabajo, las escuelas deben desarrollar capacidades que permitan que el conocimiento técnico-académico se vertebre con los saberes sociales y culturales diseminados en las sociedades. Se hace indispensable un pensamiento integrador, flexible y permeable a la diversidad (Sonia Abadi, 2016). Simón Rodríguez (1999) llamaba a esto perspicacia espiritual, que consiste en elaborar respuestas a partir de observaciones, contextualizar los problemas, confrontar miradas y razones, y construir criterios comunes a través del debate de ideas.

A este desafío se suma en nuestro país la magnitud alcanzada por los problemas de deserción, repitencia y dificultades de aprendizaje, especialmente entre los sectores más desfavorecidos de la sociedad. Hasta tiempos recientes, las más importantes corrientes de la pedagogía concebían, implícita o explícitamente, un educando universalmente abstracto, que, de hecho, responde al sujeto de aprendizaje de la cultura occidental dominante; desconocían los rasgos singulares y la complejidad cultural propios de los sectores subalternos en nuestro país, lo que indujo a considerarlos como componentes privilegiados del fracaso escolar en un sistema de educación que desde su origen desconoció como sujeto educativo a los chicos pertenecientes a la población de pueblos originarios, de ascendencia africana o mestizos, con sus propias concepciones culturales.

Tomando en consideración esta problemática, desde 2010 venimos proponiendo un proyecto de creación de un Programa Nacional de Investigación y Desarrollo de Estrategias Educativas, que crea Escuelas Modelos de Educación Integral (EMEI). Estas escuelas son concebidas como experiencias piloto, que se sustentan en investigaciones acerca del rendimiento de los alumnos pertenecientes a estos sectores, cuando se reconocen y dignifican los saberes incorporados en su educación primera en el hogar. Las escuelas deben asentarse en las zonas de población vulnerabilizada; con una oferta de jornada extendida pero no obligatoria, abierta a las propuestas y la iniciativas de la comunidad; para generar el desarrollo de estrategias educativas a partir de la vinculación con las familias de los educandos y el trabajo conjunto de los docentes y los directivos de estas escuelas, que serán seleccionados entre aquellos que vienen trabajando en propuestas innovadoras y manifiesten interés en la gestación de alternativas educacionales.

 

La autora es vicepresidente primera de la Comisión de Educación de la Cámara de Diputados de la Nación.