Modelo M y legado K

Por Sergio Pernice

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Es muy temprano aún para hablar de un modelo M. Algunos piensan que la razón por la que no se define claramente dicho modelo, con su consecuente falta de comunicación, es que en realidad no lo tienen, que lo que está haciendo el Gobierno son sólo medidas aisladas, sin ningún norte. Naturalmente, ellos piensan que, como dijo Séneca: "Ningún viento será bueno para quien no sabe a qué puerto se encamina". Otros afirman que no lo definen porque el verdadero modelo es una vuelta al neoliberalismo de Carlos Menem y, si lo explicitaran, la opinión pública se les volvería en contra. Amigos de las teorías conspirativas ven en las medidas del Gobierno una suerte de caballo de Troya.

Lo que hay hasta ahora es la expresión de valores y deseos de ir por el medio. Identifican claramente que el país no es competitivo y que, para ganar competitividad, es necesario abrir la economía. Mantener el estatismo y la protección K, con Cristina o sin Cristina, nos lleva derechito a Venezuela. Pero también reconocen que es imperativo encontrar la manera de aumentar la competitividad sin que esto implique un alto costo social. Una apertura a lo Menem supondría un costo y una inviabilidad política que nadie sensato está dispuesto a asumir.

Uno de los aspectos menos analizados del legado K es la microeconomía que dejó. Nada genera más adhesión política que el empleo. Pero crear las condiciones para generar empleo genuino es un proceso difícil y típicamente lento. ¿Cuál es la respuesta populista? Desasociar el empleo de la generación de valor. El proverbial "Cavá pozos y después tapalos" viene a resaltar que no es lo mismo trabajar que hacer algo que la sociedad valore. Es muy fácil generar empleo si obviamos esta restricción. Pero una economía sana, competitiva y sustentable genera empleos genuinos, no de los otros.

¿Con energía por debajo de su costo se genera empleo rápido? Pues bajemos el precio de la energía. Si varios años más tarde el país se queda sin energía, es problema de otro. ¿Sustituyendo importaciones con productos locales mucho más caros y de peor calidad se genera empleo rápido? Pues pongamos barreras nunca vistas en el mundo a los productos importados. ¿Algunos productos, aun con esas barreras, no los podemos producir? Importémoslos sin empaque y metámoslos en cajitas con mano de obra local, aunque multiplique el costo del producto final por dos. Son sólo unos pocos ejemplos.

¿Abrimos entonces la economía y modernizamos el país? Las empresas que sobrevivan van a ser internacionalmente competitivas y las demás, bueno, que quiebren o se vendan. Es igualmente fácil generar competitividad. Esta sentencia no sólo implicaría una insensibilidad social inaceptable, sino que sería tan poco sustentable políticamente como el extremo populista es insustentable económicamente.

Es evidente que el camino del medio, en el que se busca competitividad cuidando el tejido social, es mucho más difícil en el corto plazo; obliga a explorar aspectos idiosincráticos de la sociedad para los que no hay manuales. No hay recetas universales. Se critica al Gobierno porque hay demasiada prueba y error. Pero en el camino del medio no queda otra. Sí, hay una genuina demanda de que se aprenda rápido. Pero en última instancia, considerando las restricciones económicas y políticas, el camino del medio es el único con chances reales de sustentabilidad a largo plazo.

Hacer política en el medio implica compromisos muy difíciles de resolver. Uno de los más complejos es cómo se pone a la economía en un sendero que conduzca a un crecimiento competitivo y socialmente sustentable, cuando una proporción muy importante de la población trabaja en empresas que no podrían competir en una economía ni mínimamente abierta. Este es uno de los legados más perversos de los doce años K.

Frente a semejante nivel de problemas, pienso que es una buena noticia que, una vez que el Gobierno explicitó sus intenciones, todavía no podamos identificar con claridad la visión de Argentina que propone Cambiemos. Una manera alternativa de interpretar la falta de un claro modelo M es asumir que están queriendo hacer política basada en datos, en evidencia. Y que entienden que la evidencia relevante es, en parte, conocimiento general, internacional, que obviamente la gente del Gobierno tiene. Pero también entienden que la evidencia local es igualmente importante; y esta se va adquiriendo mientras se va haciendo, y lleva tiempo.

La única manera de responder responsablemente al problema de competitividad es tomándole el pulso a la sociedad, midiendo cuidadosamente hasta dónde da y cuándo es demasiado. La respuesta del Gobierno a este problema, más que a ningún otro, va a definir su modelo de país.

 

El autor es director del MBA, UCEMA.